Cómo afectan las copas que te tomes de más a la hora de coger el coche
El alcohol provoca en nuestro organismo gran cantidad de síntomas incompatibles con la conducción segura. Efectos que además pueden variar y potenciarse en función del peso, el sexo, la edad y la salud de cada persona, de cómo y cuánto se consume, del tipo de bebida alcohólica y de la combinación de esta con medicamentos y otras drogas. «El alcohol es una sustancia psicoactiva y altera las funciones psicomotoras y perceptivas, capacidades necesarias para conducir: la coordinación, la atención, la visión, la conducta, la toma de decisiones… Conforme aumenta la cantidad de alcohol en el organismo, esos efectos persisten y aumentan. Su potencia puede variar, pero siempre afecta», explica Julio Pérez , asesor médico del Observatorio Nacional de Seguridad Vial de la Dirección General de Tráfico. El consumo de alcohol al volante continúa siendo hoy uno de los mayores factores de riesgo para la seguridad vial. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que los usuarios de la vía pública bajo sus efectos tienen un riesgo de accidente «significativamente mayor» y estima que el alcohol está implicado en uno de cada tres siniestros viales: «Es un gran problema de salud pública que afecta no sólo al consumidor, en muchos casos también a personas inocentes como pasajeros y peatones», subraya la OMS. Actualmente, la DGT estudia rebajar la tasa máxima de alcoholemia para conductores de 0,5 gramos por litro (g/l) de sangre a 0,2 g/l, una medida que requeriría reformar la Ley de Seguridad Vial. «Con esta disminución de la tasa de alcoholemia máxima legal permitida se espera reducir el porcentaje de conductores que se ponen al volante tras haber consumido alcohol y con ello los siniestros asociados. El impacto se espera no sólo en el intervalo de tasas 0,2-0,5 g/l, sino también en valores superiores. En Suecia y Noruega, dos países de referencia, se observó una reducción significativa de la siniestralidad tras implantar la tasa de 0,2 g/l», afirma Álvaro Gómez , director del Observatorio Nacional de Seguridad Vial de la DGT, y añade que esta medida «se complementará con la implantación del alcolock en autobuses, el aumento de los controles y un proyecto sobre personas reincidentes en su consumo». «La propuesta de reducir a 0,2 g/l en realidad debe entenderse como «ni una sola bebida con alcohol si voy a conducir» y debería aclarar su incompatibilidad con la conducción», opina Jesús Monclús , director del Área de Prevención y Seguridad Vial de la Fundación Mapfre. Y agrega: «Ya lo decía Stevie Wonder hace 40 años: si bebes, no conduzcas». Y parece que todavía no lo hemos entendido». Y es que a pesar del peligro que supone asociar alcohol con conducción -las estadísticas descritas reflejan las consecuencias-, aún hay ideas equívocas -como «es posible beber y conducir seguro»- y baja percepción del riesgo de circular con las capacidades mermadas, algo que los expertos relacionan con la falta de responsabilidad y también al desconocimiento, explica Patricia Pérez , psicóloga del Observatorio Nacional de Seguridad Vial de la DGT. «Este problema es claramente distinto al de la velocidad y las distracciones. Estamos acostumbrados a socializar con alcohol, incluso cuando tenemos que conducir a continuación. Por otro lado, no hemos prestado suficiente atención a los conductores reincidentes o los que dan positivo en un control con tasas altas. Sí, concienciar del peligro de la primera copa es difícil, y luchar contra un problema de consumo lo es aún más. En estos casos son necesarias intervenciones psicosociales y sanitarias además de la amenaza de multa o de otro tipo de sanciones. Es necesario un conjunto de medidas contra el alcohol, empezando por educarnos y concienciarnos de que la primera bebida ya nos hace peores conductores», concluye Monclús.