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La «ruta atlántica» es la que más crece en la Unión Europea

Cuando una ruta migratoria se cierra, otra se abre. Esta máxima es un «mantra» que repiten todos los expertos en flujos migratorios. Los nuevos sistemas de control implantados en las fronteras terrestres, la saturación de algunos puntos tradicionales de salida clandestina de inmigrantes o el cierre de otras rutas, como la Mediterránea, favorecen que las «Islas Afortunadas» estén recibiendo, sin contar con los medios suficientes, toda la inmigración que deja de llegar por el Estrecho de Gibraltar, por Italia o por Grecia. No obstante, muchos no llegan a su destino final porque son devueltos a sus países o porque mueren en su intento de llegar al continente europeo.

El drama migratorio en las Islas Canarias es el nuevo frente que tiene abierto el Ejecutivo, pero no él único. Otros puntos de llegada como Ceuta y Baleares también están soportando una presión migratoria sin precedentes. Durante su gira por Mauritania, Gambia y Senegal, Pedro Sánchez regresó a España con acuerdos con sus autoridades bajo el brazo para impulsar programas de migración circular entre España y los tres países africanos. Un anuncio que ha sido duramente criticado por la oposición ya que considera que puede causar un efecto llamada. No obstante, el fenómeno migratorio se recrudecerá durante los meses de otoño cuando las condiciones meteorológicas son más favorables. El Gobierno teme que el año termine desbordando el récord de rescates de 2023, con casi 40.000 personas.

Hasta junio, hay registradas más de 19.000 llegadas, el triple que en 2023 a la misma fecha. Hasta el 15 de agosto han llegado a Canarias 22.304 personas, un 126,1 % más que en el mismo periodo de 2023, cuando habían llegado 9.864, según los datos del Ministerio de Interior. Es decir más del doble de entradas irregulares. En concreto, solo en la primera quincena de este mes arribaron 834 personas, lo que significa más de 55 personas cada día. En el mes de julio llegaron a las islas un total de 2.213 personas, en la misma línea que junio. Cifras altas pero lejos de las alcanzadas a principios de año, cuando en enero y febrero llegaron al archipiélago 7.270 y 4.662 inmigrantes, respectivamente, tras superar la que es considerada una de las rutas migratorias más peligrosas del mundo.

El comportamiento de los flujos, no obstante, está siendo desigual en todo el continente. Así lo revela el último comunicado de la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex), publicado el pasado 13 de agosto, en el que apuntan que el número de cruces fronterizos irregulares hacia la Unión Europea en los primeros siete meses de 2024 cayó un 36%, hasta 113.400. No obstante, el comportamiento está siendo desigual. Mientras en la ruta mediterránea central, con llegada a las costas italianas, se han reducido las pateras un 64%, en la ruta africana occidental, con destino final las Islas Canarias, se han disparado un 154%.Es decir, mientras las llegadas a Canarias suben un 154%, en Italia bajan un 64%.

En su informe, Frontex apunta que el Mediterráneo central sigue siendo la ruta migratoria más activa hacia la UE, no obstante, «la disminución de este año puede atribuirse principalmente a las medidas preventivas adoptadas por las autoridades tunecinas y libias para desactivar las mafias». En el lado contrario, dice Frontex, la ruta atlántica «continúa registrando números sin precedentes». A tenor de las cifras, la conclusión es clara: España concentra una mayor presión migratoria que el resto de países europeos.

La pregunta que todos nos hacemos es la misma, ¿cómo ha sido capaz Italia de neutralizar las llegadas? La respuesta es clara: la mano dura del gobierno de Giorgia Meloni contra la inmigración. Desde el inicio de este año, a Italia han logrado llegar unos 40.000 extranjeros de forma irregular. Más de 75.000 menos que en el mismo periodo del 2023, cuando entraron 114.000. Todo ha sido gracias al «Plan Mattei», una apuesta por los programas de cooperación en los países africanos. Con una financiación de al menos 5.500 millones de euros, se centró en cinco áreas: educación, sanidad, agricultura, agua y energía. Inversiones con las que frenar la salida de los jóvenes africanos hacia el continente europeo. Todo ello gracias a un indiscutible apoyo de la Unión Europea. No en vano, los expertos sobre el terreno consultados por este medio hacen hincapié en que Europa tiene que ayudar a España en la gestión de la actual crisis migratoria.

Volviendo al caso italiano, hay que recordar que en el último año, con el apoyo de la Comisión Europea, bajo la presidencia de Ursula von der Leyen, se firmaron acuerdos millonarios de entre 1.000 y 300 millones a cambio de una mayor protección de las fronteras. Pero todavía hay más. El Ejecutivo comunitario aprobó un paquete de más de 7.000 millones de euros para Egipto para que asegure y afiance los controles con Libia y Sudán para la acogida de refugiados.

La gestión migratoria también monopoliza el debate político en Alemania, especialmente, a raíz del atentado que dejó tres muertos en la ciudad de Solingen (oeste) y tras el cual el Ejecutivo ha presentado nuevas medidas para endurecer la política migratoria y de seguridad. No obstante, en 2015, el país germano también contó con la ayuda de la Unión Europea para encarar la llegada masiva de sirios que huían del horror del Estado Islámico. En aquel entonces, se desembolsaron más de 6.000 millones de euros para controlar las fronteras europeas desde fuera.

La gran mayoría de los implicados en gestión de la crisis migratoria insisten en que la respuesta al actual drama migratorio está saturando desde hace meses los sistemas de acogida y protección de la Islas Canarias. Entre los motivos por los que huyen, más allá de la guerra y hambre, se añade uno que está emergiendo: la sequía o el cambio climático. Asimismo, se constata un cambio de perfil en el inmigrante que llega hasta las Islas en comparación con aquéllos que llegaron durante la crisis de los cayucos de 2006. Ahora lo hacen familias enteras, incluidas mujeres embarazadas y menores. Como consecuencia del cambio de ruta, los inmigrantes se aventuran a viajes cada vez más largos y peligrosos por mar, que parten desde Gambia o Senegal. Una situación muy preocupante porque cruzar a Europa por el Estrecho de Gibraltar supone de 15 a 30 kilómetros. Hacerlo desde Tarfaya (Marruecos) a Fuerteventura, poco más de 100. Intentarlo desde Libia a Lampedusa (Italia), 300, y pretender llegar desde Gambia a Canarias representa un mínimo de 1.800 kilómetros de navegación (equivalentes a ir de Madrid a Berlín en línea recta), costeando hasta Dajla y luego enfilando al norte.

La Ruta Canaria se ha convertido en la «tumba» de, al menos, 4.808 personas, lo que representa el 95% de todas las muertes registradas en estos primeros meses del año. Según «Caminando Fronteras»[[LINK:EXTERNO|||https://www.larazon.es/espana/drama-migratorio-2789-personas-murieron-intentando-llegar-espana-frontera-sur-2023_2024022265d714c54129260001ce9080.html|||está travesía «sigue siendo la más letal y peligrosa de todas».]]

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