Zverev y un exclusivo club de elegidos

Entiende el planeta tenis que lo ha ocurrido en los últimos años en Roland Garros ha sido un milagro. Alargado en el tiempo, eso sí, pero un milagro al fin y al cabo. Que será imposible que se vuelva a dar en un tiempo corto, medio e incluso largo. Que ganar 112 partidos de 116 posibles en un mismo torneo es, simplemente, Nadal. Porque no se puede explicar de otra manera esta superioridad en la que solo ha habido tres jugadores que han sido mejores que el balear en esta tierra sagrada. Alexander Zverev es el último de esta cortísima lista de exclusividad en la que se une a Robin Soderling y Novak Djokovic . Y ya. El alemán advertía que quería enfrentarse a Nadal en París para borrar un recuerdo aciago: esa semifinal de 2022 en la que peleó con el balear durante tres horas en los que apenas se había disputado un set y casi un segundo, antes de que la fatalidad lo hiciera caer al suelo, en un resbalón incontrolado, y su brillante actuación en la noche parisina acabara entre lágrimas y muletas, con un tobillo derecho roto por mil sitios y que dio paso a una penitencia de muchos meses antes de volver a ser quien era. Con todas las dudas que le surgieron en el camino de si podría volver a ser él. Pero en un ejercicio nadaliano, Zverev apostó por sí mismo, por confiar en los médicos, en la recuperación, y en su amor por el deporte. Y día a día fue recuperando el tono, la forma, la velocidad, la potencia, a sí mismo. Hasta borrar aquel mal recuerdo y pintar uno mucho más alegre, brillante incluso, porque concluye con hollar este Everest particular en el mundo del tenis que es ganar a Nadal en la Philippe Chatrier. Que no es el Nadal de 2022, es verdad, pero sigue siendo Nadal: 112 victorias de 116 posibles. Noticias Relacionadas estandar No Tenis Alcaraz sacude los nervios, los miedos y a Wolf en su estreno en Roland Garros Laura Marta estandar No Tenis 2005, el primer Roland Garros de Nadal: Con Burgsmuller empezó todo Laura Marta Un milagro que comparte Zverev con Robin Soderling. El sueco había ganado cuatro títulos ATP 250 antes de esa ronda de octavos de final de Roland Garros 2009 que lo catapultó a la fama. Se enfrentaba con el invencible Nadal, cuatro títulos en la Chatrier antes de ese partido. Pero salió todo a su favor: un buen partido suyo, y un irregular partido de Nadal. Años después, Jo-Wilfried Tsonga y Gael Monfils señalaban que el balear estaba con anginas en esa edición del torneo, y que quizá eso pudo haber minado la capacidad de juego del de Manacor. Pero nada de eso se supo ese 31 de mayo de 2009 en el que el sueco humanizó a Nadal por primera vez en París, cuando ya circulaba con la etiqueta de extraterrestre por todos los torneos de tierra batida que pisaba. Bromista a veces de mal gusto y con cierta tendencia a los malos gestos, Soderling era el chico malo del circuito por aquel momento. Pero cuajó todo para que se impusiera en ese partido de octavos de tres horas y media (6-2, 6-7 (2), 6-4 y 7-6 (2)). No sin pelear, no obstante, porque es la única manera de tener una oportunidad contra Nadal, y no siempre sale cara. Ciento doce veces ha salido cruz. «Nadie creía que pudiera ganar a Nadal, me quitó presión», recordaba hace unos años sobre ese momento crucial en su carrera. Y analizaba así una posible fórmula para el éxito: «Hay muchos jugadores que cuando se enfrentan contra él no creen al cien por cien en la victoria. Por eso a veces, Rafa o Roger tenían la mitad de la victoria antes de comenzar». Esa confianza le valió para triunfar sobre Nadal, pero no le bastó para llevarse el título, a pesar de la proeza. El sueco todavía bromea sobre aquella final contra Federer, la única Copa de los Mosqueteros que pudo levantar en toda su carrera: «Aún espero que me dé las gracias». Porque ni siquiera el suizo, que se enfrentó a Nadal en París en cinco ocasiones, cuatro finales, pudo vencerlo ni una sola vez. El otro nombre que lo consiguió fue Novak Djokovic. El único que lo ha podido hacer dos veces. Ganar a Nadal en Roland Garros es como un título emocional que, sin embargo, no te garantiza el premio al final de las dos semanas. Lo sufrió Soderling 2009 y también el serbio en ese 2015 en el que superó al balear por primera vez, por 7-5, 6-3 y 6-1 en dos horas y 26 minutos. A estas alturas de sus respectivas carreras, Djokovic se había convertido en el tercer hombre en la rivalidad por los grandes récords del tenis. Ya habían sido 43 duelos, con un balance favorable al español por 23-20. Incluso habían pasado por esas rachas increíbles de siete finales consecutivas para el serbio. Eran enemigos y así lo aceptaban, también la afición, expectante y sorprendida en esa ronda de cuartos tan apegada a la realidad: Djokovic llegaba cargado de confianza y Nadal, con dudas. Once títulos registró el serbio en ese año; superando su propio récord de una decena de trofeos que cosechó en 2011. Solo con el mordisco en Buenos Aires llegó el español, caído en cuartos de final de Australia, semifinales de Río, cuartos de Indian Wells, segunda ronda en Miami, semifinales en Montecarlo, segunda ronda en Barcelona, final en Madrid y cuartos en Roma. Y en París, la superioridad de Djokovic se impuso con cierta facilidad. Pero se creyó el serbio que ya estaba hecho lo más difícil. Quizá tenía razón, pero salió tan convencido de que ya tenía el título en la mano tras derrotar a Nadal, que en la final lo sorprendió un Stan Wawrinka despreocupado. Campeón en París por única vez en su carrera, para desesperación de Djokovic. Una derrota que escoció mucho, pero que también le sirvió para alimentar la venganza. Ganó la Copa de los Mosqueteros en 2016, pero sin la comparecencia de Nada, que se retiró por problemas en la muñeca en la segunda ronda. Sin embargo, y aunque tardó, el reto de una segunda victoria de Djokovic sobre Nadal se fue fraguando desde entonces. Llegó en 2021, en semifinales, capítulo 58 de su rivalidad, penúltimo hasta el momento. En un partido loco de cuatro horas y once minutos que fue a arreones de inspiración, y esta no le aguantó a Nadal más que el primer set (3-6, 6-3, 7-6 (4) y 6-2). «Cuando el rival juega mejor que tú, cuando está en mejor forma que tú, solo hay una cosa que hacer: felicitarlo. Lo dije antes del partido: aceptaría si la derrota llegara. Y ha llegado. La acepto», argumentaba el de Manacor. «He hecho el mejor tenis de mi vida», resumía el número 1. Solo así se explica poder ganar al balear, por segunda vez, en París. Y aun así, solo son cuatro derrotas para el español, en 116 encuentros; solo tres nombres. Por eso, en el currículo de Zverev se une esta vez una línea más: además de las vitrinas que llene en su carrera, ha ganado a Nadal en Roland Garros.

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