La Casa Blanca arremete contra las protestas violentas pro palestinas, que se extienden a California
Han pasado 56 años desde la última vez que se vio a la policía entrando en el edificio Hamilton Hall de la Universidad de Columbia para poner fin a una ocupación estudiantil. Entonces los jóvenes protestaban por la guerra de Vietnam, ahora se levantan por el pueblo palestino. La escalada de tensión en ambos casos ha seguido el mismo camino y se ha cerrado con el mismo final. La noche del marte una treintena de agentes bien protegidos con sus equipos y cascos entraban al edificio Hamilton Hall dentro del campus utilizando un camión con grúa extensible y sacaban a la veintena de manifestantes pro-palestinos que se habían atrincherado allí la noche anterior.
En jardín del campus, donde está la acampada, la policía se dividió en dos grupos y fueron revisando cada tienda de campaña en busca de infiltrados. La dirección de la universidad defiende que los alborotadores no son alumnos del centro (y los que sean de momento ya están suspendidos de la escuela). Desde el martes, el acceso al campus estaba únicamente permitido a personal esencial y a los estudiantes que durmieran en una de las 7 residencias que hay dentro.
La operación se saldó con decenas de detenidos y la orden de que la policía permanecerá allí hasta el 17 de mayo, dos días después de la ceremonia de graduación, para mantener el orden. «No tenía más remedio», lamentaba la decana de la Universidad de Columbia, Nemat Shafik el martes por la noche tras haber llamado a la policía de Nueva York para que desalojara el edificio. La presidenta había dicho que no recurriría a las fuerzas del orden porque eso podría empeorar la situación, pero el martes por la noche el alcalde de la ciudad Eric Adams se reunió con la policía y en rueda de prensa dejaron claro que «esto tiene que parar», refiriéndose a las protestas en el campus neoyorquino.
Después de 12 días de protestas y más de 100 tiendas de campaña instaladas en el centro del campus, la toma del edificio tensó más la situación porque la universidad no podía funcionar con normalidad. Se cancelaron las clases, exámenes finales, y muchas sesiones se pasaron online en el último momento lo que alteró los planes de miles de profesores y alumnos que llegan a pagar hasta $90.000 dólares anuales por estudiar en Columbia.
Las decenas de arrestos el martes fueron la culminación de más de una semana de tensión, en la que Columbia se convirtió en el epicentro de las protestas en los campus de todo el país. Y mientras en Nueva York se trataba de controlar la situación, en la costa este, a 4.500 kilómetros, en la famosa UCLA (Universidad de Los Ángeles, California), la policía dispersaba un violento enfrentamiento entre manifestantes pro- palestinos y pro-Israel. La policía entró en el recinto después de que se instalara un campamento que la universidad había calificado de «ilegal». Allí también terminaba la noche con varios detenidos que se sumaban a los más de 1.000 arrestos que ha habido en las protestas universitarias de todo el país en los últimos días. Ha habido arrestos y se han cancelado clases en al menos 25 universidades de 21 estados del país.
Los campistas, algunos con palos de madera, se reunieron para defender el perímetro del campamento, informó Los Angeles Times, que aseguró que la violencia desatada en las últimas horas es la más grave vivida en el campus desde que los contramanifestantes, que apoyan a Israel, establecieron una zona de duelo cerca de donde acampan los manifestantes contra la guerra de Gaza.
Después de la medianoche, algunos intentaron entrar en el campamento y los campistas utilizaron gas pimienta para defenderse, mientras los guardias de seguridad observaban los enfrentamientos, asegura Los Angeles Times.
«Esta noche ocurrieron horribles actos de violencia en el campamento e inmediatamente llamamos a las autoridades para solicitar apoyo mutuo. En el lugar se encuentran bomberos y personal médico. Estamos asqueados por esta violencia sin sentido y debe terminar», dijo en un comunicado Mary Osako, vicerrectora de Comunicaciones Estratégicas de UCLA, según el rotativo.
Los incidentes de UCLA forman parte de la mayor ola de protestas universitarias ocurridas en Estados Unidos desde la década de 1960, en las que decenas de estudiantes, profesores y personal de los centros educativos exigen el fin de las acciones de Israel en Gaza y que se prohíban las inversiones de empresas que venden armas o servicios al país hebreo.
Desde la Casa Blanca han condenado la actitud de los jóvenes manifestantes. En un comunicado, Washington afirmaba que el presidente Joe Biden respeta la libertad de expresión, pero no apoya la manifestaciones violentas e ilegales. «Los estadounidenses tienen el derecho a la protesta pacífica, siempre y cuando se cumpla con la ley. Y tomarse un edificio por la fuerza no es (algo) pacífico», dijo la portavoz de la Administración de Biden, Karine Jean Pierre, durante una rueda de prensa. Al ser preguntada por las denuncias de uso excesivo de la fuerza contra los estudiantes, Jean-Pierre se negó a comentar sobre el actuar de «las fuerzas del orden locales».
La portavoz señaló que los manifestantes forman parte de un «pequeño porcentaje» de estudiantes que están «alterando la experiencia académica» de los demás universitarios. «Lo importante es que los estudiantes se sientan seguros (...) y debemos ser fuertes aquí y seguir condenado el antisemitismo», subrayó Jean-Pierre. El alcalde de Nueva York, el demócrata Eric Adams, aseguró que entre los manifestantes en Columbia había «agitadores externos», pero no ofreció más detalles sobre cuántos individuos ajenos al campus fueron arrestado.
Las protestas no juegan a favor del candidato electoral demócrata, que está perdiendo el apoyo de un electorado importante, los jóvenes. A Biden le piden que deje de apoyar a su socio el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y a sus instituciones que rompan lazos financieros con cualquier empresa o donante que apoye Israel. Si las manifestaciones siguen, podrían convertirse en una gran piedra en el zapato para Biden.