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Ni Alcaraz puede evitar el oro olímpico de Djokovic en París

Novak Djokovic ya lo tiene todo. Le faltaba el oro olímpico y lo conquistó después de superar a Carlos Alcaraz en una final a la altura de lo que había en juego, épica, inolvidable, en la que el español se tuvo que conformar con la plata aunque peleó con todo por el oro (7-6 [7/3] y 7-6 [7/2] ).

Fue un partido plagado de gestos de lo que es deporte puro y duro. Algunos ejemplos: Alcaraz abriendo los brazos al secarse con la toalla, como diciendo “es así, es así”, después de remontar un 0-40, su primera situación de peligro. El resoplido y la mirada al cielo de Djokovic cuando su rival le llega a una dejada y se la pone en la línea, un claro “no me lo puedo creer”. Las quejas a su palco del serbio haciendo el golpe del revés. El grito de Carlos con la enésima bola de break en el quinto juego, y la respuesta similar de Nole al salvar su servicio, en uno de los momentos clave de un primer set para enmarcar que duró una hora y media.

La oportunidad de Carlos

Porque ahí tuvo el español una opción tras otras de rotura, y no logró concretar ninguna. Quien pensara que Djokovic, su rodilla o la aparente relajación de estos días yendo a ver a sus compatriotas en otros deportes eran un signo de debilidad, se equivocaban. Todo lo contrario. Lo que ha intentado es vivir con menos obsesión que en Tokio 2021 la conquista del único gran título que le faltaba, el oro olímpico. En la pista no pudo poner más empeño en conseguirlo. Fue su mejor versión: la tenaz, la letal, la que cuando tiene un punto de break en contra encuentra el saque preciso... El Nole caníbal que normalmente no pierde los partidos.

Carlos, la motivación

La presencia de un tenista como Carlos Alcaraz se ha convertido en un aliciente para él. Es de los pocos tenistas que se ha encontrado en su carrera que logra desbordarlo con cierta frecuencia, tanto por potencia como con la habilidad de sus dejadas. A la mitad ni fue y en alguna incluso perdió pie y estuvo cerca de besar la tierra. Casi todos daban al español como claro favorito, quizá olvidando que estamos hablando de Novak Djokovic, el mejor jugador de tenis de la historia.

El apoyo de la afición estuvo más dividido que nunca, incluso decantada un poco en favor del serbio, con los “Nole, Nole, Nole” que se escuchaban por encima de los “Carlos, Carlos”. Tenían ganas de verle hacer historia “Idemo” (que viene a ser como un “vamos”) decían casi desde un comienzo en el que no hubo tregua. Cada juego era una batalla, en la que Carlos intentaba incomodar a su oponente con bolas altas combinadas con su poderosa derecha, y Novak sacaba el tiralíneas con todos los golpes, rozando la perfección. Casi imposible jugar mejor. No fallaba ni una bola que no tocaba y el primer set se movió en el alambre, con oportunidades para los dos, pero especialmente para Carlos en ese noveno juego. No las aprovechó y en la segunda parte del tiebreak perdió un poco de energía se le escapó.

Resistencia

El catálogo de gestos continuó. Djokovic mirando a la bola estirado cuando Carlos le pilló en un contrapié, sin poder hacer nada ya para ir a por ella por mucho que lo deseara o Alcaraz chillando “vamos” al cielo de París en ese mismo juego, cuando salvó la primera opción de break en el segundo parcial (con 1-1). Lo estaba pasando mal en esos momentos. Ganar ese primer set era un factor psicológico importante y esa ventaja mental la tenía el serbio. Era otra montaña a escalar por el español, aparte de la tenística, y por momentos amenazó con caer en la desesperación de intentar jugar de forma más directa. Se contuvo. Supo sobrevivir en ese arranque delicado porque la presión de Novak era constante. Al siguiente juego de saque también tuvo un 15-30 en contra, y con un golpe milagroso, una contradejada, evitó la pelota de break y sacó el puño para poner al público de su parte. A la siguiente vez que le tocó servir hizo algo parecido con la raqueta y esta vez se llevó el dedo a la oreja para que subieran las revoluciones. No podía dejar que Djokovic se escapara. "Una, una", decía con el dedo, tras el enésimo saque a la línea de Nole.

Doblado

La capacidad de resistencia de Alcaraz fue maravillosa. Casi cualquier otro jugador hubiera sucumbido antes. Novak no tiraba ni los 40-0. Peleaba cada bola y seguía encontrando las líneas como quería, sin sucumbir al desgaste al que le estaba obligando un jugador 16 años más joven que él, y que también disputó un partido memorable. En el noveno juego del segundo set, un punto eterno ganado por Carlos dejó al ganador de 24 Grand Slams doblado (otro gesto, es que fueron tantos), pero también de eso pudo levantarse para poder alcanzar la gloria que le faltaba en el segundo desempate, que jugó como los ángeles. Como toda la tarde.

Lo que le importaba la medalla se vio al final. Novak se puso de rodillas en la pista, se persignó y se fue a llorar a su palco con los suyos.

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