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La reivindicación de Koeman: del engaño de Laporta a su deuda con Países Bajos

Veinte años y cuatro Eurocopas después, Países Bajos vuelve a estar en las semifinales del torneo continental. Lo han logrado de la mano de Ronald Koeman , integrante como jugador de la única Eurocopa que ganó el país neerlandés, en 1988. Ahora, desde el banquillo, está a dos partidos de volver a lograrlo, un sueño de largo recorrido que comenzó en marzo de 2018 y que tuvo un negro paréntesis en su etapa en el Barça. Tras el tercer puesto en el Mundial de 2014, Países Bajos entró en decadencia. Ni se clasificó para la Euro de 2016 ni para el Mundial de 2018. Aquellos fracasos llevaron a la federación neerlandesa a elegir a Koeman para devolver a su país a la élite del fútbol. Y acertó. Fue subcampeón de la Liga de las Naciones de 2019 y lo clasificó como primero de grupo para la Eurocopa de 2020. Como inicio, no fueron malas credenciales. Entonces, llegó el Covid, el confinamiento, la suspensión de la Eurocopa hasta 2021, el 2-8 del Bayern al Barça en los cuartos de la Champions, el despido inmediato de Quique Setién y el fichaje de Koeman, al que ya había llamado Bartomeu antes del estallido de la pandemia. A la segunda, sí obtuvo el acuerdo, previo pago de cinco millones a la Federación de los Países Bajos. El problema es que del Barça salió infeliz, frustrado y engañado. Laporta, que nunca aceptó que Ronald fuera un fichaje de su predecesor, le prometió cosas que no cumplió y se lo acabó cargando de malas maneras, teniéndolo como segundo plato a la espera de lo que él consideraba una solución mejor para el banquillo culé. No fue el único feo. En privado, Laporta le decía Koeman que Xavi no había pasado los filtros que él requería para entrenar al Barça (uno de ellos no haber entrenador al Barça B) y luego acabó siendo su sustituto, y le pedía que le diera más minutos a ciertos jugadores, como Umtiti, que un día se presentó llorando en el despacho del presidente porque no jugaba, o Riqui Puig: «En el caso de Riqui fue muy insistente», explica una persona que vivió de cerca aquella etapa. Tras el despido, en octubre de 2021, solo 15 meses después de su contratación, Koeman estuvo sin entrenar hasta que en abril de 2022 la Federación neerlandesa anunció que Ronald volvería a ser el seleccionador de Países Bajos tras el Mundial de Qatar. Así que enero de 2023 inició su segunda etapa al frente de su país: «Él sentía que tenía una deuda con Holanda, que empezó un trabajo que no llegó a finalizar y en ello está. En esta Eurocopa se está revindicando», comenta su entorno. En el banquillo de Países Bajos se le ve feliz. Koeman es muy reconocido en su país y cree que la imagen que se tiene de él en España como técnico no es la real. No solo por lo que sucedió en el Barça, sino también por aquella convulsa temporada 2007-08 en el Valencia, en la que entendió que Albelda, Angulo y Cañizares eran tres personas tóxicas para el vestuario y debían salir inmediatamente del club. En un principio, el presidente Soler aceptó su petición y accedió a apartarlos del día a día, pero luego se echó para atrás y la convivencia se convirtió en una odisea que acabó con Koeman fuera del club justo una semana después de ganar la Copa: «Esos tres jugadores le hicieron la vida imposible desde dentro por culpa de la emboscada de Soler. Si Albelda, que era el capitán, incluso se negó a ir a la presentación del patrocinador principal. Si la fiesta de celebración de la Copa fue un funeral…», recuerda un exempleado de aquel Valencia. Quien conoce a Koeman sabe que el neerlandés tiene fuego en su interior. Un tipo que, tanto de jugador como ahora de entrenador, va sobrado de carácter y suele decir las cosas a la cara. No se guarda nada. Eso puede provocar tensiones en un vestuario, pero considera que es el modo adecuado para marcar una raya. De ahí el lío en la Eurocopa tras la sonrojante derrota ante Austria (2-3) en la última jornada de la fase de grupos. Koeman suele aceptar de buen grado que se puede jugar mejor o peor, pero no la falta de compromiso y actitud, y eso es lo que recriminó a sus jugadores aquel día, como reconocieron después los propios futbolistas. El efecto de esa bronca fue el mejor partido del torneo, en octavos frente a Rumanía, y una remontada ante Turquía en cuartos, en el encuentro más brillante de los otomanos en el campeonato. De la Eurocopa también ha quedado una imagen suya que no se ajustaba a la realidad. Koeman no se sacó un mocó y se lo comió en el Polonia-Países Bajos de la primera jornada. Koeman se metió en la boca su dedo para quitarse la sangre que, previamente, había detectado que tenía en su nariz. En mayo de 2020, Ronald sufrió un infarto tras montar 97 kilómetros en bicicleta. Era algo que estaba dentro de sus planes. Su padre murió de un paro cardíaco con 75 años y su hermano Erwin (su segundo en el banquillo neerlandés y también campeón de la Eurocopa del 88) tiene un stent en el corazón, como lo tiene Ronald también desde aquel infarto. Desde entonces sigue un tratamiento anticoagulante que, en ocasiones, le provoca sangrados en la nariz, y eso es lo que le sucedió en el duelo ante Polonia. No es el único 'drama' familiar que ha vivido, y vive, Koeman. Bartina , su mujer, lleva diez años luchando contra un cáncer de mama que no deja de reproducirse. Contratiempos que han hecho que Koeman relativice casi todo en su vida, sabedor qué es lo importante. Y para él es su familia: su mujer, sus tres hijos (Tim, propietario de una perfumería, Ronald Jr, portero en la Segunda holandesa, y Debbie, la fémina) y sus cuatro nietos, uno de ellos llamado Xavi. Por ellos, y por su país, trabaja para darle a Holanda la segunda Eurocopa de su historia. A dos pasos está.

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