A punto estuvo aquella mañana de no encender el ordenador, porque había pensado dedicarla a enjalbegar la maltrecha pared de la trasera, que después vienen las lluvias y nunca encuentra el momento. Pero se levantó con un inoportuno dolor de espalda y decidió dejar la espátula para mejor ocasión. Desde que su marido murió ella se encargaba de las labores de mantenimiento de la casa, y aunque en el pueblo nunca faltaban ofrecimientos de ayuda ella prefería enfrascarse en las tareas sola, para burlar las horas muertas y espantar la nostalgia. Читать дальше...