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La antigua estación de tren de Huelva, auténtica joya patrimonial neomudéjar, adquiere una nueva vida

Concebida e impulsada por el empresario alemán Guillermo Sundheim con la intención de ofrecer una apropiada conexión entre el ingente tráfico de personas y material minero que llegaba a la ciudad con motivo de las minas del norte de la provincia, Huelva-Término (también conocida coloquialmente como la estación de Sevilla) fue una estación de ferrocarril situada en el municipio andaluz que en pleno siglo XIX llegó a contar con una playa de cuatro vías y a tener una reserva de locomotoras.

Sin esquinar conscientemente el contexto histórico, hay que tener en cuenta que el ferrocarril llegó a Huelva en 1880, cuando la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante concluyó las obras de la línea férrea que unía Sevilla con Huelva. La cómoda orografía permitió que el trazado se construyera sin dificultades y pocos años después, en 1886, se puso en funcionamiento el tramo Huelva-Valdelamusa de la que sería la tercera línea férrea en llegar a la ciudad y que se prolongaría hasta Zafra en 1889. Era la época en la que las estaciones de tren se convirtieron en depositarios escénicos de historias inconclusas, de despedidas obligadas, de besos acelerados practicados en la clandestinidad de la prisa, de pañuelos blancos agitados desde la ventanilla, de miradas que se perdieron por la finísima orilla de los rieles.

Sundheim encargó entonces a los arquitectos Jaime Font y Pedro Soto un edificio de estilo neomudéjar con importantes reminiscencias de la arquitectura islámica, como arcos de entrada de herradura, fachada en ladrillo visto y almenas. La estación ya no era un simple espacio regido por la funcionalidad del tránsito y el desplazamiento sino que además se proyectaba como una construcción con fines de coherencia estética. En él destacaban dos torreones en los laterales mayores que la nave central.

Su composición simétrica de tres cuerpos estructuraban su esqueleto de la siguiente manera: el central era de una planta, con cubierta a dos aguas sobre armadura, mientras que los cuerpos laterales disponían de dos plantas. Las altas, se encontraban destinadas para su uso como viviendas. El edificio estaba levantado en fábrica de ladrillo visto aplantillado, con formas muy depuradas, un remate superior realizado con almenas califales y frontones centrales en neomudéjar aragonés y un zócalo de granito. Todo ello dotaba de una armonía visual muy agradecida su contemplación hasta que en 2018, tras 130 años de servicio, fue cerrada al tráfico por la apertura de la nueva estación ferroviaria de Huelva, produciéndose la llegada del último tren a esta estación la noche del 22 de abril, procedente de Sevilla. ¿Qué historias arrastrarían consigo los pasajeros de ese último viaje? ¿Qué forma habría adquirido su mirada en comparación con las emitidas siglos atrás en ese mismo lugar?

Sin necesidad de responder a cosas que nunca sabremos cómo ocurrieron, lo extraordinario de todo este recorrido nostálgico por la cronología de la estación es que va a recuperarse. Pilar Miranda, la actual alcaldesa de Huelva y el presidente de la Diputación, David Toscano, han catalogado como decisiva la iniciativa de un proyecto "que marcará un hito en nuestro compromiso con la preservación del patrimonio histórico provincial y que impulsará una administración moderna y eficiente, acorde con las necesidades del siglo XXI". Asimismo, la recuperación de la estación, han remarcado, es un "compromiso tangible con la ciudadanía de toda la provincia" y un "reto apasionante", que convertirá este espacio en un centro sociocultural "para uso y disfrute de todos los municipios, enmarcado en el futuro parque del ferrocarril, un proyecto que incluye la reconstrucción de una parte de la vía y la instalación de maquinaria histórica".

Esta operación, han añadido, garantiza la conservación de un espacio arquitectónico e histórico singular, "por la que han pasado durante décadas vecinos y vecinas de todos los rincones de Huelva". Miranda ha mostrado su satisfacción por la firma del convenio y ha afirmado que "es un día de celebración porque ya estamos un poco más cerca de la rehabilitación de un espacio único, de enorme valor histórico y sentimental para la ciudad, que permitirá que contemos con un nuevo centro sociocultural". Por su parte, el arquitecto Julio Sánchez y director del proyecto, ha expuesto los detalles del mismo y su contexto histórico: un edificio de 145 años y su evolución, desde su situación en la periferia de la ciudad a encontrarse en el centro actual, con el cambio de la esencia del lugar y su nuevo uso.

La propuesta de intervención incluye un total de 1.100 metros cuadrados, distribuidos en "grandes espacios y muy versátiles"; el edificio dispondrá de dos salas multifuncionales para exposiciones y conferencias. También se recuperará la marquesina de la zona de los andenes como espacio para catering exposiciones y zona de estar; la planta superior contará con otras dos salas, unidas por una pasarela, que albergarán una exposición permanente sobre el ferrocarril y el uso original del edificio. Una nueva vida, una nueva forma, un nuevo espíritu cultural condensado para una pequeña joya arquitectónica neomudéjar por la que nunca dejaron de sucederse las vidas y recuerdos de las gentes corrientes.

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