España se queda sin el bronce o cuando el hockey ya no es lo que era
El mediodía bronceado en club náutico de Vaires-Sur-Marne pudo tener continuidad en el estadio Jean Bouin, el viejo Colombes de los Juegos de 1924 y «Carros de fuego», donde España perdió el duelo por el tercer puesto del torneo masculino de hockey sobre… moqueta. Porque hierba, lo que se dice hierba, no hay en ninguna de esos horribles terrenos sintéticos impuestos a finales de los ochenta que terminaron con el dominio de las dos naciones del subcontinente indio, Pakistán e India, el equipo que ayer venció a los chicos de Max Caldas. Era una de las citas con más historia olímpica para el deporte colectivo español.
En 1960, un equipo español subió por vez primera a un podio, en Roma, donde perdió la semifinal contra Pakistán y remontó en el partido por el bronce a Gran Bretaña con dos goles de los hermanos Dualde Lamadrid, Joaquín y Eduardo. Veinte años más tarde, en Moscú, aprovechó que el boicot occidental obligó a un torneo reducido (faltaban, además de paquistaníes y británicos, Países Bajos, Alemania, Australia y Nueva Zelanda) para meterse en su primera final olímpica de equipos, perdida por 4-3 pese a un triplete de Joan Amat.
Pakistán sucedió a su odiado vecino en Los Ángeles 84 para firmar el décimo triunfo asiático en doce ediciones olímpicas, con las únicas excepciones de Alemania en Múnich y Nueva Zelanda en Montreal. A partir de los Juegos de Seúl, la FIH enmoquetó los campos y el juego mutó en un correcalles vertiginoso, lo que desfavorecía a los virtuosos de piel aceituna, capaces de hacer diabluras con su stick entre botes conejiles de la bola. España, que tiene en Tarrasa y en toda la comarca del Vallés a su pequeña India, no ha perdido mucho con el cambio. Pero tampoco ha ganado. Cuando lo físico se impone sobre lo técnico, mala cosa.