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El independentismo acentúa su fractura a la espera de Puigdemont

El independentismo acentúa su fractura a la espera de Puigdemont

Tras los ataques de Junts a ERC, la Asamblea Nacional Catalana se desmarca de los CDR, que abortan su protesta de hoy en la calle

El independentismo encara la cuenta atrás de Carles Puigdemont más dividido si cabe. Con ERC y Junts de nuevo a la greña a cuenta del pacto de los republicanos con el PSC para investir a Salvador Illa, ayer mismo la Asamblea Nacional Catalana dio la espalda a los Comités de Defensa de la República (CDR) en su intención de sacar hoy a la calle al soberanismo, una protesta que terminó desconvocándose. A la espera de ver qué pasa con ese anunciado regreso, el presidente del Parlament, Josep Rull, ha retrasado 24 horas la ronda de consultas previa a la investidura.

Esta vez parece que Puigdemont, ahora residente en la Cataluña francesa, va tan en serio que ha recibido mensajes de representantes de la sociedad civil para que no vuelva, para que no interfiera en la elección de Illa y Cataluña vuelva a tener un Gobierno.

Sin embargo, Puigdemont no desistirá porque es su última carta. El ciclo electoral de Junts ha sido malo. Municipales, generales, europeas –estas fueron especialmente sangrantes– y autonómicas, donde hincó la rodilla ante el PSC, han enseñado un partido que vive de su líder pero que en cada convocatoria se deja plumas en la gatera. Los siete diputados de las generales, a pesar de ser un mal resultado, fueron un revulsivo porque puso a Junts como árbitro en la compleja política española. Lo convirtieron en el Pepito Grillo del PSOE que toreaba con la zanahoria y con el mazo dando.

Puigdemont y los suyos han tratado de dinamitar a ERC tras el acuerdo con el PSC. Primero avisando a Sánchez tumbando la senda de gasto y luego con el pressing a ERC que ha incendiado las redes sociales. También los militantes republicanos han sido «visitados» por los «compañeros» de Junts para convencerlos de que sean patriotas y no «botiflers» vendidos a los que darán la presidencia «a los del 155». Con esta política trumpista, los de Puigdemont han hecho un traje a medida a Illa calificándolo de españolista, ultraconservador y ultracatólico.

Puigdemont no ha venido a España coincidiendo con la consulta de ERC porque no era buen momento. Una cosa son los votantes y otra, muy distinta, la militancia republicana que lleva años acumulando desprecios por parte del mundo neoconvergente. Hubiera sido una mala idea porque hubieran primado los recelos contra él.

[[QUOTE:PULL|||El presidente del Parlament retrasa 24 horas la ronda de consultas previa al debate de investidura]]

El momento elegido es la investidura. El problema es que no veremos un Parlament rodeado de una turba de acólitos que intente protegerlo de su detención. Tampoco los Mossos d’Esquadra están por la labor de mirar para otro lado, y los jueces Llarena y Marchena lo están esperando. Puigdemont no tiene ya la inmunidad del Europarlamento y si viene será detenido.

La incógnita es por cuánto tiempo. Cuando sea detenido tendrá que acudir a declarar al Supremo y será el juez quien decida si queda en libertad o no. El problema de Puigdemont es que, tras siete años fugado, Llarena no tiene garantías de que no vuelva a eludir la acción de la Justicia.

Con su regreso intentará dilatar el Pleno y para eso cuenta con el apoyo del president del Parlament, Josep Rull, que tratará de suspender la investidura bajo el pretexto de que ha sido detenido un diputado. De hecho, en estos días corre el rumor de que Rull ha habilitado una entrada secreta al Palacio del Parlament para evitar que sea detenido entrando en la Cámara.

Por eso, Puigdemont tratará de llegar al Parlament desde Francia sin ser arrestado. Al no contar con masa crítica que altere la paz ciudadana esta opción se pone difícil, pero el expresident y los suyos tratarán de utilizar el factor sorpresa para que su detención sea «carne de telediario», en Cataluña, España y, sobre todo, Europa. «Una acción estilo Torrente», auguran sus críticos.

El ruido que generará su vuelta quiere ser aprovechado por Junts para evitar la investidura de Illa provocando que algún diputado republicano no vote a favor y se fuercen nuevas elecciones, el único objetivo de Puigdemont, porque es la única baza que le permitirá recuperar protagonismo, aunque las encuestas no apuntan a ninguna mejora.

[[QUOTE:PULL|||«Una acción estilo Torrente», dicen los críticos del plan del líder de Junts de forzar su arresto]]

Sin embargo, su detención podría ser un revulsivo electoral. Los republicanos dicen que sus diputados están blindados, pero la incertidumbre está ahí. Basta que uno rompa la disciplina de voto e Illa no contará con la mayoría suficiente. Para ser investido, el PP debería abstenerse en segundo votación, algo que no está previsto.

Carles Puigdemont sabe que debe jugar bien esta carta para recuperar el protagonismo perdido. Al menos momentáneo porque el fugado ha dicho que volverá para la investidura pero que no tiene intención de quedarse de jefe de la oposición. ¿Se retirará? En su partido no faltan quienes suspiran por esta retirada porque la desmesurada influencia de Puigdemont reduce a su formación a un coro de incondicionales. Quién discrepa no sale en la foto.

El hiperliderazgo saben en Junts que, hoy por hoy, es un activo pero mañana es un lastre. Aún así nadie osa llevarle la contraria, por supuesto en público. En privado es otra cosa. Puigdemont se la juega a una carta. O todo o nada. Objetivo final: repetición de elecciones. Si no lo consigue quizá la derecha catalana volverá a implosionar porque su líder se retirará.

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