La peor tarde que se le recuerda a Lunin y la bisoñez en general de una Ucrania presa de los nervios, con exceso de responsabilidad quizá por saber que representa a un país en guerra, permitió a Rumanía lograr una victoria tan cómoda como sorprendente en Múnich. Sin alardes, sin estrellas, pero siempre con oficio y corazón latino, lo que le permitió sacar el billete para la Eurocopa por delante de Suiza, el combinado de Edward Iordanescu, hijo del mítico Angel, completó un notable ejercicio defensivo y arriba mostró una contundencia impensable.