Djokovic, el homenaje a un supervillano
Rafa Nadal seguirá siendo el único tenista en encadenar, en un verano mágico, los títulos de Roland Garros y Wimbledon con el oro olímpico. Una explosión emocional evitó que Novak Djokovic lo imitase en 2021, en aquellos Juegos aplazados y pandémicos de Tokio, y a Carlos Alcaraz se lo impidió… Novak Djokovic. La decepción del murciano y el golpe al medallero español fueron duros de encajar, pero en un rinconcito del corazón de los amantes del deporte, más allá de nacionalidades, germina la alegría y se perenniza la admiración. Nole es, sin duda, uno de los atletas más grandes de todos los tiempos.
El palmarés de Djokovic es apabullante. Lo es mucho más su empeño en ceñirse la corona olímpica, la única que le faltaba. En Pekín, hace dieciséis años, se derritió entre lágrimas en la semifinal cuando, con Nadal contra las cuerdas, mandó fuera un smash que casi le habría permitido, cuando apenas empezaba a asomar por la élite, eliminar a un consagrado manacorense. Desde entonces, mientras destrozaba todos los registros posibles en el circuito –le falta un Grand Slam para desempatar con Margaret Court–, ha perseguido con denuedo el triunfo que no reparte dinero, sino algo mucho más importante: la inmortalidad y la contribución a la gloria de su país.
Hace dos meses, Nole abandonó Roland Garros con el menisco roto. No tenía necesidad de infligirse una rehabilitación exprés para presentarse disminuido en la final de Wimbledon, donde Alcaraz lo destrozó. Cualquiera se habría ahorrado el dolor en la camilla y la humillación en Londres, pero él puso su ego y su cuerpo por detrás de su deseo de conquistar el Olimpo. Puede que a usted, amigo, le caiga mejor o peor. Pero si no lo admira... es que el amargor le ha nublado definitivamente el juicio.