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Las tensiones entre Argelia y Mali aumentan en torno al conflicto de Azawad

Mali está rodeada. O, al menos, esta es la percepción que tiene la junta militar instaurada en Bamako desde 2021. No se trata únicamente de la amenaza terrorista que prolifera en el interior del país africano, igual que desangra a las vecinas Níger y Burkina Faso. Tampoco se limita a los enfrentamientos en curso contra los rebeldes de Azawad. Las preocupaciones del gobierno maliense se extienden de igual manera hasta Mauritania y Argelia, naciones vecinas y donde aumentan cada semana las tensiones con Mali.

Hace meses que los malienses acusan abiertamente a Mauritania de acoger a efectivos terroristas en su lado de la frontera, mientras se acumularon a comienzos de 2024 las incursiones efectuadas en Mauritania por medio de operativos malienses en colaboración con las fuerzas rusas desplegadas en el país. Si quieres más información sobre la crisis diplomática existente entre Malí y Mauritania, pincha aquí.

Pero sería Argelia la cuestión exterior más relevante para Bamako en las últimas semanas. Si las relaciones entre ambos países nunca fueron ideales, las tensiones han aumentado en el contexto del actual conflicto que enfrenta a las autoridades malienses contra los rebeldes de Azawad en el norte del país. Muy cerca de la frontera argelina.

Contexto: los rebeldes de Azawad están configurados por un conjunto de grupos armados de mayoría tuareg (aunque pueden encontrarse otros grupos étnicos integrados en sus fuerzas) que buscan la independencia del norte de Mali en una nación soñada que recibe, precisamente, el nombre de Azawad. Algunas de estas comunidades de corte independentista tienen profundos vínculos familiares y culturales con los territorios del sur de Argelia, lo que lleva a que, debido a la porosidad de las fronteras que cruzan el Sáhara, existan desplazamientos de combatientes de Azawad dentro y fuera de Malí, dentro y fuera de Argelia, de manera que resulta sumamente complicado para las fuerzas de seguridad malienses dar caza a sus enemigos. Se repiten en cierta medida los motivos de la crisis con Mauritania, solo que no son yihadistas quienes escapan en este caso, sino los independentistas.

Argelia ya es responsable por tratarse de la nación desde la que penetró el terrorismo islámico en Mali, en torno a los años 2010. Este vínculo incuestionable entre Argelia y la inseguridad que sufre hoy Mali ha condicionado desde entonces y de manera evidente las relaciones entre ambos Estados. Por ello, debe considerarse muy seriamente cada crisis que ocurra entre sus respectivos gobiernos.

Recientemente ocurrió la masacre de Tinzaouatene, en la que casi un centenar de efectivos rusos y malienses fueron exterminados por los rebeldes. Fue un acontecimiento traumático para la sociedad maliense que ha llevado a Bamako a endurecer sus acciones militares en las últimas semanas, acciones militares que están teniendo lugar muy cerca de la frontera argelina (algunas situaciones se han desarrollado directamente en localidades fronterizas) y que han despertado graves preocupaciones en Argel. En el contexto de la actual ofensiva maliense contra las fuerzas separatistas, Argelia reaccionó desplegando tropas en su lado de la frontera, supuestamente con el fin de evitar que los combates se extiendan a su territorio. Igualmente, en base a las acusaciones arrojadas contra Argelia en lo referente a dar cobijo a los rebeldes, Mali tampoco ha querido evitar una serie de amenazas veladas que pueden dificultar una solución pacífica del actual conflicto diplomático. Fue en enero de 2024 cuando la junta militar maliense consideró la posibilidad de acoger en su territorio a representantes del movimiento independentista de la región argelina de Kabilia, como respuesta a la supuesta protección que ofrece Argel a los separatistas de Malí.

Relevante fue la ruptura por parte de Bamako del acuerdo de Argel (firmado en 2015), a principios de este año, acuerdo que procuraba estabilizar, sin éxito, las relaciones entre Bamako y los independentistas de Azawad. Esta ruptura del tratado afecta a Argelia en el punto en que el país magrebí contempla cómo se reduce su protagonismo en la región y su capacidad para servir de mediador en los conflictos vecinos. Una pérdida de influencia que está aprovechando Marruecos para estrechar lazos con las juntas militares del Sahel… donde los lazos argelinos cada vez son más débiles.

Argelia expresa sus propios temores. El primero, la expansión del conflicto de Azawad hacia su propio e inmenso territorio. El segundo, la posibilidad de que se genere una crisis de refugiados que busquen en Argelia un refugio frente la violencia. El representante de Argelia ante las Naciones Unidas, Ammar Benjameh, también ha expresado el rechazo que siente su país hacia la presencia de contratistas militares rusos en Mali, así y como su posible colaboración en la epidemia de golpes estado que llevan afectando al Sahel en los últimos años. Argelia se encuentra actualmente en pleno proceso electoral y la situación política del país está lo suficientemente debilitada como para causar preocupación la inestabilidad que rodea sus fronteras. El diplomático argelino comunicó que este tipo de fuerzas, los mercenarios, podrían producir una peligrosa escalada en la región, y llegó a solicitar a Naciones Unidas que detenga las actividades mercenarias en Mali. En su opinión, “la presencia de algunos de ejércitos privados que operan fuera del ámbito de responsabilidad internacional conduce a un deterioro de la seguridad regional”.

Debe comprenderse que estas “actividades mercenarias” son el mayor apoyo externo que recibe Mali actualmente a la hora de hacer frente a sus enemigos. Solicitar su expulsión de la región supone un ataque directo hacia su estrategia en el ámbito de la seguridad, y Bamako no se encuentra en situación de aceptar insinuaciones que puedan resultar perjudiciales.

Debe comprenderse la difícil situación que manejan los malienses. Atacados en el interior de su territorio por rebeldes y terroristas, deben de hacer frente a dos naciones vecinas que acogen a estos mismos enemigos y que solicitan ante Naciones Unidas que se limite la capacidad de respuesta maliense, en lugar de prestar una ayuda que sería determinante para pacificar la región. A esto habría que sumarle el conflicto diplomático que sostienen Malí, Níger y Burkina Faso (tres naciones integradas en la Alianza de Estados del Sahel) con las naciones que integran la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO). Puede considerarse que nunca, ningún país, independientemente de sus alianzas internacionales, se había visto ante tantas dificultades impuestas a la hora de enfrentarse al terrorismo islámico y las amenazas internas que lo desgarran.

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