La vida de los otros
Cuarenta años después, he regresado a Berlín. Tenía diecinueve años cuando la visité por primera vez, invitado por el gobierno alemán, cuya sede estaba entonces en Bonn, una ciudad que más parecía un pueblo de burócratas imperturbables. Todavía no alcanzo a comprender por qué los alemanes perdieron su tiempo y su dinero invitándome a su país, como si yo fuera un hombre importante. No lo era, desde luego. Apenas tenía un programa de televisión y una columna en un periódico. Quizás querían tener a un amigo en mí. Читать дальше...