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Exhibición de Pidcock y décimo puesto de Valero

Una pista minúscula, árboles en el medio y dos ciclistas embravecidos. La belleza del ciclismo de montaña condensada en unos segundos. Thomas Pidcock no encuentra mejor momento que ese para superar a Victor Koretzky. El británico, campeón olímpico en Tokio y gran favorito, va a toda velocidad. Es la última vuelta y ambos se están jugando el oro. El francés, héroe local, le ha atacado hace unos centenares de metros y él responde colándose por dentro en una curva por donde no caben los dos. Ya no perderá la primera posición. Pidcock cruza la meta entre abucheos injustificados. Poco le importa. Es doble campeón olímpico. Dos minutos más tarde cruza la meta en décima posición David Valero . Una mala salida y un resbalón en la segunda vuelta condenan las opciones de la principal baza española casi desde el inicio. Su remontada le da para acercarse hasta el diploma, pero la posibilidad de repetir el bronce de hace tres años es una quimera. «Intenté no volverme loco al inicio, pero se fueron treinta segundos y luego he cometido algunos errores», se lamenta después en la meta. Cansado, sin muchas ganas de hablar. «Estoy contento», asegura, pero su cara refleja otra cosa. Tampoco se va feliz Jofre Cullell, el segundo de los españoles. Siempre a remolque, finaliza en el puesto 24, a casi seis minutos del ganador. Aprieta el calor de lo lindo a las dos de la tarde, hora puñetera para ponerse a dar pedales. Es lo que hay. A los corredores les quedan por delante ocho vueltas a un circuito de 4,4 kilómetros en el que subirán y bajarán otras tantas veces la colina de Elancourt, un antiguo vertedero que hoy es una atracción turística, el punto más alto de la Región de París. Pertenece a la ciudad de Saint Quentin, lugar estratégico que la organización ha convertido en el enclave principal de todas las pruebas de ciclismo. Los senderos naturales de esa colina han sido aderezados con trampas artificiales. Puentes, troncos, plataformas, rocas… Lo que sea para darle mayor vistosidad. El público responde. Holandeses, alemanes, suizos… El centro de Europa se hace notar en todo el recorrido. La carrera se tuerce pronto para Valero, frustrado en el arranque por una caída que le retrasa demasiado con el grupo delantero. Ahí ya manda Koretzky, que lanza la carrera con un ritmo frenético llevado en volandas por el público. No lo hace para galería. El ciclista local fue quinto en Tokio y este año lidera la clasificación de la Copa del Mundo. No es un cualquiera, y su ímpetu pone nervioso a los los grandes favoritos, Pidcock y el suizo Nino Schurter, que se colocan rápido a su espalda. Valero pasa por meta por primera vez en el puesto 29. A 30 segundos. Algo va mal. Muchos lo descartan ya para la lucha por las medallas. «Hay que esperar», dicen desde el equipo español. No sería la primera vez que el andaluz alcanza un podio con una remontada épica. Lo hizo así en Tokio, sin ir más lejos, donde la táctica de ir recogiendo cadáveres le funcionó a las mil maravillas. Al paso por el intermedio de la carrera, los hechos les dan la razón. Valero ya está en el puesto 14, pero la distancia con la cabeza (1:31) empieza a parecer demasiado grande incluso para él. La desgracia también ataca a Pidcock, obligado a pasar por la zona técnica en la tercera vuelta por culpa de un pinchazo. Cuando se reincorpora está 40 segundos por detrás de Koretzky. El británico, brillante también en la ruta y el ciclocross, inicia su propia remontada y empieza a descontar segundos como un animal. Cuando entra en la penúltima vuelta ya está pegado al francés. Con ellos asoma también el sudafricano Alan Hatherly, que por si acaso prefiere no entrar en la pelea. Luego, el bronce llevará su nombre. La batalla final la desata Koretzky, enrabietado al ver cómo Pidcock le daba caza. Ataca en la última vuelta y coge unos metros de distancia que los aficionados reciben con un rugido. De ahí al final es una persecución. Pidcock aprieta hasta encontrar el hueco que no existe. Se tira por dentro, como en las motos, y rebasa a Koretzky, incapaz ya de generar una respuesta. En cuanto a Valero… «La salida ha sido su gran hándicap. Sabíamos que no había que ponerse muy delante para evitar problemas, pero ha sido un tanto excesivo», analizaba el seleccionador Mikel Zabala sobre la carrera de su pupilo. «A partir de ahí ha tenido que gastar mucho y se ha quedado en tierra de nadie. Así es muy complicado tirar p'alante».

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