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Michel Barnier: fin o continuidad del macronismo en Francia

El nuevo primer ministro de Francia, Michel Barnier, ha entrado en escena colgando de un hilo. Tiene el apoyo de Emmanuel Macron pero está ferozmente amenazado por el bloque de izquierdas - ganador de las elecciones legislativas de julio - y también por el de la extrema derecha, que ha prometido una moción de censura si el plan de gobierno de Barnier no le convence.

Ahora bien, ¿por qué Macron pone a su propio gobierno en esa posición de malabarista? La respuesta corta es: para seguir siendo Macron.

Desde 2017, cuando comenzó su primer mandato como presidente de la república, ya era evidente que Emmanuel Macron quería darle un giro a la derecha a la política francesa.

A pesar de haber colaborado como ministro de finanzas en el gobierno socialista de François Hollande, Macron está mucho más cercano a las ideas de la derecha tradicional que a las del bloque de izquierdas. Aceptar una cohabitación con un primer ministro de izquierdas, como lo exigía el Nuevo Frente Popular, estaba totalmente fuera de su radar.

Macron no está dispuesto a dar marcha atrás en su Reforma de Jubilaciones (que aumenta la edad de retiro de 62 a 64 años), ni a permitir el regreso del impuesto a las grandes fortunas. Prefiere recortar el gasto social que aumentar la fiscalización y es partidario de endurecer las normas del subsidio de desempleo.

Declara públicamente que “los franceses deben trabajar más para ganar más” y nombra a un buen número de ministros de Sarkozy como sus actuales colaboradores. Todo lo contrario a compartir directrices de gobierno con el Nuevo Frente Popular y menos aún con un personaje al que Macron considera nefasto: Jean-Luc Mélenchon, jefe de La Francia Insumisa, el ala más radical de las izquierdas.

Macron, olvidando la “regla moral” – aunque no constitucional – de nombrar un primer ministro de la mayoría parlamentaria, se decanta por el derechista Michel Barnier. Cuenta con el apoyo del partido del mismo Barnier, Les Républicains, fundado por Nicolas Sarkozy. Y por ahora, tiene también a su favor la prudencia de la extrema derecha que prefiere esperar a ver cómo se desarrolla la película antes de iniciar una moción de censura. Es decir, de momento, Barnier se queda.

Pero tampoco puede ser presentado ante la Asamblea y ante el pueblo francés como un “asistente” de la presidencia. El mandatario ha tomado una serie de medidas que le darán más independencia al Premier, como no participar en reuniones de ministros o eliminar los consejeros comunes y los encuentros semanales entre ambas figuras. Pero ante una cohabitación que tiene mucha afinidad política y ante la personalidad de Barnier, tranquilo, moderado y cortés, Macron sigue teniendo la sartén por el mango. El macronismo, en ese sentido, continúa.

De cara al futuro, especialmente hacia las elecciones de 2027, puede tenerse la impresión de que Les Républicains, el partido de derecha tradicional, estaría colándose por las rendijas en el palacio del Elíseo para una eventual candidatura. Basta ver la satisfacción de Nicolás Sarkozy al llegar a la sede de la presidencia el pasado lunes, viendo cómo un miembro de sus filas y él mismo eran llamados a consultas para el nombramiento del primer ministro.

Michel Barnier encarna, entonces, el regreso de la derecha tradicional al poder, luego de haberse visto bastante disminuida en los últimos años con los casos de Dominique Strauss Khan y François Fillon.

¿Significa esto el fin del macronismo? ¿La derecha reemplaza a Macron y a su ideología política? No necesariamente.

Recordemos que Michel Barnier ha entrado con fórceps a Matignon pero hay otros dos políticos de la familia macronista que tienen el favor de la gente y están bien posicionados en las encuestas de popularidad. Uno de ellos es Edouard Philippe, antiguo primer ministro de Emmanuel Macron entre 2017 y 2020, encargado nada menos que de calmar la crisis de los Chalecos Amarillos y gestionar la pandemia del COVID-19. Con su nuevo partido, Horizons, y manteniéndose como aliado sólido de Emmanuel Macron, Edouard Philippe anunció esta misma semana su candidatura a las presidenciales de 2027.

El segundo rostro fuerte del macronismo es el primer ministro saliente, Gabriel Attal. A sus escasos 35 años, sigue siendo uno de los políticos más populares de Francia. Su frescura y sus habilidades extraordinarias en comunicación pública le han valido esa aceptación. Una buena parte de los franceses acusan a Macron de arrogancia y sordera política pero no asocian estas características con Attal, que sale bien librado. Para 2027, podría ser un buen caballo de batalla.

En resumen, el macronismo ha logrado sobrevivir a la disolución de la Asamblea Nacional, al ascenso efervescente de la extrema derecha y a la pretensión fallida de la izquierda de ver a uno de los suyos como primer ministro. Se repite la historia que vimos con los Chalecos Amarillos, la pandemia y la reforma de jubilaciones: Macron, como los gatos, sigue cayendo de pie.

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