Joseba Asiron se apunta a la vida cañon
El reelegido alcade abertzale de Pamplona, por obra y gracia del PSOE, Joseba Asirón volvió a lucir el pasado domingo, 7 de julio, con motivo del comienzo de San Fermín, la decimonónica levita o frac, amén del sombrerazo de copa o chistera, en su vituperado paseíllo taurino por la calle Estafeta y aledaños, y más tarde en el palco presidencial en la Monumental de la capital navarra, donde recibió una sonora pitada cual si fuera Pedro Sánchez en el barrio de Salamanca o Vinicius en el Camp Nou.
La imagen, como de marmota Phil o carpetovetónico edil de bando y “se hace saber”, llama poderosamente la atención en los tiempos de la IA, los Tesla y los plenos telemáticos por Zoom; más aún cuando sabemos que el regidor pamplonica de EH Bildu, presidente de la tercera corrida de la Feria, es un declarado antitaurino.
Se resume así en una instantánea de fuerte contraste cultural la dualidad pamplonesa de la señorial sombra y el jaranero sol, que sólo en este carnaval de principios de julio puede ser subvertido:
“Las dos Pamplonas enfrentadas en la plaza son una parodia y una metáfora de las dos ciudades que viven en la misma, un juego estereotipado. Para la Sombra, el Sol está poseído por el nacionalismo vasco y filoetarra; y el Sol mira a la Sombra como el territorio de la derechona española, conservadora y PTV (pamploneses de toda la vida)”, escribe Chapu Apaolaza en su muy recomendable libro ‘7 de julio’.
Asirón, al que sólo le faltaba el puro habano y el reloj de bolsillo para completar la estampa galdosiana, parece apuntarse por unos días al plan hedonista que propone el grupo de rock madrileño Alcalá Norte con su exitosa ‘Vida cañón’: “Peineta pa mi chica y un mantón /Butaca en teatro/ La vida cañón/ Sombra en las ventas/ Nalga sobre blando/ Hace tiempo que no pienso en el horror”.
Pero más allá de la chanza o el chascarrillo, cabe aplaudir que el alcalde, en tanto a su representativo cargo, guarde y haga guardar las tradiciones de su ciudad, aunque cabalgue bravas contradicciones (que diría Pablo Iglesias), como aquel Kichi anticlerical que terminó por salir en traje de chaqueta en la procesión del Nazareno Greñúo de Cádiz del Jueves Santo.
El alcalde de Bildu, con más cintura que el ministro de Cultura con apellido de aldea navarra, seguro que durante la corrida, entre pañuelos blancos, verdes y rojos, vivió esa desgarradora contradicción a la que se refería el poeta Fernando Quiñones respecto a la tauromaquia:
“Si las cosas van muy bien, que no van casi nunca, y hay una estocada fulminante, y todo va de dulce, entonces no tengo mayores inconvenientes, menores quizás. Pero si lo que pasa, como suele, es esa cosa sanguinolenta, brutal, aburridísima, entonces soy antitaurino. Y eso no me impide que me meta algunas veces en la plaza cuando anuncian a un Paula o Curro Romero. Forma parte de mi contradicción desgarradora”.
En fin, ¡viva San Fermín! y ¡Alirón, Joseba Asirón!