La tragedia del 'Terror': Hallan los restos canibalizados de un oficial de la expedición perdida de Franklin al Ártico
Una expedición de 128 hombres dirigida por el explorador y héroe naval Sir John Franklin partió en 1845 hacia el Ártico en busca del Paso del Noroeste, la ruta más rápida entre Europa y Asia. Bien preparados, viajaban en dos barcos, el HMS Erebus y el HMS Terror, orgullos de la Marina Real británica. Construidos como bombarderos, los navíos se enfrentaban al mar embravecido con una proa revestida de hierro, camarotes con calefacción y alimentos en conserva para tres años. Pero algo, o muchas cosas, salieron mal. Los navíos quedaron atrapados en el mar helado y toda la tripulación pereció. Las circunstancias exactas de sus muertes siguen siendo un misterio al día de hoy. Uno de los oficiales de la expedición era James Fitzjames, del Erebus, quien en 1848 ayudó a guiar a 105 supervivientes de sus barcos en un intento de escapar a pie del Ártico. Ninguno lo consiguió. Desde mediados del siglo XIX, se han encontrado restos de docenas de ellos en los alrededores de la Isla del Rey Guillermo, en Nunavut, el norte de Canadá. El peor desastre en la historia de la exploración polar británica. Ahora, investigadores de la Universidad de Waterloo y la de Lakehead han utilizado análisis de ADN y geneoalógicos para identificar a Fitzjames a partir de una mandíbula encontrada en el yacimiento arqueológico del Rey Guillermo. Fitzjames es el segundo de esos 105 tripulantes en ser identificado después de John Gregory , ingeniero a bordo del Erebus, a cuyos restos el equipo puso nombre en 2021. Pero Fitzjames es el primero del que se sabe a ciencia cierta que fue víctima de canibalismo . El oficial de alto rango murió a menos de 80 kilómetros de donde los barcos fueron abandonados. Según publican en 'Journal of Archaeological Science', la identificación fue posible gracias a una muestra de ADN de un descendiente vivo, que coincidía con el ADN descubierto en un diente del yacimiento. «Trabajamos con una muestra de buena calidad que nos permitió generar un perfil del cromosoma Y, y tuvimos la suerte de obtener una coincidencia», explica Stephen Fratpietro, del laboratorio de paleo-ADN de Lakehead. Los resultados revelan una distancia genética de uno, lo que sugiere que comparten un ancestro paterno común. «La identificación de los restos de Fitzjames proporciona nuevos conocimientos sobre el triste final de la expedición», añade Douglas Stenton, profesor adjunto de antropología en Waterloo. En la década de 1850, los inuit dijeron a los investigadores que habían visto evidencias de que los supervivientes habían recurrido al canibalismo, lo que sorprendió a algunos europeos. Esos relatos fueron corroborados plenamente en 1997 por la difunta Anne Keenleyside, quien encontró marcas de cortes en casi una cuarta parte de los huesos humanos en NgLj-2, lo que demuestra que los cuerpos de al menos cuatro de los hombres que murieron allí habían sido víctimas de canibalismo. La mandíbula de Fitzjames es uno de los huesos que presenta múltiples marcas de cortes, lo que sugiere que después de su muerte su cuerpo fue canibalizado. «Esto demuestra que murió antes que al menos algunos de los otros marineros que perecieron, y que ni el rango ni el estatus fueron el principio rector en los últimos días desesperados de la expedición mientras luchaban por salvarse», afirma Stenton. Los europeos del siglo XIX creían que todo canibalismo era moralmente reprobable, pero los investigadores destacan que ahora comprendemos mucho más sobre lo que se conoce como canibalismo de supervivencia o de inanición y podemos empatizar con aquellos que se vieron obligados a recurrir a él, como ocurrió con el equipo de rugby uruguayo cuyo avión se estrelló en los Andes en 1972. «Esto demuestra el nivel de desesperación que debieron sentir los marineros de Franklin para hacer algo que ellos habrían considerado aborrecible», señala Robert Park, profesor de antropología de Waterloo. «Desde que la expedición desapareció en el Ártico hace 179 años, ha habido un interés generalizado en su destino final, lo que generó muchos libros y artículos especulativos y, más recientemente, una miniserie de televisión popular que la convirtió en una historia de terror con el canibalismo como uno de sus temas. Una investigación arqueológica meticulosa como esta demuestra que la verdadera historia es igual de interesante y que todavía hay más por aprender», dice Park. En efecto, la expedición de Franklin se popularizó en 2007 con la publicación de la fascinante novela de Dan Simmons 'El Terror', en la que la tripulación es acosada por una especie de monstruo sediento de sangre. En 2018 la historia se convirtió en una serie de televisión de AMC producida por Ridley Scott. Lo que se sabe con certeza es que el HMS Erebus y el HMS Terror quedaron encallados en el Estrecho Victoria, cerca de la Isla del Rey Guillermo, en la zona más fría de Canadá. Las temperaturas exteriores podían llegar a bajar hasta los -48 °C durante la noche y a los -35 °C durante el día. En 1859 se descubrió el único trozo de papel que revelaba algo sobre lo ocurrido, un formulario estándar del Almirantazgo en cuyos márgenes había un mensaje escrito a mano que decía que los barcos habían sido abandonados el 22 de abril de 1848, habiendo estado varados en el hielo desde el 12 de septiembre de 1846. Un total de 105 oficiales y tripulantes bajo el mando del capitán FRM Crozier, entre ellos Fitzjames, habían partido a pie hacia el río Back. La nota confirmaba que John Franklin había muerto el 11 de junio de 1847. Algunas teorías apuntan que los tripulantes, a los que el Gobierno de Reino Unido dio por muertos oficialmente nueve años después de partir, cayeron víctimas del envenenamiento por plomo. Otras culpan a la triquinosis, una infección parasitaria, después de comer carne de oso polar mal cocida. Y otras creen que sucumbieron por el hambre, el escorbuto, la tuberculosis o la enfermedad de Addison debido a las condiciones infrahumanas que afrontaron. Los restos de Fitzjames y de los demás marineros que perecieron con él descansan ahora en un túmulo en el lugar con una placa conmemorativa. Los investigadores animan a los descendientes de los miembros de la expedición de Franklin a que se pongan en contacto con Stenton. «Estamos sumamente agradecidos a esta familia por compartir su historia con nosotros y por proporcionarnos muestras de ADN, y agradecemos la oportunidad de trabajar con otros descendientes de miembros de la expedición de Franklin para ver si su ADN puede utilizarse para identificar a otras personas», dicen.