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Y ahora, la tentación de jubilar a Kroos

La última vez que España había jugado un partido eliminatorio en Alemania fue otro octavo de final, en el Mundial de 2006, después también de ganar sus tres partidos de la primera fase. Aquella aciaga noche de finales de junio en Hannover, también tenía enfrente a Willy Sagnol, que era el lateral derecho de la Francia que llegaría hasta la final. El seleccionador georgiano lo ganó todo durante sus nueve temporadas en el Bayern, donde empezó su carrera de entrenador como asistente de Carlo Ancelotti. En la república caucásica, es poco menos que un héroe nacional y no sólo por haber revitalizado a la selección, sino sobre todo por su compromiso sociopolítico en un país donde ciertas posiciones se pueden pagar, literalmente, con sangre.

Aquel tropiezo doloroso le sirvió a Luis Aragonés, tocayo de nuestro seleccionador De la Fuente, para construir la mejor España que vieron los tiempos. Pero estos chicos tienen prisa. Su próximo reto consistirá en desafiar a Alemania en su casa, apoyados en la maldición de los anfitriones en la Eurocopa, que no se gana en casa desde que Platini (con el colaboracionismo de Arconada) lo logró en 1984. También pesan los recuerdos de Fernando Torres y Puyol, verdugos de los teutones con dos goles solitarios en Viena y Durban, camino de dos títulos: primero en la final, luego en la semifinal; ahora tocan los cuartos.

Existe un paralelismo bastante acongojante con aquella peripecia de hace dieciocho veranos, sin embargo. Un futbolista del Real Madrid, que había renunciado a su selección, fue reclutado para salvar a la patria con un último baile. El Toni Kroos de hoy, como el Zinedine Zidane de entonces, prefirió dejar el fútbol en la cima antes que llenarse la buchaca en alguna liga exótica, pero le apetecía competir por su país en un último gran torneo. Aguijoneado por los titulares de una prensa más patriotera que patria –«Vamos a jubilar a Zidane», escribieron–, el "crack" sobrevoló la eliminatoria y nos mandó para casa. A Kroos le puede quedar un solo partido como profesional, aunque él quiere que le queden tres. Intentemos no complacerlo sin aspavientos ni bravatas. La España de De la Fuente desprende las mejores sensaciones... desde la naturalidad. Sin ruido ni sacar pecho. Entre otras cosas, porque todavía no le ha ganado a nada que se le parezca a un equipo de fútbol.

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