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El calor «transmite» las enfermedades infecciosas

El calor «transmite» las enfermedades infecciosas

 El calentamiento global conlleva lluvias torrenciales en muchas zonas del planeta, con las aguas estancadas consiguientes, o sequías insalubres

Casi el 60% de las enfermedades infecciosas que afectan a los humanos se han visto agravadas por efectos del clima. Una de las consecuencias del cambio climático menos difundidas, pero más exploradas por los científicos es su impacto en las enfermedades infecciosas. La relación es sencilla: el calentamiento global está ampliando las áreas en las que pueden sobrevivir los vectores portadores de enfermedades, como los mosquitos, responsables de cerca de tres millones de muertes cada año.

El informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) ha cuantificado el riesgo de esta relación y señala diez peligros climáticos sensibles a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en cada enfermedad patógena humana conocida. Los resultados, publicados en «Nature», señalaban que el 58% (es decir, 218 de 375) de las enfermedades infecciosas que enfrenta la humanidad en todo el mundo se han visto agravadas en algún momento por peligros climáticos.

Junto al aumento de las áreas donde pueden sobrevivir los mosquitos, el aumento de las precipitaciones, las inundaciones y las sequías pueden crear agua estancada para que los vectores se reproduzcan o aumentar el riesgo de agua contaminada. A esto hay que sumarle que los fenómenos meteorológicos extremos alteran la infraestructura y los sistemas de salud existentes, lo que hace que muchas personas sean aún más vulnerables a las infecciones.

Otros factores como la migración, la urbanización y la deforestación también pueden afectar la propagación de enfermedades infecciosas. El problema es que si no se toman medidas ya mismo, advierten desde el IPCC, habrá «una escalada de enfermedades infecciosas».

El último estudio, publicado en «Science», ha desarrollado un nuevo modelo para predecir los efectos del cambio climático en la transmisión de la malaria en África y podría conducir a intervenciones más específicas para controlar la enfermedad, una que mata a 2,7 millones de personas cada año, según cifras de los Institutos Nacional de Salud (NIH).

De acuerdo con los autores, liderados por Mark Smith de la Universidad de Leeds, los métodos anteriores habían utilizado totales de lluvia para indicar la presencia de agua superficial adecuada para la reproducción de mosquitos, pero la investigación dirigida por Smith utilizó varios modelos climáticos e hidrológicos para incluir procesos de evaporación, infiltración y flujo a través de los ríos. Este enfoque ha creado una imagen más profunda de las condiciones propicias para la malaria en el continente africano.

El estudio también destaca el papel de vías fluviales como el río Zambezi en la propagación de la enfermedad ya que se estima que casi cuatro veces más personas de lo que se pensaba hasta ahora, viven en áreas aptas para la malaria.

«Esto nos dará una estimación físicamente más realista de dónde en África mejorará o empeorará la malaria» –explica Smith–. Y a medida que se disponga de estimaciones cada vez más detalladas de los flujos de agua podremos utilizar este conocimiento para dirigir la priorización y adaptación de las intervenciones contra la malaria de una manera más específica e informada. Esto es realmente útil dados los escasos recursos sanitarios que suelen estar disponibles».

El 95% de los casos mundiales de malaria, casi 250 millones, se notifican en África, pero las reducciones de casos allí se han desacelerado o incluso revertido en los últimos años, atribuido en parte a un estancamiento en las inversiones en respuestas globales para el control de la malaria.

La buena noticia es que el equipo de Smith predice que las condiciones cálidas y secas provocadas por el cambio climático conducirán a una disminución general de las áreas adecuadas para la transmisión de la malaria a partir de 2025. Los cambios en la capacidad de la malaria se observan en diferentes lugares y son más sensibles a las futuras emisiones de gases de efecto invernadero de lo que se pensaba anteriormente.

Por ejemplo, las reducciones proyectadas en cuanto a la capacidad de infección de la malaria en toda África occidental son más extensas que lo que sugieren los modelos basados en las precipitaciones, y se extienden hasta el este de Sudán del Sur, mientras que ahora se considera que los aumentos proyectados en Sudáfrica siguen cursos de agua como el río Orange.

«El avance clave» –añade el coautor Chris Thomas– «es que estos modelos tienen en cuenta que no toda el agua permanece donde llueve, y esto significa que las condiciones de reproducción adecuadas para los mosquitos de la malaria también pueden estar más extendidas. especialmente a lo largo de las principales llanuras aluviales de los ríos en las regiones áridas y de sabana típicas de muchas regiones de África. Lo sorprendente del nuevo modelo es la sensibilidad de la duración de la estación al cambio climático; esto puede tener efectos dramáticos en la cantidad de enfermedades transmitidas».

España ya sufre los primeros casos de dengue

En España comienzan a multiplicarse los casos de dengue por la aparición en nuestro terrritorio del Aedes albopictus (mosquito tigre). Por ejemplo, dos ciudadanos españoles de la misma familia contrajeron el dengue en municipios de la provincia de Cádiz y de Murcia (la zona mediterránea es la más afectada). Durante la fase de viremia, unos 4-7 días (hasta 12), el paciente

puede transmitir la infección a mosquitos en caso de ser picado. El cuadro característico consiste en fiebre

y cefalea retroorbitaria, mialgias, artralgias, astenia, vómitos y erupción cutánea. La evolución generalmente es benigna y autolimitada, aunque una pequeña proporción (<5%) puede evolucionar hacia

dengue grave e incluso muerte. El dengue es una enfermedad de declaración obligatoria en España a través de la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica.

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