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Veteranos del ejército ucraniano viajan a Polonia para competir en la liga local para amputados

 Veteranos del ejército ucraniano viajan a Polonia para competir en la liga local para amputados

El fútbol hace de medicina para los soldados heridos en la guerra contra Rusia

Una pelota de fútbol vuela rápidamente por el campo en Leópolis. Los jugadores la pasan con precisión e intención, a pesar del calor abrasador. Los ataques se suceden uno tras otro y el ritmo es intenso, aunque solo tienen una pierna y deben apoyar todo el peso del cuerpo en las muletas para correr o disparar a puerta. Los porteros tienen solo una mano para desviar los tiros o lanzar el balón a su equipo. Ni el calor, ni la lluvia, ni la nieve impiden que estos hombres se reúnan aquí dos veces por semana, explica Bogdan Melnyk, entrenador del Pokrova. Es el primer equipo que une a aquellos veteranos del ejército ucraniano que han perdido una extremidad en el campo de batalla mientras repelían la invasión rusa.

Bromas y risas resuenan por el campo durante un breve descanso. «No quieren que les tengan lástima. Lo peor que se puede hacer es sentir lástima por ellos», subraya Melnyk. Los organizadores, que operan bajo los auspicios de la Iglesia greco-católica local, consideran que el deporte desempeña un papel fundamental para ayudar a los soldados a no desesperarse y recuperarse rápidamente de sus heridas gravísimas. «Al principio, esto los distrae. Les ayuda a seguir viendo el significado de la vida, a que la vida no termina allí, a que pueden progresar en algo incluso con un trauma así», dice Yuriy Sushch, uno de los jugadores del equipo y capitán de la selección nacional de fútbol de amputados de Ucrania.

«Es difícil creer que algunos de ellos perdieron sus extremidades hace solo meses y fueron sometidos, en algunos casos, a decenas de cirugías», subraya Melnyk, señalando al oficial Andriy Mandryk, de 24 años, que fue sometido a más de 20 intervenciones. Todo el equipo fue a buscarle al hospital para invitarlo a unirse al equipo, recuerda. «Hacer que lo intenten por primera vez suele ser el paso más difícil. Una vez que lo han probado, a veces tenemos que hacerles actuar con más cuidado», sonríe Melnyk.

Ahora, muchos viajan cientos de kilómetros a través del país para estar aquí. «Desde el primer entrenamiento supe que volvería», dice Mykola Gatala, de 27 años, que viaja todos los fines de semana a Leópolis en autobús o en tren desde Odesa, a unos 800 kilómetros de distancia. Gatala, un trabajador de la construcción que se convirtió en infante de marina tras el inicio de la invasión, perdió una pierna hace un año. Pisó una mina rusa durante la contraofensiva del verano del año pasado en Zaporiyia. Tras la explosión, tuvo que arrastrarse una cierta distancia hasta llegar a sus compañeros soldados: no quería que arriesgaran sus vidas por él. «Podrían haber pisado otras minas que quizás no detectamos», explica.

Con los rusos a apenas cientos de metros de distancia, otros soldados colocaron al herido Gatala sobre los rifles cruzados que sirvieron como camillas improvisadas y lo ayudaron a evacuar. Conoció a Melnyk y Kostiantyn Kashula, el capitán del equipo, en un centro de rehabilitación, donde buscaban nuevos jugadores. Aunque no había jugado mucho al fútbol, Gatala aceptó inmediatamente. «Sabía que tenía que ser proactivo para recuperarme y escapar del dolor», subrayó. Ha estado en el equipo desde entonces, a pesar de mudarse primero a Mykolaiv y luego a Odesa, ya que continúa su servicio en el Ejército.

Al principio fue difícil incluso aprender a patear una pelota correctamente, pero Gatala y otros han recorrido un largo camino desde que pisaron por primera vez el campo de fútbol después de ser heridos. Junto con otros jóvenes veteranos, viaja frecuentemente a Polonia, donde el equipo participa en el campeonato local para amputados, uno de los tres más fuertes de Europa. Si bien al principio los entrenamientos se centraban más bien en la rehabilitación y en aprender a moverse en el campo sin una extremidad, rápidamente anhelaron jugar partidos competitivos y ponerse a prueba contra oponentes más experimentados.

Según Melnyk, los veteranos quieren ser respetados y admirados no simplemente como militares que han dado su salud por Ucrania. «Quieren ser vistos como atletas. Quieren jugar bien, impresionar con su habilidad, ganar», subraya. Asegura además que no tienen miedo al enfrentarse a oponentes que lo han ganado todo a este nivel. Los rivales polacos aprendieron rápidamente a tratarlos como a cualquier otro equipo después de las primeras victorias de Pokrova.

Con miles de veteranos del ejército ucraniano que necesitan rehabilitación, el equipo está compartiendo su experiencia y espera impulsar otros esfuerzos similares en todo el país.

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