'La franquicia', una bomba en el corazón del cine de superhéroes
Toda película de superhéroes tiene una historia de orígenes. Desde Thor al Capitán América. O Batman. La de 'La franquicia', la bomba nuclear de Max, con sello HBO, para dinamitar el manido género explotado por Marvel y DC, empezó en una comida entre Sam Mendes y Armando Ianucci por culpa de James Bond y se terminó materializando días después, en un desayuno. «Sam venía de trabajar en 'Skyfall' y 'Spectre' y me contó historias muy divertidas sobre cómo es pensar que estás a cargo de una película pero en realidad sabes que la franquicia es más grande que tú. Y dije: 'Eso es una comedia'. Justo en ese momento Marvel estaba en lo más alto con los Vengadores, así que pensamos que si íbamos a hacer una comedia sobre una franquicia, tenía que ser una de superhéroes », cuenta a ABC Armando Ianucci, productor ejecutivo de la nueva serie de Max y uno de los urdidores de esta producción que muestra la cara B del rodaje de una película sobre un superhéroe capaz de provocar terremotos. Protagonizan esta sátira mordaz una estrella insegura (Billy Magnussenn), un actor británico arrogante (Richard E. Grant), un director visionario frustrado (Daniel Brühl) y un atribulado asistente de dirección (Himesh Patel) que intenta, a la desesperada, saciar los egos de unos y otros y que la cámara siga grabando... para salvar al menos alguna escena y que los productores no les corten el grifo . La serie está repleta de situaciones disparatadas que se apoyan en la investigación real de Mendes, Ianucci y Jon Brown ('Succession'), aquí a los mandos. Películas que se ruedan de forma clandestina y en paralelo por si un proyecto no funciona, nuevos guiones que llegan en limusina cada mañana al set de rodaje o guiones a base de corta y pega de varios guiones son algunas de las anécdotas con las que se topó el equipo de 'La franquicia' y que emplearon para mostrar el caótico mundo de una película muy grande desde dentro. La vocación de 'La franquicia', que se estrena hoy, no es reírse del despropósito del cine de superhéroes, pero lo hace. Tampoco aspira a ser la puntilla al género, en crisis «por alimentar a un monstruo cada vez más grande y conectar todo tanto que las películas eran incomprensibles de forma independiente». Lo que pretende la serie es ser un David contra Goliat, las hormigas contra los elefantes. Y no, no hablamos de Ant-Man. «'La franquicia' nace como una historia sobre el pequeño contra el grande, sobre la gente que hace que las cosas funcionen a diario a base de duro trabajo y los estudios, que tienen el poder sobre lo que va a pasar. El tema no era abordar si una película va a ser un éxito o un fracaso, sino hacerlo desde ese lugar en el que incluso los que la hacemos no sabemos qué va a pasar con ella», reconoce Ianucci, aquí productor ejecutivo pero muy presente en todo el proceso. Si después de 'Veep', la sátira que creó hace 12 años, la realidad política superó el absurdo de la ficción, ¿puede ser 'La franquicia', con sus delirantes escenarios, el epílogo perfecto del cine de superhéroes? «Sí, también estaba el asunto de si estamos matando el cine y, justo cuando empezamos a hacer la serie, todo empezó a cambiar, la edad de oro del cine de superhéroes empezó su fin y hasta la propia Marvel se preguntaba si estaban haciendo demasiado», concede el británico, al que el chiste le sobrevino solo. «Es totalmente cómico ver a gente con talento, profesionales desde hace años, reunidos en un croma con un gran martillo y preocupados por si parecen demasiado estúpidos, con todas esas habilidades interpretativas centradas en algo que no está allí. Es interesante, como una especie de miedo existencial».