Culos
Antes era una cuestión de hombre que valora culo de mujer. Ahora, tanto unos como otras se miran al espejo de espaldas y con la cabeza torcida hacia atrás. Una parte significativa de jóvenes quiere poseer unas buenas nalgas, grandes y duritas. Sin embargo, esta obsesión por los culos parece venir de antaño, y la periodista norteamericana Heather Radke se ha encargado de estudiarlo minuciosamente.
Una de las frases estrella de su publicación coincide con mi observación inicial: “Resulta un tanto curioso que se le preste tanta atención a los traseros cuando es una parte de nuestros cuerpos que no podemos ver. En ese sentido, el culo es más de quien lo observa que de quien lo porta”. Lo de la autoobservación es algo bastante nuevo. En mi juventud apenas nos lo mirábamos, aunque todas preferíamos un culito de
manzana. Es decir, proporcionado, elevado y sólido, pero nunca grande. De los culos de ellos ni hablábamos, pero sinceramente yo los prefería pequeños y un poco planos, lo natural. ¡Hay que verlos ahora en los gimnasios intentando sacar posaderas a lo loco!
Dice Radke que la apropiación de la belleza negra ha jugado un papel importante. El cuerpo africano, más salvaje y sexual que el europeo. Pero si nos vamos acercando al
presente, la mayor popularidad llega en 2014 con la portada de Kim Kardashian, o la retaguardia de Meghan Trainor. ¡Y surge la moda de los culazos! Y surge la cirugía para satisfacer la obsesión. La lipotransferencia, en la que se toma grasa de la paciente y se inyecta en la zona trasera, es uno de los procedimientos estéticos más peligrosos ya que causa embolismos y puede llegar a la muerte de la paciente, como hemos tristemente comprobado. Hay también implantes (que se caen) o inyecciones (que se van diluyendo). En fin, todo un tormento de formas para lucir culos falsos. Culos que disfrutarán aquellos que los miran y no quienes los padecen. Qué penita, tanta preocupación por el culo y tan poca por el cerebro.