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Contra los totalitarismos, Ismaíl Kadaré

Contra los totalitarismos, Ismaíl Kadaré

Muere el mejor autor albanés contemporáneo, sempiterno candidato al Premio Nobel, que recibió otros galardones de prestigio como el Man Booker International Prize 2005 y el Príncipe de Asturias de las Letras 2009

Uno de los últimos acontecimientos en la vida de Ismaíl Kadaré fue el hecho de que Emmanuel Macron le distinguió con el título de la Legión de Honor francesa. El presidente galo, él mismo un gran amante de la literatura, en el discurso en el que se refirió a distintas obras del autor albanés, destacó el hecho de que representó un gran acicate en contra de los regímenes comunistas, en particular el que sufrió en carne propia, el de Albania, y del que huyó en 1990 para acabar instalándose, precisamente, en París. En palabras de Macron, era merecedor de dicho título "por sus obras, su valor para levantarse contra un sistema dictatorial" y, asimismo, por tratarse de "un defensor de la libertad, un gran escritor de la humanidad".

En efecto, el país de la península balcánica tuvo que soportar al dictador comunista Enver Hoxha desde 1944 hasta su muerte, en 1985. De hecho, este político y militar llegó a romper la relación con la Unión Soviética, lo que justamente aparecía reflejado en el último libro Kadaré, "Tres minutos. Sobre el misterio de la llamada de Stalin a Pasternak", en la editorial Alianza, como la mayoría de los escritos que tenemos disponibles en español de este autor que estaba continuamente en las quinielas para recibir el premio Nobel. En la citada obra, el autor evocaba aquel tiempo, de tal modo que "Moscú y Tirana estaban a punto de prenderse fuego la una a la otra, pero cuando se trataba del escritor maldito, compartían la misma opinión y el mismo decreto: la fama, buena o mala, la tenéis aquí, en nuestro mundo. Mejor será que os olvidéis de ese otro mundo. Nada, salvo veneno y duelo, procede de él".

Se estaba refiriendo, con lo del escritor maldito, a Osip Mandelstam, que en la URSS había sido enviado a un gulag y en Albania tenía su obra prohibida, como tantos otros autores que pretendían exponer su voz en libertad. De hecho, esta última obra que mencionamos, "Tres minutos", condensa muy bien algunos de los asuntos que despertaron el mayor interés en Kadaré. Se trataba de un libro donde eran centrales tanto este poeta ruso como su amigo Borís Pasternak, que vio cómo el gobierno ruso prohibió la publicación de "El doctor Zhivago" y le obligó a rechazar el premio Nobel en 1958.

Sintonía con Pasternak

A este Pasternak que fue tan vilipendiado le dedicaba Kadaré un libro que giraba alrededor de lo que pudo ocurrir durante una conversación telefónica entre el tirano y el autor moscovita, en junio de 1934, que generó una variada ola de interpretaciones. Kadaré construía un texto narrativo al presentar a un protagonista, también escritor, un alter ego por lo tanto, que sentía una fuerte ligazón con Pasternak. En parte, ello se debía a que el personaje también en su momento estaba en las quinielas para recibir el premio de la Academia sueca y a que había de lidiar con el órgano censor de Albania. Así, Kadaré hacía un ejercicio literario con respecto a qué pasó en verdad cuando Stalin le preguntó a Pasternak qué pensaba de Mandelstam.

El talento novelesco de Kadaré y su investigación sobre esa legendaria llamada le llevaba a comentar hasta un total de trece versiones de lo que pudo haber sucedido en aquellos tres o cuatro minutos de charla en la que, según varias fuentes, Pasternak contestó de forma elusiva y breve, lo que disgustó a Stalin, llevándole a colgar bruscamente el teléfono. En suma, lo interesante era ver cómo "se habían juntado, pues, los tres. Pasternak, Stalin, Mandelstam. Dos poetas y el tirano en medio"; cómo, por otra parte, Kadaré daba un tratamiento narrativo al comienzo de su texto, al mostrar al protagonista en el trance de hacer una novela sobre Pasternak, muy extensa, que abordaba la campaña contra el escritor ruso, lo que llevaba a un diálogo con un miembro del departamento de censura.

Esto, por supuesto, resultaba muy comprometido, pues "tras cada libro prohibido llegaba el lacerante examen. La pregunta: ¿cómo no percibiste tú, editor, el veneno que destila el autor?, por fría que pareciera, era muy simple. Similar habría de ser la respuesta: fui un ingenuo, un lerdo, a consecuencia de mi superficial comprensión del marxismo-leninismo. Soy culpable. Que el partido me castigue". De esa culpabilidad, de carácter kafkiano, que consigue extender e imponer el comunismo entre su población, da buena cuenta Kadaré desde que publicó su novela "El general del ejército muerto" en 1963, y se hizo conocido a escala internacional. En ella, se contaba la forma en que un oficial del ejército italiano acudía a Albania para recuperar y repatriar los cadáveres de los compatriotas que murieron allí durante la Segunda Guerra Mundial. Al protagonista le acompañaba un sacerdote con grado de coronel, y ambos estaban movilizados “en defensa de la patria” sin saber muy bien por qué habían recibido semejante misión.

Prestigio internacional

Aquella obra era un ataque contra los patrioterismos y los abusos de los políticos, y sobre el drama de toda guerra, con sus deserciones y afán por sobrevivir de la gente más humilde, con su violencia extrema, y muy en especial sobre la historia de Albania, tan sufrida y terrible, de la que ha escribió el narrador: "No existe pueblo que a lo largo de los siglos haya conocido una suerte más triste". De hecho, en otras obras como "El cerco" (1994), el autor natural de Gjirokastra, donde nació el 28 de enero de 1936, recreaba la invasión turca del siglo XV, aunque haciéndolo desde el punto de vista otomano. Las citadas obras fueron valiendo un ascendente prestigio internacional para Kadaré, lo que se tradujo en que sus escritos vieron la luz en más de cuarenta lenguas. Este hijo de unos comerciantes del sur de Albania desde muy pequeño había manifestado una gran pulsión artística, que se vio reflejada en su primer libro de poemas, "Líricas" (1953), cuando aún era un estudiante de educación secundaria.

Más adelante, estudió filología en la Universidad de Tirana y también fue alumno del Instituto Gorki de Moscú, que tanto le inspiró una obra como la novela "El ocaso de los dioses de la estepa" (1978) como, en última instancia, "Tres minutos", con ese trasfondo estalinista. Tras esta etapa, volvió a Tirana en 1960 y, ante la dificultad de llevar adelante sus proyectos literarios en un entorno dictatorial, se hizo ciudadano francés. Desde entonces, su obra narrativa ascendió a unas treinta novelas, varias colecciones de relatos y novelas cortas; entre todo ello, cabe destacar: "El monstruo" (1965), "Los tambores de la lluvia" (1969), "Crónica de la ciudad de piedra" (1970), "El invierno de la gran soledad" (1973), "El palacio de los sueños" (1976), "Abril quebrado" (1978), "El nicho de la vergüenza" (1978), "El año negro" (1985), "El firmán de la ceguera" (1984), "El concierto" (1988), "Spiritus" (1996), "Frías flores de abril" (2000), "Tres cantos fúnebres por Kosovo" (1999)…

"Hace veinte años, en mi país comunista, si alguien le hubiera sugerido a alguien la posibilidad de que, un día, un escritor albanés recibiría un premio en España, para mayor abundamiento entregado por el príncipe heredero, ese alguien habría sido de inmediato calificado de loco, lo habrían encadenado y conducido al manicomio. Y este habría sido el menor de los males. De acuerdo con una segunda versión, ese alguien acabaría en el juzgado y torturado como un peligroso complotador". Estas palabras al recibir el premio Príncipe de Asturias de las Letras, en 2009, captan a la perfección la importancia absoluta de la lucha contra el comunismo en la obra de Kadaré. Aquella vez, hizo además referencia a cierta rivalidad conflictiva, la de la vida y el arte: "El mundo real posee sus propias armas contra el arte en ese enfrentamiento: la censura, las doctrinas, las cárceles", afirmó, convencido de que el arte jamás iba a claudicar ante las políticas más perversas.

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