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Simone Biles vuelve a la tierra: sin oro en suelo ni podio en equilibrios

Vive la gimnasia artística una revolución en la final de la barra de equilibrios. Campeona olímpica la italiana Alice D'Amato casi por sorpresa porque se presentaban al examen Simone Biles y Rebeca Andrade, y ambas se han quedado fuera de las medallas. Buscaba la estadounidense dos oros en la jornada de hoy con los que empatar en la élite del olimpismo femenino con Katie Ledecky y Larissa Latynina ; buscaba la brasileña alcanzar a Biles en este ejercicio en el que siempre ha rendido de maravilla, y con algún truco en la manga para superar a su rival en este elemento en el que puede hacerlo. Pero se quedan las dos fuera de sus esperanzas. Biles había aterrizado en París con el paso firme después de perderse en los twisties de Tokio y Andrade estaba cada vez más cerca de su estela. Una rivalidad espectacular por lo que se observan, se acechan, se inventan para llegar todavía más allá de lo que impone la lógica. Pero lo que se impone es la ilógica en la final de equilibrios. Se caen Julia Soares, Sabrina Maneca-Voinea y hasta Sunisa Lee. Y hay consuelos por doquier porque supone una mala puntuación que las dejará sin opciones de podio al final de la ronda. La primera que abraza a Lee es su compañera Biles, que todavía no se ha sacado el chándal. Se desboca el personal cuando le toca el turno y se desprende de la chaquetilla, una cincuentena de fotógrafos inmortalizando la salida, 20.000 móviles haciendo lo mismo desde las gradas más arriba. Pero se contiene el aliento cuando se eleva sobre esa minúscula barra en la que comienza un ejercicio en el que se desplaza ingrávida, pero segura en los aterrizajes. Hasta que un despiste, un resbalón, la hace caer en la colchoneta al recepcionar de su serie de mortales hacia atrás. No hay sonrisa esta vez, enfadada con el mundo, el interior y el exterior porque no entraba en sus planes este error. No después de haber vuelto de los mareos y haber aterrizado con aplomo en París 2024. Nunca se había caído de este elemento en ninguna final ni de mundiales ni de Juegos. Espera con resignación la nota, vuelve la mirada porque no quiere verlo, se pone de nuevo el chándal para taparse de la decepción y conversa con su entrenadora buscando respuestas. Trata de aplacar el enfado su entrenadora porque falta una final, en suelo. Aun así, rabia en su rostro cuando hasta ahora todo eran sonrisas, y oros. Hay una espera larguísima porque hay que valorar si el error pesa más que la dificultad o se puede matizar por ese 6.2 de complicación. Sin embargo, los jueces deciden: nota final de 13.100, porque la ejecución es de 7,2 y hay un 0.3 de penalización. Cuarta. Biles es humana. Y quizá sea mejor así, para ella y para el mundo. Se intenta animar a la estadounidense, pero también se aplaude la salida de Andrade , a la espera de que la brasileña se cuelgue el oro porque tiene todo para hacerlo y, además, cuenta con ese error de su archirrival. Ejecuta a la perfección su ejercicio, sin errores, sin caídas, una recepción estupenda que la lleva a la alegría y a la ovación de la grada. Pero hay que esperar. Tarda menos en salir la resolución, pero es igual de comentada que la de Biles. Porque es una nota de 13.933, sin penalización, pero con una dificultad tan baja que la perfecta ejecución no alcanza para lo que han logrado D'Amato (14.366), Zhou (14.100) y Esposito (14.00). Andrade, cuarta, y Biles, quinta, también se equivocan.   Tuvo dos horas Biles para descomprimirse. Soltar la frustración de la quinta plaza en la barra de equilibrios, una caída inédita en su historial personal de grandes finales, y absorber la energía y la concentración necesaria para volver al escenario y completar un ejercicio que el planeta espera con devoción. Pero la obra maestra que se espera no es completa. Después de los 15.996 puntos que logró en Río 2016 y todas las expectativas puestas en una rutina en la que no ha bajado de los 15 puntos desde hace años, Biles no pudo redondear su participación olímpica con dos errores en la recepción de otras tantas series de saltos imposibles. A pesar de la dificultad, la estadounidense se vio penalizada por esas salidas del tapiz y no pudo alcanzar la gran actuación de la brasileña Rebeca Andrade, campeona olímpica, que se cuela en el resquicio que deja la humana Biles. Actuó la brasileña primero, presión con su espectacular ejercicio en el que combina la samba con una dificultad mayúscula que rivaliza en altura con la de la estadounidense. Ya lo decía Biles, «no quiero enfrentarme más con ella. Nunca había tenido una rival tan cerca». Parece divertirse la brasileña, más libre en sus movimientos que los matemáticos de su máxima rival. Otro carácter, otra dificultad (5.9), el mismo objetivo. Alivio y sonrisa en el rostro porque se ha desfondado (8.2 en ejecución) y ha clavado las series: 14.166 para empezar la final. A la espera de Biles. A la que aplaude cuando la estrella se enfrenta a su ejercicio estrella. Ojos cerrados, mirada concentrada y sonrisa puesta para empezar a bailar con Taylor Swift. Otra dimensión la que alcanza en la primera serie, un metro por encima de todas las demás. Es un ejercicio que no dura más de 90 segundos, en sintonía con una música que no puede llevar letra, y en el que es obligatorio completar tres series con, al menos, tres acrobacias, aunque todas se decantan por cuatro diagonales a cada cual más compleja. Y hay que entender que el tapiz, recubierto de un fieltro para evitar quemaduras por el roce, tiene cierta elasticidad, pero no hay muelles debajo, no es una colchoneta. Por eso se valora más, y se entiende menos, la altura que adquiere Biles en comparación con el resto de los mortales. Pero es una Biles que ha conseguido aterrizar en París sin miedo, liberada de los twisties, y aun así, o quizá por eso, porque compite contra ella misma y no para el público, siente la presión. Continúa el espectáculo, tampoco es perfecto esta vez. Hay dos caídas fuera del tapiz, aunque clava los elementos de mayor dificultad, puntuación en la que espera alcanzar el oro para despedirse de los Juegos. Al menos, por ahora, pues ya apuntaba que Los Ángeles 2028 no estaba tan lejos para sus aspiraciones. Pero no hay memoria en el deporte, ni recuerda lo que has sido. Y esta Biles, que logró rozara los 16 puntos en Río y se humanizó del todo en Tokio 2020, es la nueva versión tras aquellos fantasmas. Y que logra la plata porque no le alcanza con las penalizaciones para superar el ejercicio menos difícil, más perfecto, de Andrade. Biles sonríe resignada, qué le vamos a hacer. Es una gimnasta madura, que ha disfrutado el proceso hasta aquí, de vuelta al tapiz en 2023, después de levantarse del pozo. Y consigue el oro por equipos, en conjunto individual y en salto; la resignación en barra de equilibrios, quinta; la rendición ante Andrade y su propia tranquilidad, plata en el ejercicio en el que tantas veces triunfó. Biles no es infalible. Biles es Biles. Lo mejor que le podía ocurrir. A ella, nunca ha tenido que demostrar nada a nadie, y menos ahora, y a Andrade, que se cuela por la extraordinaria imperfección de la estadounidense para colgarse un oro lleno de constancia.

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