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Javier Nieto, nefrólogo: «Si los fumadores cambian a productos libres de humo tienen menos riesgo»

Javier Nieto, nefrólogo: «Si los fumadores cambian a productos libres de humo tienen menos riesgo»

Entrevista al presidente de la Sociedad Castellano-Manchega de Hipertensión y Riesgo Vascular. Estas alternativas reducen la exposición a sustancias tóxicas en un 95% respecto al cigarrillo

El tabaquismo causa más de ocho millones de muertes al año en todo el mundo. En concreto, en España supone 60.000 fallecimientos de fumadores y otros 1.200 por exposición al humo ambiental en personas que no han fumado nunca. Sin embargo, hoy en día, todavía hay más de 1.000 millones de fumadores en el mundo. La Sociedad Española de Hipertensión y Riesgo Vascular y las sociedades autonómicas consideran en el «Documento de consenso sobre tabaquismo y riesgo vascular» que el cambio total a productos sin humo puede ser una alternativa menos peligrosa para la salud de los fumadores que no consiguen dejarlo. Este texto se analizó en profundidad durante el 29º Congreso Nacional de la Sociedad Española de Hipertensión y Riesgo Vascular en el que participó Javier Nieto, especialista en Nefrología, presidente de la Sociedad Castellano-Manchega de Hipertensión y Riesgo Vascular y jefe de la Unidad de Hipertensión y Riesgo Vascular del Hospital General Universitario de Ciudad Real, que ahonda sobre esta recomendación en una entrevista concedida a LA RAZÓN.

¿Qué hace a los productos libres de humo menos perjudiciales?

En España hay entre 9 y 10 millones de fumadores, de los cuales la mitad han decidido no dejar de fumar y de los que lo intentan, la mitad no lo consiguen. Con las alternativas se hace una gestión del daño. Se intenta modificar o reducir el riesgo al que se exponen los pacientes cuando inhalan las sustancias que contiene el humo del cigarrillo tradicional. En concreto, 100 de las 7.000 sustancias químicas que tiene el cigarrillo tradicional son dañinas o potencialmente dañinas para diferentes niveles de cáncer, enfermedades cardiovasculares, pulmonares o reproductivas. Si los pacientes consiguen cambiar completamente a los productos libres de humo, tendrán menos riesgo de padecer estas enfermedades.

¿Hay evidencias que lo demuestran?

En Suecia, el snus aparece en los años 70 del siglo pasado y ya hay evidencias a largo plazo. En el resto del mundo, las alternativas libres de humo son prácticamente de los años 90 y no ha habido tiempo de comparar sus efectos a largo plazo frente al tabaco. No obstante, sí hay estudios a medio plazo que evidencian una importante mejora de los pacientes. Parece haber menos eventos cardiovasculares más potentes siempre que los comparamos con aquellos pacientes que no han dejado de fumar. Se trata de disminuir el riesgo al que se expone una población muy importante y probablemente en un futuro no muy lejano tendremos datos en los que se pueda evaluar que esa disminución del riesgo se transforma en una disminución de enfermedades. La otra alternativa es «fuma o deja de fumar». ¿Y qué hacemos con el que no deja de fumar?

¿Puede nombrar algún estudio concreto?

El Instituto Cochrane ha demostrado después de varios estudios clínicos con 70.000 pacientes que la probabilidad de dejar de fumar usando vapeadores es muy similar o algo superior a cuando se usan medicamentos como la vareniclina, cuya receta (Champix) se paralizó por la contaminación de algunos lotes. Está claro que la cantidad de tóxicos se reduce en estos productos en un 95%. En este sentido, las autoridades británicas han regalado un millón de vapeadores a los fumadores que quieren dejarlo porque consideran que el riesgo es inferior y hay países como Australia y Nueva Zelanda que avanzan en el mismo sentido.

Aunque no tengamos datos fehacientes de reducción de enfermedad, si nos fijamos en los marcadores que miden la reducción del riesgo, esto podría conllevar una reducción de las enfermedades de todos estos pacientes en un futuro. Al haber un 95% menos de sustancias cancerígenas en las alternativas libres de humo, hay pacientes que han mejorado en la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) cuando se han pasado a estos productos.

¿Se debe combinar el impulso de las alternativas para fumadores que no pueden dejarlo con una regulación más estricta para los jóvenes?

El Gobierno británico acaba de prohibir la venta de dispositivos electrónicos desechables porque un porcentaje muy importante de ellos lo consumen los jóvenes al ser más baratos. Se trata de ofrecer alternativas al paciente que no puede dejar de fumar para disminuir el riesgo de sufrir enfermedades, pero esto no exime de intentar evitar por todos los medios que los jóvenes se inicien en el hábito.

¿Cuál es la posición de los organismos de salud españoles?

Ellos no quieren oír hablar de esto. En España se mete todo dentro del mismo saco y la cuestión es determinar qué productos ajenos al cigarrillo convencional se pueden usar como productos sanitarios siempre que hayan pasado todos los controles pertinentes, incluso pudiendo recetarlos como un medicamento. Esta es una posibilidad que se valoraba en Australia, pero es posible que redujera su efecto beneficioso ante la necesidad de tener que pasar siempre por consulta. Los suecos, en cambio, tienen una posición diferente con el snus, un producto autóctono de tabaco sin humo en formato húmedo y pasteurizado que se coloca debajo del labio para administrar nicotina a través de las encías. Este es accesible sin receta y tiene una fiscalidad inferior. Con su uso han conseguido reducir el cáncer de pulmón o la EPOC a la mitad, incluso se va a convertir en el único país libre de humo del mundo, con una tasa de tabaquismo inferior al 5%. España, con un 22% de la población fumadora, difícilmente se convertirá en un país libre de humo en 2040, la meta fijada por la UE.

¿Qué medidas se deberían implantar para lograrlo?

Tanto el Ministerio de Sanidad como las comunidades autónomas deben establecer políticas claras para que los jóvenes no se inicien, para determinar los espacios libres de humo y evitar los fumadores de segunda y tercera mano, pero también habría que valorar una fiscalidad que no perjudique a los productos de menor riesgo. En Suecia, por ejemplo, a los cigarrillos tradicionales se les aplica un 100% de impuestos, a los productos de tabaco calentado y vapeadores alrededor de un 40% y sólo un 8% para el snus. Así, para un sueco, pasar a estas alternativas de menor riesgo resulta más económico.

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