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Crítica de "De naturaleza violenta": "Viernes 13" se queda corta ★★★★

Crítica de

Dirección y guion: Chris Nash. Intérpretes: Ry Barrett, Andrea Pavlovic, Cameron Love, Reece Presley, Liam Leone. Fotografía: Pierce Derks. Canadá, 2024. Duración: 94 minutos. Terror.

Extraño y fascinante híbrido entre “Viernes 13” y el “Gerry” de Gus Van Sant, “De naturaleza violenta” pretende desplazar el punto de vista del ‘slasher’ al uso, arquetípicamente centrado en las víctimas, al del verdugo. Es un dispositivo que John Carpenter ensayó en el célebre prólogo enmascarado de “La noche de Halloween”, y que Chris Nash lleva al extremo colocando a su monstruo sanguinario, que sale de su tumba para recuperar un collar que le recuerda que un día fue humano, como brújula de nuestra mirada. El efecto es perturbador, porque la cámara sigue durante largo rato sus errabundos paseos por un bosque dejando a las víctimas en fuera de campo hasta que llega su hora.

Es cierto que Nash hace trampa en contadas ocasiones para dinamizar la rigidez de su propuesta, estableciendo un paréntesis obligado cuando tiene que contar la leyenda macabra que pesa sobre el lugar en el que acampan los futuros cadáveres, pero, en general, nos mantiene a dos pasos de la espalda de ese cuerpo que se mueve, implacable, por un laberinto de árboles frondosos y ramas que crujen aniquilando todo sentido de la orientación en el espacio, e imponiendo las leyes del ‘slow cinema’ en un género que, en apariencia, no le resulta afín. Hay, pues, que pactar con la película, que tarda en desplegar su gramática conceptual, hecha de tiempos muertos y asesinatos que se mueven entre la sutileza y (los más frecuentes) la brutalidad más eviscerada (literalmente).

Tardamos en entender, pues, que identificarse con este asesino que regresa de las entrañas de la tierra para hacer justicia significa asumir que ninguna víctima importa. De ellas no conocemos nada, no nos incumbe que mueran sino la violencia que las silencia: la creatividad brusca, grotesca, con que su verdugo decide matarlas. La sofisticación de la forma despoja la narrativa de todo lo superfluo, deja el ‘slasher’ en carne y hueso. Nash nos reserva la mejor secuencia del filme cuando decide darle un rostro a la ‘final girl’, a la última superviviente, con un anticlímax que funciona como larguísima y angustiosa coda. Lo más brillante de este epílogo es que la inquietud que contagia procede de que el dispositivo se ha roto, y la mirada del espectador, desconcertada, no tiene donde anclarse. Tal vez porque no hay nada tan terrorífico como lo que ha perdido su punto de vista, aquello que ha invadido todas las imágenes, también las futuras.

Lo mejor:

Su capacidad de subvertir las normas del ‘slasher’ a partir del punto de vista y el ritmo narrativo.

Lo peor:

Como toda película de dispositivo, a veces es demasiado consciente de sí misma.

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