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La desgracia de ser mujer, según Rosa Regàs

"Hay hombres que ven en las mujeres sólo madres, esposas, criadas o prostitutas". Rosa Regàs, fallecida el miércoles 17 de julio, tenía una voz firme, en forma y fondo. En su discurso rehuía impartir lecciones magistrales y lo repetía cuando quería responde a un halago en el transcurso de una entrevista o después de una conferencia, pero sus frases eran inevitablemente lapidarias. Como prueba, esta que encabeza el artículo. Escritora tardía, pero prolífica, y madre de cinco hijos, elaboró un pensamiento acerca de la mujer en el que volcó toda su curiosidad, lucidez y conocimientos acumulados a lo largo de una vida de rebeldía.

Lo que reivindicaba en la sociedad era precisamente ese mismo discernimiento. "Lo que tenemos que tener las mujeres y también los hombres que quieran luchar junto a nosotras para conseguir la igualdad es lucidez, tenemos que tener lucidez para descubrir dónde están los errores, dónde la desigualdad, porque no nos hacen caso, porque los políticos no hablan", pronunciaba hace ocho años en un discreto foro sin más intención que su voz pesase lo mismo que la de cualquier otra mujer, pero, sin duda, más erudita y penetrante.

Le indignaba la desigualdad que destilaba la sociedad en cualquier rincón del mundo, "absolutamente brutal". "Mueren mujeres en manos de unos tipos que las torturan hasta matarlas, solo por una razón, porque las consideran inferiores y de su propiedad". En su queja incluía nuestra escasa e infortunada vida sexual: "La sociedad nos ha impedido tener ideas claras sobre la sexualidad y nosotras acabamos pensando de la sexualidad lo que nos han metido en la cabeza. La mujer, todas nosotras, tanto las que han ido a la universidad como las que trabajan en el campo, en algún momento de nuestra vida todas tenemos que empezar a entrar dentro de nosotras mismas y pensar qué es lo que me falta, lo que yo quiero ser".

En 2010 escribió "La desgracia de ser mujer", una novela con carácter de ensayo en la que detalla con tono combativo la condición de mujer y del feminismo desde su punto de vista y aportando su propia experiencia personal. Con este título corroboró su compromiso con la lucha por los derechos de la mujer y su figura como referente del feminismo. Aprovechó su pluma para dar voz y visibilidad a las mujeres y condenar el machismo. Creía que ni el gobierno, ni la escuela, ni los hombres ni las propias mujeres habían hecho suficiente para cambiar la marginalidad femenina. "Faltan recursos que hagan cumplir las leyes aprobadas en los últimos años en materia de igualdad y, también, mucha educación", lamentó en la presentación de este libro. Y añadió: "Pasará mucho tiempo hasta que el machismo se borre de nuestra alma y nuestra piel".

La escritora narra en "La desgracia de ser mujer" su decisión de matricularse en Filosofía a los 23 años, ya casada y madre de dos hijos, algo que no estaba bien visto ni por los hombres ni por las mujeres. "La historia no ha cambiado tanto, todavía hay mujeres para las que lo más importante es celebrar su boda y tener una familia y renuncian a la libertad económica y a la posibilidad de desarrollar una carrera profesional".

Igualmente pensaba acerca del amor romántico. "Las historias de amor de ahora son las mismas que me contaban a mí en los años 40 y 50, el cuento en el que la princesa renuncia a todo por su marido y sus hijos". De ahí, según la autora, muchos de los remordimientos que aún arrastramos.

De su boca salía con frecuencia la palabra vejación. "Todas las mujeres la han sufrido en algún momento de su vida alguna, sobre todo si tienen un cargo público", advirtió achacando a las tradiciones y a la religión gran parte de la culpa. "Solo quiero insistir en los infinitos tormentos que sufren las mujeres sin justificación ninguna desde el momento de nacer, tormentos que ignoran los derechos de igualdad, justicia y libertad", señala Regàs en este ensayo.

En los últimos años dedicó también buena parte de sus reflexiones a la vejez y al modo de mirar sin miedo el futuro, poniendo la ilusión en el presente. Es el contenido de su libro "La hora de la verdad". Reivindica en sus páginas una vejez más activa, cosa en la que, de acuerdo con su apreciación, la mujer demuestra más talento. "Quien se queja por la edad no es por viejo, sino porque es una verdadera e insoportable pesadez".

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