Vecinos por pisos turísticos: cómo ven los residentes la pérdida de población en los barrios históricos de Córdoba
Al cruzar el arco de Caballerizas quien pregunta espera escuchar las quejas que tienen quienes viven en un barrio antiguo en una época en que estos lugares se protegen más como postales que como sitios en los que tienen que vivir los cordobeses como siempre han hecho. Es lo que dicen las cifras: el Alcázar Viejo y la Catedral , con descensos del 3 y casi el 4 por ciento en los últimos años, son los barrios que más población han perdido en Córdoba, en una tendencia que abarca toda la zona histórica. Quien desde fuera espere una letanía de pérdida de servicios y de tiendas y de incomodidad para los coches se defrauda: en la tienda de alimentación San Basilio, en la calle de Enmedio , reina la alegría. Allí está comprando Carmen Gutiérrez , que llegó al barrio hace cuatro años desde Barcelona, con su marido cordobés: «Aquí vivir es muy cómodo y muy bonito, con muy buena gente, y además están los Patios ». Eligieron el Alcázar Viejo porque les gustó su estampa de barrio antiguo y su estética, pero ya empieza a dar una de las claves de lo que sucede. Quizá antiguamente fuese más barato comprar allí una casa, «pero ahora está caro». La vida es cómoda porque pueden comprar de todo cerca. Allí, en la calle de Enmedio, pero también en supermercados más grandes que están en el barrio de Vallellano, muy pocos metros más arriba. «No lo cambiaría por otro», concluye. Algunas claves más da María Dolores Macías Vaz, que no conoce para vivir otro barrio. En la parroquia de Nuestra Señora de la Paz, popularmente San Basilio, se bautizó, se casó, bautizó a sus hijos y en el columbario reposa su marido y espera descansar ella cuando llegue el día. «Como no he probado otro sitio, mejor que éste ninguno, porque es muy familiar y todos nos conocemos. Es como un pequeño pueblo dentro de Córdoba», dice, pero a partir de ahí explica lo que sucede. Por un lado el alquiler empieza a dar problemas «por la falta de confianza» así que la salida, cuando una casa se ha quedado sin habitantes es la venta. No es barata, pero ahora en un gran número el comprador la utiliza como alojamiento para turistas. No todo el mundo puede afrontar lo que cuesta comprar alguna de las casas de San Basilio y afrontar la reforma, así que obtienen un rendimiento notable con la vivienda para los visitantes. «Ahí es donde está el problema. Cuando acordemos, se habrá perdido la esencia del barrio, ya que sólo hay visitantes. Habría que controlar los alojamientos turísticos», dice. En los fines de semana el único ruido que se escucha en las calles del Alcázar Viejo es el de las maletas que ruedan por sus calles de bolo y chino cordobés. Y todavía no representa un problema grave de convivencia, al menos no siempre. «Mientras el alojamiento turístico se 'selecciona' un poco, no crea un problema. Pero no deja de ser un negocio, y vienen despedidas de solteros y eso sí que es un inconveniente, porque nosotros tenemos una media muy alta de personas mayores», resume María Dolores Macías. En esa pérdida de la armonía que tiene el barrio está el gran peligro para San Basilio y el motivo principal de que el barrio esté empezando a perder población : las casas dejan de estar a su alcance. Pone como ejemplo la antigua joyería La Milagrosa, una de las más tradicionales de Córdoba. Su lugar, en esa misma acera de la calle de Enmedio, lo ocupa un inmueble que se destina a viviendas turísticas y que en el nombre lleva su pasado: La Joya de los Patios. Los vecinos del barrio de San Basilio, algo más de 800 según el último censo de población, no están en contra de que lleguen visitantes , pero sí que hacen hincapié en que no todos son iguales. «Ya en este barrio son demasiadas viviendas turísticas. El establecimiento va directamente a la calle, es decir, si no hay vecinos, crea menos problemas, pero si esta en un segundo, y en este barrio más de un segundo no puede se puede edificar, la limpieza y el ruido de las maletas pueden crear problemas», explica. Y se están dando casos: hay casas en que hay una sola vivienda estable y el resto son alojamientos turísticos. Porque para los vecinos que siempre han habitado San Basilio la familiaridad y la confianza son valores fundamentales. En la tienda, la única del barrio, Fran, la dependienta, auxilia a las personas mayores con las monedas, por ejemplo, y eso es algo que no encontraría en cualquier otro supermercado. La circulación en las zonas históricas es siempre especial, pero en una parte notable, los vecinos del Alcázar Viejo tienen cocheras en sus casas y una zona terriza al aire libre donde pueden aparcar. Sólo tienen que solicitar el acceso a la zona restringida, probar que habitan en la zona y el Ayuntamiento les permite el acceso por la pilona que está en la Puerta de Sevilla, mientras que la salida está en las Caballerizas Reales. El problema, dice María Dolores Macías, está en la fiesta de los Patios . San Basilio tiene 14, y entre los más famosos y premiados. «Si llegamos a una hora determinada de la mañana, aunque sea de trabajar o de comprar, hay que dejar el coche fuera y no se puede meter en la cochera hasta las doce de la noche o más», afirma. Eso es así porque en los días en que dura la fiesta de mayo se da prioridad a los visitantes, que llenan las calles en las largas colas que hay para conocer los recintos. No es nada cómodo, cuando muchas veces tienen que regresar cargados de haber hecho alguna compra importante. Otros optan por algún acuerdo con el aparcamiento que está junto al cementerio de Nuestra Señora de la Salud. Eso sí, insiste en la felicidad de vivir en el barrio: «Nunca me he movido de él, y si Dios quiere nunca me moveré de aquí». En la tienda atiende Francisca Onetti , a la que todo el mundo conoce por Fran. Su familia empezó con el establecimiento hace unos 40 años. Vive en la misma calle de Enmedio y al hablar de la pérdida de población también insiste en las viviendas turísticas: «La vivienda está muy cara, y lo es para comprar, derruir y hacerlo nuevo. Una familia no se lo puede permitir, pero sí una empresa que quiere ganar dinero con el turismo». Es un fenómeno bastante reciente, porque apenas se daba antes de la pandemia. La irrupción del Covid cambió muchos hábitos y eso también tocó al turismo. También para su tienda: los visitantes llegan sobre todo a partir de los jueves, y como encuentran el apartamento vacío, compran alimentos para desayunos y meriendas. Cambia la clientela, pero tampoco le gusta tener menos clientes de los de siempre. La impresión la constata Isabel Álvarez , que reside en San Basilio desde hace seis años: «Los pisos turísticos han ido en aumento y han distorsionado. La gente corriente ya no puede tener una vivienda en el barrio». Después de San Basilio, el barrio de la Catedral es el que más habitantes perdió, ya que pasó de 2.837 a 2.745, lo que supone una bajada del 3,2 por ciento. El paseo por la calle Cardenal González , una de las grandes arterias del barrio, muestra pisos turísticos y restaurantes pensados para los visitantes y sólo por ciertas calles hay indicios de vida estable. En la calle Alfayatas está Casa Andrea , y allí atiende Verónica Ruiz Moreno desde hace más de veinte años. No reside allí, pero sí ha visto la evolución: «Hasta hace unos años se vivía muy bien; ahora con el mayor peso del turismo es diferente, pero la gente que vive aquí no se quiere mover. Está contenta con su barrio, aunque sea diferente». Han crecido los pisos turísticos , y no tiene por qué ser malo, aunque se pierda la esencia. Lo que quedan son personas mayores, y la opinión está dividida entre quienes viven bien y quienes se quejan. A muy pocos metros, en la plaza de Abades, está El Gallo de Oro, donde Lourdes Martínez , vecina de la Judería, sirve pollos asados. «La vida es muy bonita, porque todo el Casco Histórico es un monumento. Sales y los ojos se te llenan de belleza , pero la contrapartida es que la vida es un infierno. Como en la cárcel, necesitamos un permiso para entrar en coche y otro para salir». Así es su resumen, mientras se queja de que los pisos para jóvenes se hagan fuera de la zona antigua. Hay muchos solares municipales apropiados, y se volvería a los años ochenta, cuando todavía había muchos estudiantes. Su negocio siempre había vivido de los vecinos, y ahora llegan familias de turistas y les atiende encantada, pero el barrio está lleno de solares y de pintadas, y no deja de perder habitantes. Y eso sí: distingue entre los clientes de los hoteles, más cívicos y tranquilos, y los de los apartamentos.