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Ángel Martín: "Estar vivo es cabrearse, cagarla, fallar, acertar, maldecirte"

Ángel Martín:

Martín escribe para que le entiendas y trata de ayudarte no desde la atalaya del profesor o el gurú, sino a través de las reflexiones del hombre que estuvo en el vientre de la ballena

El dolor existencial y la sensación de estar solo en altamar son demoledores, pero a la vuelta de eso te puede aguardar una vida nueva, y mejor. Al humorista Ángel Martín (Barcelona, 1977) un brote psicótico le sirvió para alumbrar «Por si las voces vuelven», uno de los libros de mayores ventas de los últimos años, pero también un bálsamo. «Detrás del ruido» (Planeta) es su secuela. Martín escribe para que le entiendas y trata de ayudarte no desde la atalaya del profesor o el gurú, sino a través de las reflexiones del hombre que estuvo en el vientre de la ballena y relata su dura experiencia y los remedios que empleó para salir de nuevo a la luz.

Es humorista y estos hacen reír a la gente, disfrutar. Y ha escrito dos libros que han ayudado a muchos. Tiene vocación de servicio público.

Hostia –ríe–, es una reflexión curiosa. No sé si eso permite pedir alguna etiqueta en algún sitio o ponerlo en redes... Es cierto que la intención de los libros sí que era que sirvieran de algo. Quizá el escribir el primero y luego «Detrás del ruido» te permite descubrir algo que yo no había pensado nunca, y es el poder que tiene la comedia, y la palabra, cuando la llevas con intención de que sirva de algo. Antes de «Por si las voces vuelven», cuando escribía comedia era con la intención de «esto tiene que ser una puta broma y ya está». Pero después de escribir dices: si además de reírte te sirve para volver a casa con la sensación de que igual hay ahí una herramienta o una forma de ver algunas cosas que no habías pensado, y te sirven más allá del jijí-jajá, pues fenomenal. Pero eso aparece después. Nunca me había planteado que el entretenimiento también pudiera servir de ayuda.

Una carcajada sería comparable a un orgasmo: en el momento en el que alguien se ríe, sus problemas se ponen en pausa. Proporciona placer. Hay una parte «geisha» en el humorista.

Qué bonito eso. Si necesitas un titular utiliza ese, no creo que vayamos a mejorarlo. Sí que hay algo terapéutico en la comedia, aunque sea sólo por el hecho de que, en efecto, te permite anular los problemas que tienes en esa décima de segundo que dura la risa.

En este nuevo libro habla de brote psicótico y de volverse loco sin maquillajes. ¿Evitar los eufemismos forma parte de la enseñanza?

Es que no le tengo miedo a las palabras. Una de las cosas que más me decían es «no me ha gustado que uses la palabra “loco”». Bueno, pues es tu problema, no el mío. Yo puedo referirme a mí como me dé la gana. Cuando pretendes que la gente te entienda es imprescindible usar el lenguaje más coloquial y universal. Igual que follar es follar, no hacer el amor. Lo urgente es entendernos, no ser correctos en el lenguaje.

[[QUOTE:PULL|||"Lo urgente es entendernos, no ser correctos con el lenguaje"|||Ángel Martín]]

¿Cuando tuvo aquel brote se llegó a ver dentro de «Alguien voló sobre el nido del cuco»? Porque es inevitable preguntarse: «¿Estoy loco?». Es un choque.

¿Sabes qué sucede? Que mi ingreso fue estando en pleno brote psicótico, entonces no lo interpreté como tal, sino como «estoy entrando en una habitación de escape». Mi cerebro lo convirtió en un juego. En ese momento estás volado. Pero, poco a poco, las voces van desapareciendo y empiezas a no entender por qué no estás en tu casa. Y hay un momento de desesperación.

¿Al cabo de estos dos libros tiene la sensación de que es mejor, de que está más completo, de que es un poco más sabio? ¿Para qué le han servido?

Me encantaría utilizar la palabra «sabio», pero es demasiado grande –ríe y después guarda un silencio largo–. Es cierto que cuando te pasan ciertas cosas tienes la posibilidad de convertirte en otra persona. En mi caso, una de las decisiones que tomé fue convertirme en otra persona, pero porque no encontraba a la persona que había sido hasta el momento del brote. Sí tengo la sensación de haber construido una dirección mucho más inteligente y ser alguien que se gusta más a sí mismo. Porque sabes el porqué detrás de las decisiones que tomas.

«¡Cuánto penar para morirse uno!» (Miguel Hernández). Dado que todos estamos abocados a desaparecer, ¿intelectualizar el dolor es estéril?

Pues, tío, creo que no. ¿Complicarse la vida forma parte del juego de vivir? Sí. Uno de los grandes errores es el argumento de «si, total, nos vamos a morir, qué más da». No. Estás vivo. Y estar vivo es cabrearse, cagarla, fallar muchas veces, acertar otras, maldecirte. Y que te pasen cosas que no estaban previstas.

Esta sección lleva por título «¿Tienes fuego?». Señor Martín: ¿tiene fuego?

Si hiciera una lectura profunda, es probable que esté ardiendo ahora mismo. ¿Soy más visceral o cerebral? Una mezcla de las dos.

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