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La Policía en Kenia detiene a otros dos sospechosos por el asesinato de 42 mujeres

Algo debió estar siempre roto en la mente de Collins Jomaisi Khalisia. Algo debió estar siempre sucio y torcido. Porque este keniano de 33 años fue detenido por la policía de su país mientras veía la final de la Eurocopa en un bar, y fue acusado de un crimen horrendo: asesinar a 42 mujeres entre 2022 y 2024. Para luego descuartizarlas y arrojarlas metidas en sacos a un vertedero próximo a su lugar de residencia en Nairobi. Sus crímenes han traumatizado a la sociedad keniana y el presidente del país, William Ruto, ha solicitado a la policía que “esclarezcan lo sucedido cuanto antes”.

La primera víctima del asesino fue su mujer; discutió con ella, la estranguló, la desmembró y la tiró a la basura. La última de sus víctimas habría muerto el pasado 11 de julio. Lo que las autoridades kenianas han calificado con benevolencia como “un asesino en serie psicópata” confesó tras su detención (que fue posible tras rastrear una transacción económica hecha desde el móvil de una de las víctimas) sus crímenes, y fueron hallados en su vivienda un machete, un ordenador portátil, ropa interior de algunas de sus víctimas, ocho teléfonos móviles y 24 tarjetas SIM. Asimismo, se encontraron bolsas de plástico similares a las utilizadas para deshacerse de los cuerpos. La policía de Nairobi afirmó tras su detención que “se está haciendo evidente que nos encontramos ante un asesino en serie psicópata que no respeta la vida humana" y baraja distintas hipótesis para explicar lo inexplicable. Aparte de la posibilidad de que Collins fuera un loco peligroso, se teme que podría haber utilizado a sus víctimas para la venta de órganos o que formara parte de una secta religiosa.

La detención de otros dos sospechosos este martes en relación con los asesinatos hace que cobren fuerza estas teorías alternativas. Uno de los últimos detenidos, de hecho, tenía consigo el teléfono de una de las víctimas en el momento de su detención. Por el momento sólo se han encontrado nueve cuerpos en el vertedero de Mukuru, todos ellos de mujeres con edades que rondan entre los 18 y los 33 años, aunque se espera encontrar más en los próximos días.

Una amplia multitud acudió al vertedero tras la detención de Collins y se desató una nueva porción del caos. La situación derivó en que agentes antidisturbios tuvieron que despejar el lugar con gases lacrimógenos, en un contexto sumamente frágil en lo que respecta a las actuaciones policiales bajo el gobierno del presidente William Ruto. Cabe a recordar que hace apenas dos semanas desde que las protestas organizadas contra la reforma fiscal propuesta por el presidente keniano se saldaron con 36 manifestantes muertos; quizás no sea el mejor momento para que la policía despeje con gases lacrimógenos una escena del crimen donde se encuentran familiares de las víctimas.

Lo sucedido en el vertedero de Mukuro no es nuevo en Kenia. Amnistía Internacional ya denunció en enero de 2022 que 31 cuerpos habían sido arrojados al río Yala en los meses anteriores de 2021, aunque la policía keniana indicó que se trataban de 19 cuerpos. Amnistía Internacional dijo entonces que los cadáveres mostraban “signos de torturas físicas y ahogamientos”. También se hallaron en abril de 2024 más de 200 cuerpos enterrados en la localidad de Malindi, también en Kenia. En este caso, se trataban de integrantes de una secta religiosa liderada por Paul Mackenzie Nthenge y que ayunaron hasta la muerte para “encontrarse con Dios”. Cada vez parecen más comunes estos crímenes horrendos e inexplicables en Kenia, una nación africana que una vez pareció que despertaría… pero que terminó por derrumbarse.

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