El plan secreto de Franco y la Iglesia para repoblar Australia con españolas blancas y católicas

Abc.es 
La noticia brotó, casual, en el ABC del 14 de marzo de 1961: «Ha salido en avión para Australia una expedición de 62 muchachas españolas, de 23 a 35 años, que presentarán servicios domésticos en aquel país durante dos años». El periódico señalaba también que aquella expedición «era la sexta», que la seguirían otras tantas y que se organizaba «bajo los auspicios de la Comisión Católica de Emigración». Ni mucho menos era casual. Según explica a este periódico la escritora Celia Santos, todo formaba parte de la execrable 'Operación Marta'. Un plan mediante el que Francisco Franco y la Iglesia enviaron, durante nada menos que tres años, a cientos de chicas al otro lado del mundo para ayudar a repoblar el país. Algo turbio, desde luego, pero que la autora ha querido recordar en su nueva novela, 'El país del atardecer dorado' (Ediciones B). –¿Cómo conoció este episodio? A través de un artículo del periódico. Sabía que, a lo largo del siglo XIX, habían ido españoles a Australia, pero igual que habían ido a América o Canadá. Esta Operación Marta, específica para llevar mujeres al otro lado del mundo, era un enigma para mi. Sí tengo que decir que, en un principio, me pareció algo macabro. –¿Por qué macabro? A nivel oficial se dio a conocer a través de anuncios en los periódicos: se buscaba a solteras y católicas. Se vendía como una oportunidad única de trabajo y de futuro para ellas. La intención oculta, sin embargo, era que estas chicas se casasen en Australia con los españoles que habían emigrado la década anterior para trabajar en la caña de azúcar. Esa era la verdadera intención de la Iglesia católica española, irlandesa e italiana. Las estadísticas son lapidarias: a finales de los años cincuenta, en este país había una mujer por cada doce hombres. Además, se buscaba que la zona creciese a nivel demográfico tras la Segunda Guerra Mundial . Es algo distópico y macabro. –Retrocedamos un poco, ¿cómo llegaron esos trabajadores españoles a Australia? Australia era un país muy joven que siempre buscaba población. De hecho, es famoso que se conmutaba la pena a los reos que se desplazaban allí para trabajar. A finales del siglo XIX y principios del XX empezaron a llegar al continente ingleses, alemanes y escandinavos. Ese tipo de inmigración es la que buscaba el gobierno local para crecer a nivel demográfico. Pero, cuando se acabaron los europeos rubios y de tez clara, se vieron obligados a mirar al sur y, en el caso de España, pidieron a la Iglesia católica que buscara un perfil muy concreto: asturianos y vascos. Es decir, hombres altos, fuertes y blancos. El franquismo ofreció parte de la población de Canarias, experta ya en el trabajo con caña de azúcar, pero no les interesaba; eran demasiado morenos. –¿Por qué se organizó la Operación Marta a través de la Iglesia católica? Era un impulso para la Iglesia católica que, al final, buscaba superar en feligreses a la anglicana, entre las más predominantes en Australia. –¿Qué opinaba Franco de la Operación Marta? A Franco le venían muy bien todos los programas de inmigración que hubo en los cincuenta y en los sesenta. Cada español que emigraba era un ciudadano menos que pensaba y que opinaba. Y, si se iba fuera, mandaba dinero a España. Era una fuente de ingresos fabulosa, pero también de divisas. Este punto era clave porque el gobierno apenas tenía relación con ningún otro país. –¿Las preparaban antes para su trabajo en Australia? Sí. Durante tres o cuatro días las monjas les daban unas nociones básicas de inglés y les enseñaban el trabajo que iban a hacer allí. También debían pasar un reconocimiento médico para ver si eran aptas o no. Una vez en Australia, eran informadas de cosas básicas como la hora a la que debían servir la comida. –¿Y cómo las seleccionaban para su nuevo empleo? Llegaban primero a Melbourne y eran distribuidas por todo el país. Eran alojadas en residencias. Hasta ellas iban los empleadores que necesitaban una criada y elegían a una. –¿Cuántas viajaron hasta Australia durante toda esta extraña operación? Yo narro el caso de un avión en el que viajaron 114. Pero, en total, desde 1961 hasta 1963, fueron más de siete centenares. A todas ellas se sumaron otras tantas italianas, griegas, portuguesas... La Operación Marta no se ciñó solo a España. Creo que el peor caso fue el de las italianas, que iban ya casadas por poderes con hombres a los que no habían visto jamás. Era algo terrible. –¿Era el caso de las españolas? No. Ellas no estaban obligadas, pero la Iglesia se aprovechaba de las circunstancias para que así fuera. La situación era anómala. Muchas veces eran mandadas a trabajar a una casa y el vecino más cercano estaba a veinte kilómetros. Residían en núcleos donde no había lugares en los que reunirse o conocer hombres. La única solución era juntarse los domingos con los españoles que vivían cerca para ir a misa y comer. Allí se presentaban, bailaban y se formaban las parejas. Los noviazgos eran fugaces, a veces duraban una semana o diez días; después, se casaban. Se sabe de casos de mujeres que contrajeron matrimonio el mismo día que conocieron al chico. Hablamos de hace poco más de sesenta años, pero parece la Edad Media . –¿Qué sucedió con ellas? La mayoría se quedaron. Lo tenían muy difícil para regresar. Viajaban de una forma muy cómoda, en avión, con todos los gastos pagados. A cambio, si querían volver, debían adquirir ellas el billete, y era muy caro. De media, cobraban unas cinco mil pesetas al mes, y el trayecto costaba 45.000. Era imposible, más, cuando mandaban dinero a España. Algunas sí que regresaron tras la jubilación, pero fueron las menos. El grueso se adaptaron a la vida en Australia y tuvieron hijos allí. Hijos, por cierto, que han contactado conmigo para contarme sus historias. –¿Alguna le ha sorprendido de manera especial? La que me inspiró para el libro, aunque hay muchas. Lo que más me ha sorprendido es que hubo madres solteras que se fueron de España porque, por entonces, estaba mal visto que no hubiera un hombre en casa. Era un estigma. Una de ellas se vio obligada a dejar a la niña con los abuelos hasta que, tres años después, se la pudo llevar a Australia . –¿Los de su novela son personajes ficticios? Sí. Son invención mía. Quería meter en cada uno de ellos un poco de otros muchos. Era la única forma de reflejar todos los aspectos: no circunscribirme a un personaje concreto, que siempre es más limitado. Pero la base es real. –¿Qué cree que hallará el lector en su novela? Espero que conozca este capítulo olvidado de nuestro pasado. Creo que hay ciertas páginas y notas al pie que no hay que dejar pasar. Esta es nuestra historia más reciente. Es algo que ya me propuse hacer con 'La maleta de Ana', mi novela sobre las mujeres que emigraron a Alemania, y con la 'La niña de Rusia'.

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