Joaquín Tasso Villalonga, embajador de la UE en Togo: "Hay que revertir las condiciones que favorecen la extensión del radicalismo violento"
Nacido el 4 de octubre de 1966 en Madrid (España), Joaquín Tasso Vilallonga cuenta con una amplia experiencia en los campos de la diplomacia, el desarrollo y las relaciones internacionales. En 2002 se incorporó a las instituciones europeas como responsable de programas de cooperación en el ámbito de la Justicia y Asuntos de Interior y posteriormente como Coordinador del Equipo de Respuesta a Crisis (Dirección General de Relaciones Exteriores de la Comisión Europea). Es embajador de la Unión Europea en Togo desde octubre de 2020 y rotará con el mismo cargo en Mauritania.
¿En qué sectores destaca la cooperación Togo y la Unión Europea?
En Togo tenemos lo que se llama una “programación conjunta” con Francia y Alemania, que son los Estados miembros de la Unión Europea presentes en el país. Es decir, nos hemos puesto de acuerdo en unas mismas prioridades de cooperación a fin de maximizar la coherencia y el impacto de la ayuda europea. Es un documento que cubre hasta 2027 y que define tres grandes prioridades. En primer lugar, el desarrollo humano y la inclusión socio-económica, con un énfasis particular en la creación de empleo y la extensión del acceso a los servicios sociales básicos. En segundo lugar, el fomento de agro-industrias sostenibles y la gestión duradera de los recursos naturales, con el doble objetivo de promover la transformación agrícola local, generando valor añadido, y de preservar el medio ambiente. Y, en tercer lugar, la consolidación de una sociedad resiliente, tanto mediante el apoyo a la descentralización, a fin de fortalecer los ayuntamientos, que es el nivel de la administración pública más cercano a los ciudadanos, para que sean capaces de prestar servicios de base a la población, como mediante el reforzamiento de la seguridad. A estas tres grandes prioridades estratégicas se añaden, por supuesto, la promoción de la democracia y de los derechos humanos, incluida la igualdad de género.
¿Qué proyectos en materia de seguridad se encuentran en curso?
Tenemos varios. En Togo cooperamos en el ámbito de la seguridad desde hace bastante tiempo, aunque era una cooperación que estaba casi exclusivamente limitada a la seguridad marítima por cuestiones obvias: El puerto de Lomé es el más grande de África Occidental por volumen y el único puerto natural de agua profunda, lo que permite el atraque de grandes cargueros con miles de contenedores, muchos de los cuales se transportan luego por tierra a los países del Sahel, que no tienen acceso al mar. Togo quiere mantener esta posición dominante del comercio marítimo en la región y les interesa que las aguas del golfo de Guinea sean seguras. Una de las iniciativas europeas más importantes en este ámbito es la Presencia Marítima Coordinada, en la que participa, por cierto, la Armada española. También cooperamos con Togo en materia de seguridad aeroportuaria y de la aviación civil, además de facilitar el intercambio de información policial en la región mediante el proyecto Sistema de Información Policial de África del Oeste, que lleva a cabo Interpol con financiación de la Unión europea.
Más recientemente, Togo –al igual que países vecinos como Benín, Ghana y Costa de Marfil– nos ha pedido ayuda para contener el terrorismo yihadista proveniente del Sahel y que amenaza con extenderse a los países costeros. De hecho, ya hace más de dos años que se llevan registrando ataques terroristas en el norte del país, que han causado numerosas víctimas civiles y militares, provocando además el desplazamiento de miles de personas hacia zonas más seguras. No voy a ocultar que la cooperación en este ámbito podría funcionar mejor. Hemos tenido un primer proyecto piloto que se llama “DEFEND” que, entre otras actividades, tenía previsto suministrar seis drones de vigilancia, no armados, con el objetivo de detectar incursiones en la frontera norte, pero al final no se pudieron entregar porque los querían desplegar en el sur del país, donde no hay actividad terrorista y desde donde los aparatos no llegarían a la frontera norte al exceder su radio de autonomía. Afortunadamente, sí fue posible utilizar esos fondos para otras necesidades, especialmente de transporte y protección de tropas. A fin, precisamente, de reforzar y mejorar la cooperación en el ámbito de la seguridad, la Unión Europea ha propuesto asignar dos consejeros en seguridad (uno civil y otro militar) a cada una de nuestras Delegaciones en la región. Dichos expertos ya han llegado a Abiyán, Acra y Cotonú. Su llegada a Lomé está sin embargo pendiente de la preceptiva autorización del gobierno togolés.
¿Qué ofrece Togo que sea útil para la Unión Europea a cambio de estos programas de cooperación?
Creo que hay que diferenciar. En el tema de la seguridad marítima es evidente que la cooperación de la Unión europea beneficia a las empresas exportadoras, a las navieras y a las sociedades de transporte, incluidas las europeas. En cuanto a la lucha contra el terrorismo, se trata en primer lugar de una obligación moral que no debe estar sujeta a ningún tipo de transacción. No hay que olvidar que la mayor parte de las víctimas son civiles, incluidos mujeres y niños, brutalmente asesinados. Más allá de las consideraciones éticas, prevenir la propagación del radicalismo violento y contener la amenaza terrorista también es en interés de Europa y de los europeos, ya que como estamos viendo en África son fenómenos que buscan extenderse y que no conocen fronteras. La inseguridad provoca además desplazamientos masivos de personas, muchas de las cuales caen luego en manos de traficantes sin escrúpulos que fomentan la inmigración irregular a Europa. Creo, pues, que es un interés compartido, en beneficio de todos.
¿Cómo puede explicarse al ciudadano europeo que se colabore con el régimen togolés pero no con los malienses?
La cooperación de la Unión Europea con Togo se reanudó en 2007, tras el llamado “Acuerdo Político Global” entre el régimen y la oposición. Aun así, se trata de una asignación modesta si se la compara con las partidas dedicadas a la cooperación con países como Senegal, Ghana o Costa de Marfil, que son quizá los más avanzados de la región en términos de gobernanza. No hay que olvidar que nuestra acción en Togo no se limita a la cooperación, sino que abarca otros sectores como el comercio y el diálogo político. A pesar de la pujanza de otras potencias como China o India, la Unión Europea sigue siendo el primer socio comercial de Togo, país que se ha convertido en nuestro principal proveedor de soja orgánico. El diálogo político, que ahora se llama diálogo de partenariado, nos permite abordar con los países ACP –incluido Togo-- las cuestiones más sensibles, entre otras las relativas a la democracia y los derechos humanos, donde siempre hay desafíos. En el caso de Mali, pero también de Burkina Faso y Níger, donde se han producido golpes de Estado militares, nos hemos alineado con las posiciones adoptadas por la CEDEAO, es decir, por los propios países de la región, que hemos respetado. Pero tampoco es que las señales enviadas por estos países hayan sido precisamente amistosas, empezando por la expulsión de las misiones militares de la Unión europea y de sus Estados miembros, e incluso de la ONU, que llevaban a cabo una importante labor de protección de la población civil. En el caso de Mali, la misión civil de la Unión Europea continúa desplegada en el sur del país, así que se sigue manteniendo esta cooperación.
Hay quien diría que se debe también al reconocimiento de los gobiernos…
Se puede criticar el modo en que se han hecho las cosas en un país u otro, pero no hay que olvidar que en Malí, Burkina Faso y Níger ha habido golpes de Estado militares por la fuerza de las armas. El presidente Bazoum [Níger], quien hay que recordar fue elegido democráticamente, sigue detenido, le han quitado la inmunidad de la que gozaba y puede que lo juzguen. La situación no es la misma. Además, no estamos aquí para dar lecciones a nadie, sino para acompañar en el desarrollo y promover la democracia y los derechos humanos, algo que difícilmente podríamos conseguir si nos fuéramos.
¿Qué resultados pueden esperarse de la cooperación militar?
La Unión Europea no se retira del Sahel para instalarse en los países del Golfo de Guinea. Lo que está haciendo es responder a una petición que viene de los propios países costeros como Togo, que nos han solicitado ayuda. Pero son situaciones y necesidades distintas. No se trata de desplegar grandes misiones civiles ni mucho menos militares, sino más bien de proveer equipamiento y de ofrecer formación o prestar asistencia técnica puntual. Otra cosa que no hay que olvidar, sin querer minimizar la gravedad del fenómeno, es que a diferencia de los países del Sahel, el terrorismo yihadista no representa una amenaza existencial para los países costeros. Costa de Marfil, Togo, Ghana y Benín son países más pequeños y mucho más poblados, donde el territorio está más articulado y donde el Estado es más fuerte y está más presente. Aquí no hay enormes superficies de miles de kilómetros cuadrados donde el Estado está históricamente ausente y los grupos armados campan a sus anchas aterrorizando aldeas, secuestrando niñas y reclutando chavales para la yihad. Reforzar la capacidad de las fuerzas armadas de estos países sin duda ayuda a contener la amenaza, pero no es suficiente. Además, hay que revertir las condiciones que favorecen la extensión del radicalismo violento, es decir, el caldo de cultivo, especialmente la exclusión socio-económica y la consecuente falta de oportunidades, sobre todo para los jóvenes; la corrupción, los abusos de autoridad y la inexistencia de una justicia independiente; la discriminación étnica, y la propagación de ideologías radicales que legitiman la violencia. Y eso es precisamente lo que tratamos de hacer, apoyando programas de desarrollo e inclusión social en las regiones más vulnerables del país.
¿Qué se ha aprendido de las acciones contra la inseguridad marítima que podamos utilizar hoy?
Creo que se aprendió mucho en el otro lado del continente, en el golfo de Adén y el océano Índico, sobre todo con la misión Atalanta. Mucho de lo que aprendimos allí ha servido aquí, en el golfo de Guinea, que registra hoy la mayoría de ataques de piratería. El origen del problema en el golfo de Guinea está claro: viene de grupos criminales bien organizados que han desarrollado un verdadero modelo de negocio. La clave para combatir eficazmente el fenómeno es la cooperación entre los países del golfo de Guinea, especialmente en el marco de la Arquitectura de Yaundé, que la Unión Europea apoya desde hace ya varios años y que empieza a dar sus frutos. Cuando ocurrió el ataque contra el petrolero Monjasa Reformer el año pasado y secuestraron a parte de la tripulación, el barco terminó siendo abordado por una patrullera francesa pero los piratas escaparon en otras embarcaciones, llevándose con ellos a varios miembros de la tripulación. Benín avisó de que estaban pasando por sus aguas y los togoleses fueron capaces de interceptar el barco y apresar a los piratas. Togo es además el único país de la zona que ha juzgado a piratas por piratería internacional y eso es un gran avance porque ninguno de los acusados era togolés. La colaboración entre los países ribereños, fuertemente apoyada por la Unión Europea, sin duda ayuda a explicar el fuerte declive en el número de ataques registrados este último año.
¿Cuáles son los retos a los que se enfrenta la UE en África Occidental?
Yo creo que está bastante claro que hay muchos retos. Hay un reto evidente de seguridad, pero también un reto de defensa de los valores universales, que se ven amenazados en los países del Sahel, aunque no exclusivamente. Por otra parte, está el reto del desarrollo frente al crecimiento demográfico, así como el desafío del cambio climático y la necesidad de adaptarse a regímenes meteorológicos más extremos y variables. Estos cuatro retos seguirán teniendo un impacto directo en los flujos migratorios. Sin olvidar el problema de la desinformación y del sentimiento antioccidental, fomentado por potencias extranjeras no democráticas.
Hay que apoyar a estos países para que promuevan modelos de desarrollo capaces de generar empleo y oportunidades para una población muy joven que crece tan rápidamente que va a doblarse en pocos años. A título comparativo, la media de edad de la población togolesa es de 17,6 años, mientras que en España es de 43. La tasa de fecundidad es también muy alta, con 4,2 hijos por mujer en Togo o incluso 5,6 en Níger. Esa necesidad de crear oportunidades y trabajo para la juventud es fundamental. También está la amenaza de los efectos del cambio climático, que se manifiesta en la cada vez mayor imprevisibilidad de las lluvias, en las sequías más pronunciadas o en la erosión costera, y que acarrea problemas no sólo de seguridad alimentaria, sino también de un mayor riesgo de conflictos. Son muchos desafíos y nosotros intentamos construir las capacidades para que los gobiernos puedan hacerles frente de manera eficaz. No va a ser fácil y habrá países que gestionen su desarrollo mejor que otros.
Pero también hay oportunidades como las vinculadas a las nuevas tecnologías, especialmente en el ámbito de la educación. La integración de la mujer en la economía, no sólo en la agricultura sino también en el comercio, es también un factor muy positivo. A diferencia de los países del Sahel, la mujer está mucho más integrada en la estructura económica de los países costeros. Las recientes elecciones en Liberia, Mauritania y especialmente Senegal, en este último país en un contexto de crisis política, demuestra que la democracia sigue viva en la región. Habría que invertir más en la juventud, sobre todo en formación y participación, para aprovechar el dividendo demográfico y evitar que se desentienda de la política.
¿Qué puede ofrecer la UE a Togo y a otras naciones de la zona que no pueda ofrecer Rusia?
Rusia tiene hoy en día muy poca capacidad de oferta en la región, más allá de mercenarios y desinformación. En Togo no están muy presentes y apenas ofrecen nada, salvo la venta de tres helicópteros de segunda mano y reacondicionados. Yo creo que la Unión Europea ofrece a Togo un partenariado mucho más serio, más diverso y sobre todo más beneficioso. La UE sigue siendo el principal socio comercial de Togo, además de uno de los principales donantes de ayuda para el desarrollo y el destino preferido por los jóvenes togoleses para ampliar sus estudios. Todas las exportaciones togolesas a la Unión Europea están exentas de aranceles aduaneros y no están sujetas a cuotas. Ningún otro socio comercial ofrece un régimen comercial tan favorable. Rusia no invierte en Togo. Europa sí y, a diferencia de China, nuestras inversiones crean empleos, facilitan el traspaso de “know how” y son respetuosas con el medio ambiente. Para Togo y los países de la región, el partenariado con la Unión europea tiene un claro valor añadido.
¿Qué aspecto importante en la relación entre la UE y África Occidental deber conocer el ciudadano?
Creo que es importante subrayar algo que ya he mencionado, y es que la implicación de la Unión Europea en África Occidental redunda en beneficio de todos. Es en nuestro interés que África Occidental sea una región de paz, de prosperidad y de desarrollo. Esto beneficiaría a nuestras empresas, a nuestras economías y a nuestros ciudadanos, reforzando además nuestra seguridad. También permitiría que los flujos migratorios fueran más ordenados. Estamos aquí por solidaridad, pero también por interés mutuo.