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"La economía colombiana está estancada por el discurso antiempresa de Petro"

El exministro de Economía Mauricio Cárdenas insta en una entrevista con LA RAZÓN a los partidos moderados a unirse para salvar la democracia colombiana que está en peligro

Colombia atraviesa una de las peores crisis económicas de las últimas décadas con un crecimiento bajo (1,2%), un déficit alto (5,6%) y una inflación del 7,4%. ¿Cuándo se torcieron las cosas?

La economía colombiana está estancada con un crecimiento muy bajo que se viene prolongando desde 2023, que cerró en un 0,6%. Es la primera vez que este bajo crecimiento no tiene una causa externa, es decir, no está relacionado con una caída de los precios del petróleo o del café o con una crisis financiera internacional que restringe el acceso al financiamiento. Es una crisis autoinfligida. Ni siquiera es homologable a lo que está ocurriendo en el resto de América Latina. La economía regional está creciendo menos, pero no está estancada. En Colombia, sin embargo, se ha producido una caída muy fuerte de la inversión derivada de la falta de confianza.

¿Por qué se ha producido esta falta de confianza en Colombia?

El país está sometido a una enorme incertidumbre y los empresarios están paralizados porque hay un constante discurso del Gobierno de Petro antiempresa, tratando de hostigar al sector privado, cambiar las reglas del juego y eso tiene frenados a los empresarios y a la inversión. Lo vemos en la vivienda, obras civiles o servicios. Todavía no se ha visto afectado el consumo, que paradójicamente sigue en niveles altos. Y en parte el dinamismo se explica porque el mercado laboral no se ha resentido y porque las remesas de los trabajadores en el extranjero se han duplicado.

¿El intervencionismo de Petro es el causante de esta crisis económica?

En Colombia existe un modelo mixto público-privado que funciona desde hace 30 años, pero que Petro quiere erradicar. Considera que el sector privado no tiene espacio en el ámbito de la sanidad, de las infraestructuras o de la energía. Comparo a Petro con López Obrador o con Lula. Los tres como exponentes de la izquierda en América Latina, pero hay una diferencia fundamental entre los tres, y es que Petro no cree en el sector privado. Piensa que la iniciativa privada sólo actúa con el ánimo de lucro y, por tanto, es reprochable cuando se trata de servicios o bienes públicos. Es un modelo totalmente ideológico.

¿Cómo puede revertirse este modelo si no es por las urnas?

No cabe esperar grandes cambios hasta 2026. Pese a la adversidad de las cifras económicas Petro no ha buscado un acuerdo o moderar sus puntos de vista. Este sentido se diferencia mucho del presidente Boric. Él entendió que necesitaba moverse hacia el centro, Petro es distinto. Por su temperamento y por su ideología, es un presidente que ante la adversidad duplica las apuestas. Personalmente creo que hay más país que Gobierno. La oposición a Petro ha estado muy dividida con rencillas surgidas durante los Acuerdos de Paz. Mi propuesta es que estos sectores moderados que se dividieron en el pasado se unan porque el reto por delante es de fondo y atañe a la supervivencia de la democracia colombiana.

¿Unirse en torno a quién?

No es un debate de nombres sino de ideas. De generar una serie de consensos y tomar una serie de decisiones fundamentales como la de fortalecer el sector privado.

¿En qué momento se produce esta deriva radical de Petro?

El ejemplo icónico es la Constituyente porque en estos momentos es la pieza angular de su proyecto. El ministro del Interior o el de Justicia expresaron sus reservas asegurando que el sistema de pesos y contrapesos no permite la Constituyente y ahora están siendo retirados. Cada día se rodea de un primer anillo, de una línea más dura, más radical que lo que se premia es la lealtad al jefe y al activismo.

¿El objetivo de la Asamblea Constituyente es eliminar la limitación de un mandato?

Es el objetivo no explícito, pero implícito. Explícitamente reconoce otras cosas, algunas contradictorias. El 1 de mayo anunció que se necesitaba una Constitución nueva para poder cumplir con la de 1991. El argumento superficial es que hay una cantidad de cambios que quiere hacer para adaptarse a los nuevos tiempos. Pero la Constitución no es el problema. Es un texto que ha servido para todo, para hacer la guerra y la paz. La Constitución se ha adaptado para acoger los derechos de las minorías o del aborto. Es un sofisma. En el fondo lo que quiere es abrir la Constitución para introducir por esa vía la posibilidad de la reelección. Petro no se ve como un presidente ordinario sino que se ve como un presidente que parte la Historia en dos. Es muy desordenado, no tiene método, no tiene disciplina y ve que el tiempo se le está agotando.

¿Puede establecer una Asamblea Constituyente?

No ha encontrado todavía el cómo. Ha ensayado varias fórmulas que no le han salido como cuando utilizó el Acuerdo de Paz para decir que estaba implícito en el pacto pero salieron todos los negociadores a desmentirlo. No ha desistido. Pienso que tiene dos fórmulas: un estado de excepción por una situación crítica, es un camino difícil porque los decretos tendrían que ser revisados por la Corte Constitucional, y el otro, el pueblo. Quiere que sea el pueblo quien la imponga, pero no tiene el detonante. Las elecciones de 2026, aunque no se podrá presentar, las convertirá en un plebiscito sobre la Constituyente.

Otro de los giros que ha hecho Petro ha sido en política exterior con un acercamiento con China.¿Afecta a la relación con EE UU?

No creo que haya una estrategia de reenfocar las relaciones internacionales y cambiar de foco y de eje. No veo un discurso consistente en este sentido. Hizo un viaje a Pekín e intentó atraer inversión china, pero iba también con una agenda muy local sobre la obra del metro de Bogotá, que está en manos de una concesionaria china. Arrastra una obsesión desde su época de alcalde con el metro subterráneo, pero finalmente será elevado.

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