La inseguridad, el arma contra las mujeres

La inseguridad, el arma contra las mujeres

Desde que tengo recuerdos, siendo una niña pequeña, he odiado mi cuerpo. He sabido que había algo feo en él, algo que estaba mal. Pero mi caso no es una rareza, hablen con las mujeres de su alrededor, pregunten, pregunten de verdad.

La adulta que soy hoy siente un dolor enorme al recordar a la niña que no debería nunca haber mirado su barriga redonda y preciosa, propia de su edad, y desear con fuerzas que cambiase, que desapareciese. Por eso, esta adulta que escribe, que sigue arrastrando esos complejos y emociones negativas por más que haya teorizado, reflexionado, aprendido e ido a terapia, porque las emociones de la infancia se graban a fuego, no puede más que desear convertirse en una dragona escupe fuego ante casos como el de la ya retirada lona publicitaria de Clínicas Dorsia, esa que presumía de mejorar el panorama de las playas gracias a las operaciones de aumento de pecho.

Las mujeres sanas, con estabilidad emocional y seguras de sí mismas son un peligro para el sistema. Es la triste conclusión a la que he llegado tras tratar de entender toda esta violencia hacia nuestros cuerpos. Déjenme que lo desarrolle.

Una vez creado el miedo a no encajar, a no merecer ser mirada, querida, nombrada, aparece la necesidad de consumir productos que arreglen todo eso que está mal

No es ningún secreto que hay un negocio millonario en crear inseguridad sobre el físico de las mujeres. El bombardeo mediático es continuo, hagan la prueba y abran las redes sociales de una adolescente o una mujer adulta, lean una revista femenina. Es imposible escapar. Tu vientre no es lo plano que debería ser, tu piel tiene manchas que te avejentan, tus brazos están flácidos, qué horror, tu culo tiene celulitis, tienes poros, tienes ojeras, tienes marcas de acné, tienes líneas de expresión.

Estos rasgos, los naturales de cualquier mujer viva, se convierten en una amenaza, porque desde niñas, aprendimos que las protagonistas de los cuentos, las películas, los cómics y todo nuestro imaginario del mundo, las únicas dignas de ser nombradas y representadas, eran mujeres bellas, es decir, irreales. Solo las villanas escapaban del canon, tenían el culo gordo, narices grandes, el pelo oscuro y más de 20 años, eran malas.

Una vez creado el miedo a no encajar, a no merecer ser mirada, querida, nombrada, aparece la necesidad de consumir productos (cremas, tratamientos estéticos, dietas, etc...) que arreglen todo eso que está mal. El sistema lo disfraza de autocuidado, de gustos, de deseo.

Una mujer que se siente insegura es una mujer que rechaza proyectos por no verse capaz, una mujer insegura titubea en reuniones, teme alzar la voz para reclamar derechos

Pero déjenme que vaya un poco más allá, porque no se trata solo de consumir. La inseguridad, como muy bien explicaba Naomi Wolf en su clásico ensayo “El mito de la belleza”, es un arma de control de las mujeres. Siempre que las mujeres han avanzado en la consecución de derechos y libertades, el capitalismo ha lanzado una contraofensiva. Cuando en Europa y EEUU las mujeres consiguieron derechos reproductivos y con ellos, una mayor sensación de control sobre sus cuerpos, curiosamente, el peso de las modelos en el mundo de la moda descendió un 23% y los trastornos alimenticios se dispararon. Dice Wolf: “Las economías occidentales dependen absolutamente de la remuneración insuficiente que reciben las mujeres. Era urgente y necesaria una ideología que les hiciera sentir que valen menos para contrarrestar el hecho de que el feminismo empezaba a hacernos sentir más valiosas”.

Piénsenlo, una mujer que se siente insegura es una mujer que rechaza proyectos por no verse capaz, una mujer insegura titubea en reuniones, teme alzar la voz para reclamar derechos, tira la toalla a veces, elige pasar inadvertida, rehúye adquirir demasiado protagonismo, teme ser tachada de soberbia, de marimandona, de ambiciosa. Una mujer insegura dedica demasiado tiempo, demasiada energía, demasiado dinero, demasiado sufrimiento a intentar cambiar todo lo que piensa que está mal en ella. Una mujer insegura no supone un peligro para los puestos  y estructuras de poder que mayoritariamente, siguen ocupando y controlando los hombres.

No tenemos que cambiar nuestros cuerpos, tenemos que cambiar el mundo

También yo me he culpado por tener una autoestima frágil y he pensado que mi inseguridad era un problema mío y solo mío. Pero aquí otra trampa. Mientras el sistema nos dice revísate, cambia de actitud, haz coaching, haz trabajo de crecimiento personal, cúrate tú, nos olvidamos de que el verdadero problema está ahí fuera. Como dice brillantemente la artista visual Raquel Manchado: “Una sola persona no puede acarrear el inmenso peso de ver belleza donde nos han convencido de que solo hay fealdad. El amor propio como concepto de construcción individual tiene la consistencia de una castillo de naipes. Es difícil amarse en un mundo que te odia”.

No tenemos que cambiar nuestros cuerpos, amiga, compañera, compañeros, tenemos que cambiar el mundo. Destinemos nuestras energías a ello.

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