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Qué es el cinturón del oxido y qué estados forman parte de él

La carrera por la presidencia en Estados Unidos ya estaba ajustada, pero en las últimas semanas se ha vuelto aún más reñida. Las encuestas más recientes muestran una ventaja milimétrica de la vicepresidenta Kamala Harris sobre el expresidente Donald Trump en tres de los estados clave que la demócrata debe ganar para mantenerse en la Casa Blanca: Pensilvania, Michigan y Wisconsin. Estos tres estados constituyen el corazón del denominado «cinturón del óxido» (Rust belt, en inglés), término coloquial que sirve para hacer referencia a la región geográfica que se extiende desde Nueva York hasta el Medio Oeste, hogar de un elevado porcentaje de votantes de clase trabajadora cuyos abuelos habitaron el que fuera el área más productiva y sindicalizada del mundo.

La región la componen los estados de Illinois, Indiana, Michigan, Misuri, Nueva York, Ohio, Pensilvania, Virginia Occidental y Wisconsin. En la década de 1950, durante la presidencia de Dwight Eisenhower, Detroit y Milwaukee tenían las tasas de propiedad de vivienda más altas de cualquier ciudad estadounidense. Los miembros de los sindicatos de trabajadores automotrices y siderúrgicos que residían allí eran los mejor pagados del país.

Sin embargo, como consecuencia de las políticas de deslocalización puestas en marcha en las últimas décadas, las fábricas han cerrado y los sindicatos han ido perdiendo fuerza. La inversión pública y privada ha descendido de forma significativa, lo que generó una sensación de nostalgia y cierta decadencia. Un declive que alimentó el discurso de Trump en las elecciones de 2016 que le llevaron contra todo pronóstico a la Casa Blanca.

Como documentaron la socióloga política de Harvard Theda Skocpol y su alumna Lainey Newman en el libro ‘Rust Belt Union Blues’, publicado en 2023, las sedes de los 146 sindicatos locales de United Steelworkers, que antaño ocupaban buena parte de la ciudad, hoy apenas suman 16. En esas sedes se reunían los trabajadores del acero y sus respectivas familias, inmersas en una cultura sindicalizada, donde votar por los demócratas era la norma.

Nada queda de esos días. De la misma forma que los partidos socialdemócratas europeos, el Partido Demócrata en los últimos 40 años ha ido perdiendo su base electoral de clase trabajadora y ganando apoyo entre profesionales con educación universitaria. Al mismo tiempo, ha aumentado en la región las desigualdades económicas, con los salarios estancados en gran medida desde la década de 1970. Mientras, las grandes inversiones se concentraba en las dos costas y abandonaba la zona.

La Administración de Joe Biden ha sacado adelante importantes paquetes legislativos para revertir la tendencia en el cinturón del óxido. Los créditos fiscales a los fabricantes de tecnología verde, como automóviles eléctricos, ha llevado a un primer auge en la construcción de fábricas en décadas. Su Departamento de Trabajo y la Junta Nacional de Relaciones Laborales han llevado a cabo las políticas más favorables a los sindicatos desde el New Deal. Pero el aumento de los precios registrado en los últimos cuatro años ha diluido sus políticas y, sobre todo, la percepción del electorado, que baraja ahora si confiar en su vicepresidenta o volver a los días de Trump.

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