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El PSC y ERC ponen rumbo al pacto de la financiación singular de Cataluña

Esquerra está inmersa en el remolino de una crisis de final impredecible. Los malos resultados electorales de las elecciones autonómicas han desatado una lucha fratricida que no se veía en el partido republicano desde el duro enfrentamiento entre Joan Puigcercós y Josep Lluís Carod Rovira que acabó con los dos noqueados y el partido descuartizado con escisiones y con solo 10 diputados en el Parlament en 2010. Sin líder y sin estrategia, además ERC afronta su ser o no ser al tener que tomar la decisión de investir al socialista Salvador Illa o provocar unas nuevas elecciones en Cataluña para el 13-O.

Esta semana ha marcado un punto de inflexión. Desde las elecciones, la secretaria general Marta Rovira desde Suiza parecía tener los mandos del partido. Pere Aragonés dimitía de sus cargos orgánicos seguido de Oriol Junqueras. Rovira se afanó en controlar el grupo parlamentario, marcar la estrategia negociadora en esta convulsa etapa cerrando acuerdos con Junts para controlar la Mesa del Parlament y poner coto a cualquier intento de rebeldía como sucedió en Barcelona donde abortó el intento de la agrupación local de entrar en el gobierno municipal de Jaume Collboni. Una estrategia que parecía exitosa porque de paso arrinconaba a Junqueras.

Sin embargo, el expresidente del partido se resistía a este «apartheid» recorriendo la geografía catalana en busca de apoyos para el congreso de noviembre, en un «remake» del Peugeot de Pedro Sánchez. El miércoles 26 de junio organizó una reunión en la ciudad donde fue alcalde, Sant Vicenç dels Horts, y desbordó todas las previsiones. Casi 500 militantes se congregaron provenientes de todos los rincones. El fin de semana pasado también movió pieza y se reunió con Carles Puigdemont en París. La reunión fue fría. No podía ser de otra manera tras años sin hablarse y de malas relaciones.

Las reuniones con el PSC avanzan razonablemente aunque se desconoce el estado de salud del enfermo. Lo único que se desliza es que la financiación singular va por el buen camino. No será un pacto fiscal, como reclama ERC, pero recuperará parte del espíritu de la Agencia Tributaria Catalana de 2008 -totalmente constitucional y recogida en el Estatut- que apunta a un consorcio tributario con Hacienda, y se apuntan acuerdos de carácter social. Rovira en esta tesitura convoca una asamblea el 15 de julio en Barcelona, como colofón a decenas de asambleas territoriales, para testar el estado de ánimo de unas bases todavía noqueadas por el fracaso electoral. Y, sobre todo, para calmarlas si las negociaciones con el PSC avanzan, porque al final el pacto debe ser refrendado en consulta interna. Un añadido en este proceso. El auto del Supremo rompe la estrategia de Rovira de obligar a Junqueras a presentarse para que asuma el más que previsible hundimiento de los republicanos si se repiten elecciones. Con el auto en la mano Junqueras no puede presentarse y Rovira no está en condiciones de convertirse en alternativa. Su sector, además, todavía no tiene un candidato alternativo a Junqueras.

Cuando un partido entra en crisis todavía la cosa puede ir a peor. Y así ha sucedido. Con este enrevesado escenario ha estallado un escándalo que salpica al núcleo duro de Rovira. En las pasadas elecciones municipales aparecieron en Barcelona unos carteles con un marcado acento de odio. «Fuera Alzheimer de Barcelona», con la foto de Pasqual Maragall que padece esta enfermedad y de su hermano Ernest, candidato de ERC en Barcelona. Se acusó a socialistas y junteros. El candidato presentó una denuncia. Meses más tarde la retiró cuando supo, como se ha sabido ahora, que la campaña había sido organizada por ERC. El propio Maragall acusa a Tolo Moya, jefe de prensa de ERC. Éste lo niega afirmando que Marc Colomer, vicesecretario de comunicación, y Sergi Sabrià, mano derecha de Rovira, lo sabían. Se desconoce hasta dónde llegaba este conocimiento pero Sabrià ha dimitido ya de su cargo en el Govern en funciones, pero lo ha hecho en la sede de ERC (no en el Palau de la Generalitat) y se ha puesto a su disposición pese a no tener cargos en el partido.

Rovira ha puesto en marcha una comisión de investigación que este lunes interrogará a Moya, pero la dimisión de su hombre fuerte pone su liderazgo en cuestión porque todos los implicados son miembros de su núcleo duro y fueron los que autorizaron el pago de estos carteles a los militantes que los diseñaron, los imprimieron y los pegaron, a través de una empresa de ERC, como desveló el diario Ara. Según ha sabido La Razón el caso no está cerrado, ni mucho menos, y en esta semana se «conocerán más detalles» que «no dejarán indiferente a la militancia». En el barullo, Junqueras se refuerza porque sus oponentes han entrado en crisis.

Mientras, la negociación parece que avanza aunque rodeada de hermetismo. El plazo máximo es finales de julio como marcó Rovira. La implosión interna de ERC ayuda al optimismo porque una repetición electoral les abocaría a un desastre y los volvería a situar en los 10 diputados de 2010, un año para olvidar, y ha abierto las puertas a un acuerdo con el PSC como mal menor.

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