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El difícil tránsito a la vida adulta de los menores que llegan en pateras

El difícil tránsito a la vida adulta de los menores que llegan en pateras

Mensajeros de la Paz brinda asesoramiento en las islas Canarias a jóvenes extutelados a través del programa «Emancípate» para favorecer su inserción social y laboral 

El mismo día que Ayoub Ourizzane ( 20 años) y Adil Messi (23 años) alcanzaron la mayoría de edad tuvieron que abandonar el centro de menores en el que estaban siendo atendidos bajo la tutela de la comunidad canaria. Para estos adolescentes, que llegaron años atrás a las Islas Canarias, se les presentó en aquel momento una dura realidad: volver a empezar de cero, de nuevo, en un país extranjero. Para encarar esa nueva etapa vital ambos contaron con la ayuda de Mensajeros de la Paz a través del programa «Emancípate, un proyecto financiado por el Gobierno de Canarias que atiende a jóvenes extutelados de las islas de Tenerife, Gran Canaria, La Palma, La Gomera y El Hierro, con edades entre los 17 años hasta los 24 años, en algunos casos justificados.

«Estoy viviendo en un piso tutelado con otras seis personas. A partir de septiembre empiezo un curso para conseguir el certificado profesional de hostelería y continuar trabajando». Quien pronuncia estas palabras es Ayoub. De nacionalidad marroquí. Fue uno de los 3.307 menas que llegaron a España por vía marítima en pateras a lo largo de 2020. Son los conocidos como menas. Detrás de este acrónimo se esconde la realidad de miles de chicos y chicas que se ven forzados a abandonar sus hogares huyendo de situaciones de pobreza, conflictos armados y graves vulneraciones de los derechos humanos. A pesar de su corta edad, recorren las mismas rutas migratorias que las personas adultas. Arribó al puerto canario de Arguineguín con tan solo 17 años. «La travesía fue un horror»; asegura a LA RAZÓN a través de una videollamada desde Tenerife, ciudad en la que reside desde hace unos meses. En un perfecto castellano y con un reconocible acento canario explica que salió desde la costera ciudad de Dakhla –al sur del país alauita– y que la travesía duró tres o cuatro días. No se acuerda con exactitud. «No se lo recomiendo a nadie», dice tajante. [[LINK:EXTERNO|||https://www.larazon.es/espana/llegan-canarias-doble-pateras-que-ano-pasado_20231204656d2357d6703700018d53f4.html|||«Lo pasé súper mal. Sin comer, ni beber y vomitando durante todo el trayecto»]]. Llegó a España coincidiendo con la pandemia. Fue uno de esas miles de personas que permaneció meses aislado en un hotel hasta que le trasladaron a un centro de menores en Gran Canaria. «Como no había plaza allí, me derivaron a Tenerife», ciudad en la que permanece y en la que espera labrarse su futuro. Ayoub no es ajeno al rechazo que la llegada de miles de jóvenes como él despierta entre muchos sectores de la sociedad española, especialmente, desde que el número de llegadas registra récord tras récord. «No todos somos iguales. En todas partes, hay gente buena y mala o vagos», señala.

Su historia es muy parecida a la de Adil Messi, de 23 años. Hablamos el viernes por la tarde y está sonriente porque acaba de terminar su jornada laboral. «Hasta el martes descanso porque el lunes es festivo», dice con una sonrisa y un perfecto castellano –también con acento canario–. Trabaja montando aires acondicionados en una empresa en La Palma. «Estudié un ciclo básico de dos años para sacar el grado y la empresa en la que hice prácticas me contrato». Además compite en el equipo de fútbol local. «Intento compaginar ambas cosas, no quiero solo jugar al fútbol» explica consciente de que triunfar en este deporte es complicado. Vive en un piso alquilado por el que paga 800 euros. «Envío dinero a mi familia para ayudarles», dice este marroquí, que llegó con 17 años a España y con esfuerzo y perseverancia está constuyendo una vida Canarias. «No ha sido nada fácil. Cuando llegue aquí tenía otra idea, que sería fácil, pero no es así. Tienes que ser fuerte y tener paciencia», describe. «Cuando sales del centro menores la vida se complica».

Si hay algo que une el destino y futuro de ambos es el apoyo del programa «[[LINK:EXTERNO|||https://mensajerosdelapazcanarias.com/proyecto-emancipate/|||Emancípate» de Mensajeros de la Paz.]] Desde que comenzó a funcionar este proyecto, en el año 2018, han ayudado a 1.635 jóvenes en Canarias a construir y afrontar los primeros y difíciles pasos hacia su vida adulta. En declaraciones a LA RAZÓN, Andrea Gorostiza señala que se trata de «un proyecto multidisciplinar en el que participan trabajadores sociales y educadores, entre otros perfiles, y cuyo objetivo final es que los jóvenes participantes logren la inserción sociolaboral». A través de este programa les ayudan a resolver cualquier trámite o duda. «Les acompañamos a renovación del DNI, a una revisión médica, trámite administrativo o la búsqueda activa de empleo», señala Andrea sin antes incidir en que «cada uno de los chicos que llega al programa tiene unas necesidades distintas»

El proyecto, subvencionado por la Consejería regional de Bienestar Social, Igualdad, Juventud, Infancia y Familias, el año 2023 se consiguieron 255 inserciones laborales con un 65% de estabilidad Desde el programa no esconden su satisfacción porque detectan que en este último año los jóvenes mantiene el empleo durante más de seis meses, firmando incluso contratos indefinidos. Los sectores en los que encuentran más oportunidades laborales son la hostelería o el turismo. Desde el programa también les proporcionan pisos tutelados. Los recursos todavía son escasos ya que disponen de dos en Tenerife y uno en Canarias con seis plazas cada uno. Allí cuentan con un tutor que les guía para realizar las rutinas de limpieza y de gestión de los espacios comunes. La coordinadora del proyecto pone el acento la problemática de la vivienda como consecuencias de los elevados precios en una comunidad que además vive del turismo. «Si eres joven y migrante todavía es más difícil», subraya. Todo ello en medio de un ambiente cada vez más complicado y díscolo para estos jóvenes ante el repunte de delitos de odio contra este colectivo. «Los chicos sienten que siempre tiene que estar demostrando que son perfectos por ser migrantes. Viven con ese estigma, que en ocasiones les genera aislamiento y les empuja a relacionarse solo con otros extranjeros», concluye Andrea.

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