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Bergman: apoteósico final de esta inquietante saga

En Suecia el escritor de novela negra tiene consideración casi de héroe. Podría ser el caso de Michael Hjorth y Hans Rosenfeldt, dos autores que han deslumbrado a siete millones de personas con su serie Bergman. Estos días se pasean por España con la última entrega, «Culpas compartidas» (editorial Planeta), bajo el brazo. Grandullones y con rasgos inequívocamente nórdicos, parecen llegados de Asgard, el lugar donde habitaban los dioses escandinavos como Odín, el equivalente al poderoso Zeus, o el valiente Thor. Observan con mirada profunda, como si buscasen algún indicio, y entonces quien comparte su espacio se pregunta si no habrá algún cadáver entre los muros del soberbio edificio en el que nos reciben o la sospecha de un asesinato que puedan llevar como regalo, de vuelta a Estocolmo, a Sebastian Bergman, el psicólogo criminalista que protagoniza sus novelas.

Todo esto nos inspiran los autores de este magistral thriller, dos sabuesos implacables con un punto satírico obligado para hacer de Sebastian una estrella mundial, aunque nos avanzan que esta vez el personaje llega con látigo y rosa, una dualidad que define bien su personalidad. «Tiene ya nuestra misma edad y le hemos obligado a madurar. Sigue siendo brillante, rápido e intuitivo, pero ha desarrollado, muy a su pesar, cierta simpatía, amabilidad y cordialidad con los demás».

Nadie conoce mejor que Sebastian los perfiles criminales y nadie resulta más eficaz en la detención de los asesinos en serie más conocidos. Por eso es tan paradójica su ineptitud a la hora de resolver sus demonios internos. «Esto hace que sea aún más fascinante. Todo lo que tiene de audaz lo tiene también de atormentado y desequilibrado emocionalmente a causa de un pasado reciente especialmente trágico. A la pérdida de su hija y de su esposa en el tsunami de 2004, durante unas vacaciones, suma el fallecimiento de su madre».

Creadores intrigantes

Vive en un lujoso apartamento de Östermalm, en Estocolmo, y sus ingresos provienen de los derechos de autor de sus obras. «Sabe que los criminales actúan siguiendo dos estímulos: la fantasía y el riesgo. Pero lo que a él le motiva no es el sentido de la justicia, sino un ego descomunal», advierten. Sebastian es, por tanto, un hombre venerado y odiado a la vez. Grosero con sus colegas, arrogante, obsesionado con seducir a las mujeres y con una soberbia infinita. Puede resultar encantador, hasta que abre la boca y suelta algún improperio. Si se lo propone, a sexista, malvado e irónico no le gana nadie. Son prerrogativas de un cerebro fuera de lo común que Michael y Hans tratan de aplacar.

Tan intrigantes como esta criatura son sus creadores. ¿Quién le pone cuerpo? ¿De cuál de los dos hereda su malhumorado carácter? ¿Cómo se escribe a cuatro manos una novela tan aparentemente propia? «Nos reunimos y estructuramos el libro, damos cuerpo a los personajes y a la trama. Luego escribimos por separado, pero en contacto permanente intercambiando ideas o discutiendo algún detalle. Y a punto de terminar, nos volvemos a reunir», responden de inmediato transmitiendo una sensación complicidad absoluta y dejando claro que cada uno sabe qué le corresponde hacer. Su oficio de guionistas facilita esta rutina de escribir con una misma voz. «Utilizamos los mismos colores, pero distintos pinceles», zanjan.

Para Michael y Hans, igual que para cualquier ciudadano escandinavo, la novela negra es una forma natural de hablar, casi como una segunda lengua materna. «Somos herederos de esa larga tradición de thriller con sus peculiaridades nórdicas. El paisaje, la climatología, las escasas horas de luz en invierno o las costas abruptas ofrecen una atmósfera muy sugerente. Sobre todo, la grandeza de la novela negra sueca está en los personajes. Son ellos los que soportan la fuerza de la trama y las subtramas. En nuestra novela es algo que tenemos muy presente. No nos limitamos al caso, sino que observamos el crimen desde un contexto social y atendiendo a las personas involucradas. Bergman se rodea de un equipo de profesionales disfuncionales, con relaciones complicadas».

Será por el paisaje, de por sí escalofriante, por la situación límite de sus personajes o por la habilidad de sorprendernos cuando nos creíamos próximos al desenlace, la novela nos mantienen en alerta y pasando páginas lo más rápido posible para llegar al punto final de la novela. Para entonces, la sangre del lector está más gélida que una mañana de invierno en la ciudad de Estocolmo.

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