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Dadles cuerda

A partir de ahora, cuando alguien mencione aquello de la «Policía patriótica», resultará inevitable pedirle que aclare si a quien se está refiriendo es a los Mozos de Escuadra.

La Policía regional catalana hundió su prestigio de cara a la población el jueves pasado, cuando mostró a todos los catalanes cómo no hacia nada para detener a un prófugo que lleva siete años despreciando la ley y le permitió acudir en olor de multitudes a un mitin de los suyos, anunciada su presencia día y hora, a pesar de que pesaba sobre él una orden judicial de arresto.

Esos son los hechos y, con franqueza, no me extraña que la gente piense ahora mismo en Cataluña que la Policía autonómica no sirve absolutamente para nada.

El Catalibanismo decidió el jueves pasado que, si no quedaba más remedio que entregarle la Generalidad al socialista Salvador Illa, iban a darle una Generalidad ridiculizada, empequeñecida, una institución regional destrozada que no pintara nada en el mundo más allá de defender al cacique de turno.

Los propios sindicatos de los agentes reconocieron, de una manera implícita, desde primera hora, en varios medios de comunicación, que las órdenes que les habían dado sus jefes parecían diseñadas precisamente para que fuera casi imposible detener al prófugo y que, a cambio, se fastidiara lo indecible a la ciudadanía con operativos sin sentido para simular que se hacia algo.

Se vio por televisión a algunos Mozos de Escuadra que incluso tutelaban al prófugo durante su aparición, y únicamente cuando ya se había marchado y estaba en un lugar seguro para él, se dispuso un operativo como si se estuviera buscando a un terrorista.

De tutelado a terrorista, en apenas sesenta minutos. Hay que ver cómo cambia el criterio y la capacidad de la autoridad policial regional en media hora.

[[QUOTE:PULL|||Gracias a Pedro Sánchez, en nuestra región ya existen catalanes de primera y de segunda división]]

Todo parecía una farsa institucional como si el público fuera imbécil. Hasta la siempre mesurada BBC hablaba al día siguiente de escándalo. Uno llegaba a preguntarse si no serían esos mismos Mozos de Escuadra los que estuvieron a cargo de la seguridad de Donald Trump aquel día aciago en Pensilvania.

Lo que quedó meridianamente claro fue la indignación de los propios números de base de la Policía con las órdenes de sus mandos catalibanistas.

A lo largo del día, fueron bajando el tono, pero la primera reacción fue visceral e impagable y los propios policías se llevaban las manos a la cabeza por el desprestigio en que se estaba hundiendo a su institución.

El portavoz sindical de la policía parecía mucho más previsor que sus propios jefes, porque salió en todas sus apariciones con dos pares de gafas: unas puestas y otras sobre la frente (indudablemente la clase de hombre que se viste con tirantes y cinturón).

La comparecencia de sus mandos al día siguiente fue lamentable. En la mente del espectador, se reavivaba inevitablemente esa vieja cuestión sobre qué es más perjudicial en cargos de tan alta responsabilidad, si la inepcia o la mala intención.

Cuando alguien prefiere pasar por el mal trago de posar de inepto antes que de malintencionado, todo hace sospechar que entonces lo que sucede es que las raíces de la mala voluntad son tan profundas y extendidas que resultaría absolutamente insoportable su exhibición pública. Quedar como un cretino se elige entonces como el mal menor.

Ya hace siete años, cuando estaba Trapero al mando, los Mozos de Escuadra miraban para otro lado cuando el catalibanismo invadía espacios públicos sin permiso.

Ahora, los socialistas querrán hacer volver a Trapero y por eso sabremos que nada ha cambiado. Volveremos a habitar el día de la marmota, con el retorno del tripartito de hace quince años, con los mismos errores, la misma indulgencia e inmovilidad que llevó al lamentable resultado de 2017.

Gracias a Pedro Sánchez y a su fantasía interesada de que a los catalanes lo que nos falta realmente es convivencia, resulta que en nuestra región ya existen catalanes de primera y de segunda división. De segunda, aquellos que son perseguidos por la Policía cuando pesa sobre ellos una orden de detención, y de primera, los que no.

Nos envía, además, de presidente regional a un imperfecto confederado democristiano que se quiere hacer pasar por socialista federal. ¿Qué puede salir mal?

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