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Donald Trump, leyenda o pesadilla de la política estadounidense

El ascenso político de Donald Trump en el panorama estadounidense representa uno de los recorridos vitales más controvertidos de la historia moderna del país. Algo solo superado por su mandato en la Casa Blanca con el que alteró la política nacional a través de una nueva era de conservadurismo populista en la que el líder es la fuente de la polarización política. Para sus seguidores, y son millones, es un defensor de la patria y un luchador contra las élites políticas, aunque siempre haya pertenecido a ellas, que intenta recomponer un sistema roto. Para sus críticos, representa una peligrosa erosión de las normas democráticas y raciales con tendencias autoritarias, que, además, puso en peligro a la República y a la Constitución de 1776; un César cruzando el Rubicón.

Sin duda, la vida de Trump, nacido un 14 de junio de 1946 en el barrio neoyorquino de Queens, parece sacada de una película hollywoodiense. Se educó en la Academia Militar de Nueva York y luego en la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania. A principios de los años 70 empezó a trabajar en The Trump Organization, el negocio de su padre, Fred, un exitoso constructor inmobiliario, hasta crear un imperio propio en el mundo de los bienes raíces. Sin embargo, fue su personalidad arrolladora, estilo poco convencional y autopromoción implacable lo que le llevó a la fama primero como playboy en los años 80 en Manhattan, después como estrella de la televisión y, finalmente, convirtiéndose en el político que ha rescatado la visión ultraconservadora republicana.

El imperio Trump cuenta con rascacielos, casinos, hoteles y resorts, donde suele estampar su nombre. Proyectos como la Trump Tower, presente en varias ciudades estadounidenses, el Grand Hyatt Hotel y sus incursiones en Atlantic City han convertido su marca personal en un sinónimo del lujo y exceso. No obstante, no es oro todo lo que reluce. Desde la década de 1990, sus empresas han cosechado controversias laborales y varias quiebras. La celebridad y el estrellado le llegó en los años 2000 con el programa de televisión The Apprentice, en el que alimentó su mito de empresario decisivo y exitoso. “¡Estás despedido!”, su icónica frase para echar a los concursantes aspirantes a millonarios todavía es popular.

Trump no siempre fue un republicano convencido. Tal y como demuestran la hemeroteca y diversas biografías, durante décadas el magnate fue cambiando entre partidos e ideologías. En el año 2000, incluso coqueteó con una candidatura presidencial como miembro del Partido Reformista. La aparición del expresidente Barack Obama fue el inicio de su carrera definida por ser una especie de agente político disruptivo. Trump fue uno de los voceros del movimiento “birther”, el cual alegaba que Obama no había nacido en Estados Unidos; una teoría conspirativa con la que aprendió que el populismo de derechas le abría un posible camino hacia la Casa Blanca.

Anunció formalmente su candidatura en 2015. Enseguida supo capitalizar lo que había aprendido en televisión con campañas agresivas y de desinformación para dominar el ciclo de noticias con eslóganes y llamadas ultranacionalistas como su lema, convertido ya en icono de su persona, “Hacer a Estados Unidos grande de nuevo”. Así se ganó el favor de muchos votantes blancos de clase trabajadora a los que la crisis económica de 2008 y la globalización ha despojado del supuesto sueño americano. Trump no era el favorito en las primarias republicanas de 2016, pero venció a Jeb Bush, el elegido por las élites del partido, y a Marco Rubio. Luego luchó por la Casa Blanca con la exsecretaria de Estado Hillary Clinton, a quien casi todas las encuestas daban como ganadora. El magnate protagonizó una de las campañas más polémicas de la historia del país, sobre todo por la presunta injerencia de Rusia, y llevó la polarización a niveles esperpénticos. Sin embargo, venció.

Su presidencia, de 2017 a 2021, no estuvo exenta de polémicas al revocar protecciones ambientales e impulsar una política exterior agresiva que incluyó, entre otras cosas, lo confrontación comercial con Europa y China, la retirada del Acuerdo de París sobre el cambio climático o pactar con el liderazgo del Emirato talibán en Afganistán para terminar la guerra. En materia de inmigración el magnate se mostró tan implacable como había prometido con políticas represivas contra los indocumentados, incluyendo la separación de familias, y la construcción del muro con México. Desde entonces, no ha dejado de culpar a los migrantes de todos los males.

En 2019, el expresidente tuvo que enfrentarse a un "impeachment", o juicio político, de la Cámara de Representantes por sus tratos con Ucrania. No sería el primero. Sobrevivió políticamente y fue absuelto por el Senado. La confianza de sus votantes se resquebrajaba y su gestión de la pandemia, que Trump minimizó y en la que promovió tratamientos no probados, acabó por romperla al perder las elecciones de 2020 contra Joe Biden. No obstante, y en un caso casi único, el expresidente se negó a concederle la victoria y acusó a los demócratas de cometer un fraude electoral generalizado. Eso le costó el segundo "impeachement", del que también fue exonerado, cuando sus palabras y esfuerzos provocaron el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021.

Después del incidente muchos creyeron que el magnate era un cadáver político, pero Trump no se dobló y, todavía con en el Partido Republicano en la palma de su mano, prometió volver. Nada más dejar el cargo se tuvo que enfrentar a múltiples batallas legales en diversos estados. Más aún, pocos días antes de que empezase la campaña del 2024, su caso en Nueva York llegó a poner en duda la participación. El juez Juan Merchan lo salvó al retrasar la sentencia hasta el 26 de noviembre arguyendo “el marco temporal único en el que se encuentra actualmente el asunto”. En mayo, un jurado neoyorquino lo condenó por 34 delitos graves de falsificación de registros comerciales. Nunca un expresidente había sido condenado por un delito. Y esta solo es una de las varias causas legales que, quizás, recaerán en el próximo inquilino de la Casa Blanca.

Sea como fuere, estas elecciones son el último cartucho político de Trump; nadie puede detener el paso del tiempo. A sus 78 años solo tiene una oportunidad más para sentarse en el despacho oval, la cima del poder mundial. Sin embargo, pase lo que pase el próximo 5 de noviembre, e incluso cuando se haya retirado a Mar-a-Lago, su legado e influencia sobre el Partido Republicano no muestra signos de desvanecerse, así como seguirá moldeando la política estadounidense en los años venideros. Donald Trump, para bien o para mal, será mucho más recordado que la mayoría de sus antecesores y predecesores. Para algunos como criminal, para otros como salvador; esa es la base de cualquier leyenda.

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