Primer golpe. El niño del Cerro
La foto de Paquili delante de la Virgen del Cerro la primera vez que la vistió tiene hasta el aroma de una tarde de septiembre en aquel barrio de los años 70. Olor al otoño que se venía y al café de pucherete de media tarde. El Cerro era la periferia de la periferia. El más allá. Algo entre pueblo y barriada que encontró en los Dolores de la Virgen el alivio para los dolores propios. A ese chaval de 15 años le dijeron que se pusiera a arreglarla. Tenía inquietud y una vida entera por delante. En esa imagen de la joven de Nazareth quiso plasmar la humildad de la gente del barrio y al mismo tiempo toda la dignidad posible. Ella era el reflejo de su madre. Y soñaba. Cuando cerraba los ojos la veía en un palio poderoso, rodeada de velas y adornada de flores con todos los brillos posibles del oro en los ricos terciopelos. Y aquel niño empezó a bordar para honrar a la Madre de las madres del Cerro. Cincuenta años después de la primera vez, el artista ha convertido a la dolorosa de su cofradía en el símbolo del barrio. Para los creyentes sí. Pero también para los que no lo son. Porque una imagen a veces va más allá que lo que representa. El patrón de Juan Manuel se ha repetido en Francisco Carrera Iglesias. Decía un amigo que si Delacroix fuera del Cerro la bandera de la Libertad guiando al pueblo la empuñaría la Virgen de los Dolores. En ese cuadro tras Ella, siempre estaría Paquili.