Mitigación y adaptación ante una meteorología extrema

Abc.es 
El clima está cambiando debido, principalmente, al aumento de emisiones de gases de efecto invernadero por la quema de combustibles fósiles. Nuestra actividad, superpuesta a la variabilidad natural del clima, se observa claramente en los datos de la concentración de estos gases en la atmósfera desde la revolución industrial que se inicia a mediados del siglo XIX. El contenido en dióxido de carbono crece rápidamente, muy por encima en magnitud y en velocidad de lo que se ha registrado jamás. De hecho, los sondeos de hielo antártico, capaces de reconstruir el clima de la Tierra durante los últimos 800.000 años, nos muestran la excepcionalidad de esta situación. Así, es fundamental señalar que el aumento de CO2 de la actualidad ocurre cien veces más rápido que en una transición de un periodo glacial (frío) a uno interglacial (cálido) como la que tuvimos, por ejemplo, hace 20.000 años. La consecuencia más directa de este incremento de dióxido de carbono es un aumento de la temperatura global del planeta, pero también una mayor frecuencia de los eventos meteorológicos extremos, tal como recoge el IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático) en sus informes basados en multitud de artículos científicos desde hace varias décadas. Uno de los riesgos más habituales en nuestro clima Mediterráneo son las inundaciones provocadas por episodios de 'gota fría' que suelen ocurrir a principios de otoño y que están caracterizados por intensas lluvias muy localizadas y una respuesta torrencial en los barrancos (ramblas) del litoral. El 29 de octubre, lamentablemente, vivimos uno de esos episodios extremos en nuestro país, que anegó grandes zonas del litoral Valenciano pero también asoló otras zonas de nuestro país (Cádiz, Huelva, Almería, Girona). El balance de fallecidos y pérdidas materiales lo sitúan en lo más alto de la lista negra de catástrofes meteorológicas. También de récord ha sido el volumen de lluvia recogida en una sola hora (185 l/m2 en la estación de Turís, Valencia; 771 en 24 horas). Este episodio de lluvias extremas ha sido atribuido, principalmente, a las temperaturas tan anómalas del mar Mediterráneo, nada menos que 3-4°C por encima de la media de estas fechas considerando los años 1982-2011, y a la presencia de una DANA (Depresión Aislada en Altura) que ha sido más estable e intensa de lo habitual. Los primeros estudios de atribución, todavía preliminares, alertan que estos fenómenos tienen el doble de probabilidad de ocurrir en un contexto de calentamiento global como el que nos encontramos. Ahora nos preguntamos qué va a ocurrir en el futuro y, de nuevo, el IPCC nos trae soluciones basadas en las evidencias científicas. La pregunta del «qué va a ocurrir», siempre dentro de la incertidumbre asociada a los modelos climáticos, se contesta en el marco de los escenarios climáticos establecidos para el 2100. Es decir, la respuesta a casi todas nuestras preguntas sobre el futuro va a depender de hacia qué escenario nos dirigimos en los próximos años, si es un escenario de mantenimiento de nuestro alto nivel de emisiones globales o si nos encaminamos hacia una reducción firme y definitiva tal como se firmó en el Acuerdo de París de la COP21 en 2015. Lamentablemente, las noticias sobre mitigación de nuestras emisiones de gases de efecto invernadero no son buenas y, por el contrario, sí que sabemos ya que el 2024 va a ser el año más cálido de la historia, superándose el 1,5°C de aumento de temperatura global, rango que teníamos como límite y que nos comprometíamos a no alcanzar en el citado acuerdo. El Antropoceno, el periodo actual en el que el ser humano afecta grandes procesos planetarios, se caracteriza por la aceleración del cambio ambiental y por retos globales de complejidad creciente. Estudios recientes nos muestran como año tras años se van superando los llamados límites de seguridad planetaria, aquellos procesos que regulan la estabilidad y la resiliencia del sistema Tierra. El cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la disponibilidad de agua dulce, los ciclos biogeoquímicos del nitrógeno y el fósforo…. Todos estos procesos se ven alterados por nuestra actividad saliéndose ya de lo que se considera «seguro» para nuestra supervivencia. «Somos la especie en peligro de extinguirlo todo», como rezan algunas pancartas en manifestaciones por la emergencia climática. En este contexto social y económico en el que nos encontramos, la mitigación y la adaptación al cambio climático son fundamentales. El episodio de inundaciones devastadoras en Valencia ha puesto de manifiesto, no solo que no estamos preparados para hacer frente a eventos meteorológicos extremos de este calibre, sino que nuestro modo de vida está en riesgo. Se requiere ahora una verdadera acción contra el clima, una «recivilización», como bautiza el doctor Fernando Valladares , que apueste por un modelo capaz de garantizar las necesidades básicas para toda la población en el planeta sin comprometer el medio ambiente. Esa transformación es posible y todavía está en nuestras manos.

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