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Miguel Hernández, el oro del 92 se hizo profesor de Primaria

El balón, el magisterio y unas ansías irredomables por formarse continuamente definen a Miguel Hernández, el futbolista, no el poeta (Madrid, 1970). Ni en sus mejores sueños se imaginó cuando un amigo le reclutó para hacer una prueba en el Pegaso que en 1992 tocaría el cielo del olimpismo ganando un oro para España en los Juegos de Barcelona. «Ver el Camp Nou lleno de banderas españolas fue bonito. No nos lo creímos hasta que estábamos subidos en lo más alto del podio», recuerda. Acababa de ascender con el Rayo a Primera y se encontró compartiendo equipo con Guardiola, Abelardo, Luis Enrique, Kiko, Alfonso Pérez o Solozábal. Dos años después, Camacho se lo llevó al Espanyol, donde las lesiones no le dejaron asentarse en el equipo. Acabó jugando en el Salamanca, el Lleida y el Terrassa, hasta que se retiró en el Móstoles (segunda división B) en el 2000. «Tengo vocación de formador de niños, de relación con el fútbol y con la formación física», explica para ilustrar su salto al mundo laboral como profesor de Primaria en el colegio Virgen de Atocha, donde estuvo impartiendo clases durante casi una década tras colgar las botas. «Me surgió una entrevista y entre como profesor de relevo, con un contrato de sustitución de un profesor que se iba a jubilar y al final estuve ocho años ahí. Daba clases de educación física y también era tutor. Hacía suplencias de matemáticas o de cualquier asignatura de ciencias humanas», explica. Y añade: «Me encanta ayudar a los niños a desarrollar las cualidades físicas básicas, a través del juego, y transmitirle los valores del deporte: trabajo, sacrificio, compañerismo, liderazgo, trabajo en equipo… Uno de los valores de un formador es la empatía, ponerte en la piel del niño y ayudarle. Y yo tengo esa empatía». Miguel explica cómo decidió dedicarse al magisterio. «Es un tema que me inculcaron mis padres. Lo primero eran los estudios y luego el deporte. El fútbol estuvo muy bien para iniciar una vida algo más acomodada siempre he tenido la formación en mi cabeza y viene del ámbito familiar», asegura. Y desvela: «Empecé a estudiar estando en el Rayo . Entrenaba por la mañana e iba a la universidad por la tarde. En Barcelona me intenté matricular en diferentes universidades, pero encontré más dificultades por el idioma, por el catalán. Así que en cuanto regresé a Madrid decidí hacer las dos o tres asignaturas que me quedaban y las prácticas y acabé la carrera de maestro de educación física. Entonces ya tenía la carrera de profesorado de EGB en especialidad de Ciencias Humanas«. Noticias Relacionadas reportaje No Después del... Fútbol Tente Sánchez: del balón a pionero en la representación de jugadores Sergi Font reportaje Si Después de... la natación Érika Villaécija: Una humanizadora de empresas Sergi Font En los últimos años ha estado en un sindicato , en una escuela de fútbol, y ha aprovechado para sacarse todas las titulaciones de entrenador: el UEFA Pro, que es la máxima titulación de fútbol once, el título de entrenador de fútbol playa, de entrenador de porteros, de fútbol sala… «Tengo todos los abanicos de las modalidades de fútbol», asegura orgulloso. «Y como soy un culo inquieto estoy preparando las oposiciones a maestro en diferentes ramas y sigo formándome. Estoy en continua formación porque creo que es fundamental», añade, al tiempo que deja claro que «estoy buscando proyectos nuevos y el fútbol playa es un tema que me apasiona». MÁS INFORMACIÓN noticia No Ramiro Amarelle: de Balón de Oro a escudero de Quique Setién noticia Si Patricia Castro: De campeona en la piscina a maquinista de Renfe noticia No Jota Peleteiro, de los campos de fútbol a líder del negocio agrícola noticia Si Dani Ballart, del bañador al 'paleotraining' noticia Si Duane da Rocha: nadar, ganar medallas, sentirse sola, deprimirse... dejarlo todo para ser azafata El profesor madrileño concluye con una frase demoledora: «Las vacaciones de los maestros son muy buenas, aunque tienes mucha responsabilidad, y el trabajo de futbolista es el más bonito del mundo». Miguel Hernández ha sabido disfrutar de ambas.

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