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Javier Cercas: «El 23F se ha convertido en el 11M de la izquierda»

La llegada del escritor Javier Cercas a la Real Academia Española ha coincidido con la publicación de una edición conmemorativa de «Anatomía de un instante» (Random House), una novela de no ficción que vio la luz hace quince años y en la que el escritor se adentraba en la telaraña de la intentona golpista del 23 de febrero de 1981. Cercas habló la pasada semana con este diario poco antes de tomar un vuelo para Italia y tras haber concluido un libro de no ficción del que no quiere dar por el momento detalles.

Cuando «Anatomía de un instante» llegó a las librerías muchos calificaron su obra de antisistema. Hoy, quince años después, lo califican como una obra que está a favor del sistema.

No sé cómo decir esto sin sonar presuntuoso, pero con los libros que se siguen leyendo con el tiempo, que son muy pocos, eso ocurre. El tiempo cambia los libros. «El Quijote» empezó siendo un libro de risa, luego romántico. Hoy es trágico. Así que el tiempo transforma los libros porque los lectores transformamos los libros. Es un hecho. Hay multitud de testimonios –y podría dar nombres y apellidos– que demuestran que en aquel momento «Anatomía de un instante» fue visto como un libro antisistema, que citaban constantemente Pablo Iglesias, Monedero y compañía y, sottovoce, atacaron gente que habían hecho la transición. Prefiero no dar nombres.

Pero también tuvo un gran impacto, sobre todo por su defensa del Rey.

Antes de que se publicara el libro recuerdo una anécdota. Unas semanas antes, me llama por teléfono un periodista de «El País» que lo había leído en pruebas, me parece, y que iba a publicar un largo reportaje que era portada del diario. Y muy asustado me dice: «Javier, no me llega la camisa al cuerpo. ¿De esto que dices del Rey estás seguro?» Yo le dije que sí. Lo que decía del Rey, el sacrilegio que decía del Rey era muy sencillo, es que cometió errores antes del 23F, como los cometió toda la clase política. Por eso hubo un golpe: porque todos cometieron errores. Y unos muy gordos y otros menos gordos. Y el rey cometió errores. Eso en aquel momento era un sacrilegio, era una cosa gordísima el contar cosas que ocurrieron en aquel momento y que eran vox populi, que a mí me contaron no una fuente sino varias y muy fiables. Sin embargo, ahora hemos visto en el último aniversario del golpe, a un montón de partidos políticos aparecer en el Congreso de los Diputados, diciendo, difundiendo el bulo que la ultraderecha, es decir, los golpistas, lanzaron desde el principio: el Rey montó el golpe y ellos no hacían más que obedecer órdenes. Cuando yo dije eso en TV3, lanzaron un bulo contra mí. Tuve que reaccionar, claro. Era un bulo demasiado excesivo, manipulando una grabación.

¿No ha querido retocar nada del texto?

El libro es exactamente igual, no he tocado una coma. ¿Qué ha ocurrido? Pues que ha cambiado nuestro país. Este es un hecho que muestra inequívocamente cómo ha cambiado: de existir el tabú de que no se podía decir nada del Rey Juan Carlos hemos pasado a acusarlo de todo. Solo falta acusarlo de haber tumbado las torres gemelas. Hemos pasado de un extremo al otro: de hacerle la pelota de manera vergonzosa a demonizarlo de manera igualmente vergonzosa. En realidad, aquí, de lo que estamos hablando, es pura y simplemente, no de la historia sino del uso político de la historia. Es así de fácil. A los políticos, la historia les da exactamente igual. Se la sopla.

En el prólogo de esta nueva edición hace una comparación entre la manipulación del 23F y la del 11M.

Totalmente. Es que el 11M es el 23F de la derecha. Exactamente. Y el 23F es el 11M de la izquierda. En el 23F, el bulo de la izquierda es que el Rey estaba detrás del golpe y lo organizó. ¿Por qué se dice eso? Pues simplemente porque a algunos partidos les interesa cargarse la monarquía, que es el fundamento, el pilar, la clave de bóveda del edificio constitucional. Si tú cambias la monarquía, tienes que cambiarlo todo. Si tú tumbas la monarquía, el régimen del 78 cae a la fuerza, porque la constitución hay que cambiarla, hay que empezar de nuevo. Esa es la clave de todo. Para la derecha, el bulo es, todavía hoy en circulación, que quien monta los atentados del 11 de marzo, no son los yihadistas sino esos que están en remotas montañas. En definitiva, que son ETA, Rubalcaba, Zapatero y el Partido Socialista. Se trata pura y simplemente del uso político de la historia. Nada más. Hay un cinismo despiadado y absoluto que intenta confundir a la gente y que confunde a la gente. Porque hay gente convencida que el Rey montó el golpe.

¿Cree que lo sabemos todo del 23F?

El golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 es el día del cual sabemos más de la historia de España. Claro, no sabemos la marca de calzoncillos de Armada. Eso no lo sabemos. Cuando dicen que no, es que no se sabe todo, siempre se refieren a lo qué hay detrás del golpe. La historia no funciona así. De ningún hecho de la historia, de ningún acontecimiento de la historia, siempre se conoce todo.

También se ha lanzado la teoría, por ejemplo en el podcast «XRey», de que el golpe habría sido algo parecido a la conspiración que acabó con Thomas Becket cuando el Rey Enrique II pidió que alguien se lo quitara de encima.

Sí, sí. Hay algo de verdad en eso. Es uno de los errores que comete el Rey, y esto es un error indudable. Hay que hacer el esfuerzo para entender la historia y ponerse en aquel momento. La democracia estaba estrenándose. Nadie sabía muy bien cómo funcionaba. El edificio estaba construyéndose y el Rey comete errores que, me apuesto lo que quiera, a que Felipe VI no los va a cometer. ¿El error cuál es? El Rey entiende que Suárez tiene que dejar el Gobierno. Era verdad y eso lo entendía todo el mundo, pero él no era quién para hacer el más mínimo movimiento para que Suárez dejase el Gobierno. El Rey constitucional no es nadie para decirle a nadie: «Oye, quítame a este de encima que nos está llevando a la ruina». Estoy diciendo palabras que no escuchó uno, sino que escucharon varios. Y mucho menos debía decirlo en reuniones militares. Eso era una imprudencia. Lo sabemos ahora. Pero él no fue el único que cometió imprudencias esos días.

¿No fue cuidadoso?

Lo que pasa es que era el Rey, y además hay que tener en cuenta que el Rey, en aquel momento, tenía un poder simbólico, no real, simbólico muy superior al que tiene Felipe. ¿Por qué? Pues porque era el que había construido la democracia, y esto es un hecho, o sea, restarle mérito es absurdo porque la historia se lo va a dar. Fue decisivo para que hubiese una democracia en España, y eso lo sabían todos, y eso le daba una autoridad muy grande, y un poder simbólico muy grande. Así que tenía que haber sido extremadamente cuidadoso, ya no digo con los militares sino también con los políticos. Debía haber mantenido la neutralidad. ¿Se imagina a Felipe VI diciendo que si Feijóo, que si Sánchez? Es inimaginable, por la cuenta que le trae, y porque sabe cuál es su papel constitucional, y porque ya sabemos que esta democracia está mucho más rodada de lo que estaba.

Desde algunos partidos, pienso sobre todo en la ultraderecha, se ha criticado a Felipe VI por no tener un papel más activo políticamente, es decir, por no mojarse.

Es un disparate total. Es no saber o no querer saber, o intentar difundir ideas falsas acerca de lo que es un rey constitucional en España. No tiene sentido. También hay que decir que la educación que ha recibido, la educación política me refiero, es muy superior a la que tiene Juan Carlos. Cuando abre la boca ya se nota que este hombre tiene una educación en este sentido bastante superior, y que conoce muchísimo mejor cuál es su papel. Quien dice estas cosas, que si no tenía que firmar la amnistía, es que no quiere saber cuál es el papel del Rey. Pongo la mano en el fuego que no se va a mover ni un milímetro por educación, porque sabe lo que se está jugando, porque sabe cuál es su papel. Y si lo hiciese, cometería un error. Pero es que eso es imposible.

Le preguntaba al principio que ahora «Anatomía de un instante» se lee de una manera diferente a cuando salió hace quince años.

El país ha cambiado y este libro es perfecto para mostrar cómo el país ha cambiado porque se lee de otra manera. Con «Soldados de Salamina» pasa lo mismo, cuidado. Hay libros míos con los que pasa esto sin la más mínima duda.

¿Lo escribiría hoy de una manera diferente?

La respuesta es no. Si lo que me quiere preguntar es si creo que han ocurrido cosas o que tenemos conocimiento de hechos nuevos acerca de los hechos ocurridos la respuesta es cero.

Sin embargo, sí ha cambiado la visión que teníamos del Rey Juan Carlos I o de la misma transición.

Nuestra visión ha cambiado, pero los hechos son los mismos. Es que es así. Y hay una explicación relativamente sencilla. Debo decir que ahora no podría escribirlo tan bien como lo escribí entonces, porque mucha gente se ha muerto. Bastantes, de hecho. Me refiero a personas muy importantes y algunas decisivas como, por ejemplo, Carrillo. Los hechos son inamovibles. No cambian, pero sí nuestra visión es distinta. Yo lo que intenté en este libro es fijar los hechos porque, como digo en el prólogo, durante 25 años se acumularon ficciones, fantasías, teorías insensatas, etc. Lo que me propuse es que basta de fantasías, basta de ficciones, basta de teorías insensatas. Vamos a contar lo que pasó de verdad hasta donde yo pueda llegar. Eso es lo que es el libro.

Me parece que ha acabado un nuevo libro.

Sí, pero no puedo contarle todavía nada.

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