Las últimas tres semanas de la candidatura de Biden: entre la agonía y la resistencia
El duelo de Joe Biden con la idea de renunciar a su candidatura de reelección transcurrió como cualquier otro duelo de una relación que ve abruptamente llegar su fin. La primera de las etapas fue la negación. Al menos una semana antes del infame debate del 27 de junio, el presidente de EE UU dedicó su agenda de trabajo a prepararse para el cara a cara televisivo contra Donald Trump que su misma campaña propuso adelantar.
Fueron horas en su residencia de descanso en Delaware las que pasó Biden entrenando su memoria para recordar cifras, nombres de leyes y afinar «talking points» que hicieran daño a su rival republicano. Se hicieron debates de mentira anticipando las respuestas de cada uno.
Lo que nadie anticipó es que un evento hasta ahora tan poco definitivo para el resultado electoral en EE UU como un debate sería el inició del derrumbe de una candidatura de reelección para un mandatario que, en teoría, tendría que haber logrado un segundo período de una manera más sencilla. A las horas siguientes al debate siguieron críticas de analistas demócratas, miembros de campaña y, por supuesto, la oposición republicana. Un grupo de voces cada vez más creciente llamaba a que se hiciera a un lado. Biden no escuchó. La presión vino de medios de comunicación que dedicaron días de cobertura a entender qué hubo detrás de las respuestas titubeantes y, francamente, en muchos casos sin sentido que ofreció Biden en el debate. La Casa Blanca dio una explicación poco convincente sobre el resfriado que el mandatario tenía al momento del evento. Más tarde, el mismo Joe Biden ofreció su primera entrevista televisada ampliando esa tesis del resfriado y culpándose por el mal desempaño.
La expresidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, que más tarde sería importantísima para que Biden se haya retirado, señaló al día siguiente del debate que el mandatario estaba preparado para admitir que su desempeño «no fue genial». La admisión no fue suficiente para acallar las críticas. Casi una semana después del debate, el representante Lloyd Doggett se convirtió en el primer demócrata de la Cámara en pedir a Biden que se retire de la carrera. Y es que lo que los demócratas temían durante meses se hizo realidad el 3 de julio. Trump alcanzó una ventaja de 6 puntos a nivel nacional después del debate. Y en lo interno, aliados como Pelosi y el senador Chris Coons pedían al mandatario que hiciera más entrevistas sin restricciones con «periodistas serios» para mostrar que podía operar rápidamente sin dirección guiada en forma de discursos con guion y teleprompters. Los gobernadores demócratas de varios estados también asistieron a una reunión en la Casa Blanca el 3 de julio, y muchos reafirmaron que estaban firmemente detrás de Biden.
La reunión también reveló que Biden había sido examinado por médicos en los días posteriores al debate por un resfriado, por lo que la Casa Blanca sufrió algunas críticas. Y fue aquí cuando comenzaron a circular informes de que los principales donantes demócratas estaban creando un fondo político para un posible reemplazo de Biden. Los días pasaron entre filtraciones y quejas. La información sobre un registro de visitantes a la Casa Blanca que mostraba que un especialista en la enfermedad de Parkinson estuvo allí 10 veces desde 2022, no ayudó y puso a su oficina a la defensiva. Luego llegó la cumbre de la OTAN en Washington, D.C., que muchos consideraron como la última oportunidad de Biden para mostrar a los donantes y legisladores que tenía la fuerza y la capacidad para llevar a cabo una campaña exitosa. Pero en ese evento Biden llamó accidentalmente al presidente ucraniano «presidente Putin». Además hizo que los demócratas sacudieran la cabeza cuando llamó a Harris «vicepresidenta Trump».
Entre tanto, desesperados los demócratas de la Cámara discutían si mantener a Biden como el candidato era el mejor camino a seguir. Muchos salieron sintiendo que el caucus estaba unido detrás del presidente, mientras que otros emergieron divididos.
Finalmente en la última semana eran casi 40 los congresistas que pedían a Biden retirarse. Y fue ahí cuando el diagnóstico de covid obligó al presidente a autoaislarse y tener conversaciones más calmadas con su círculo íntimo, además de llamadas con Pelosi, Obama y otros influyentes demócratas que, a presión o por compasión, terminaron convenciéndolo de que apoyar a Kamala Harris era el mejor camino a seguir, marcando así el fin de la trayectoria política de unos de los nombres más relevantes de la historia en EE UU.