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Salvado por la campaña, ¿hasta cuándo?

El ministro de Justicia, Presidencia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños, podrá presumir en los próximos días de su capacidad de alcanzar acuerdos, con la derecha y la izquierda, pero como dice el dicho «tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe». Los socios del Ejecutivo están hartos de las formas y los acuerdos sobre el fondo se alcanzan porque, de momento, hacer caer al Ejecutivo no es la opción que maneje ninguno de ellos aunque por razones diferentes.

En estos días, el Gobierno de Pedro Sánchez ha constatado, esperemos, que su mayoría no es progresista, en todo caso plurinacional, y las divergencias son evidentes en materias tan sensibles como los impuestos.

Ayer, el pleno dio el visto bueno a una especie de Ley Ómnibus a todas luces innecesaria y que amenazó con dejar en la estacada 7.200 millones de fondos europeos. La trasposición a la ley española de la legislación europea no tenía mayor problema pero el Ejecutivo metió en el saco un conjunto de medidas que podía haber presentado en diferentes formatos y sacarlas adelante. No lo hizo así y optó por el batiburrillo y casi salta todo por los aires.

Pasó el trámite parlamentario pero dos sectores no menores, banca y energéticas, están que trinan. En las próximas semanas veremos si no se van al traste inversiones millonarias del sector energético que buscan el camino de la energía verde y veremos si la banca no se pone de perfil en operaciones estratégicas. El Ejecutivo tira de la banca para consolidar «campeones nacionales», pero les pega una patada en el culo con impuestos que pueden rebajar el ardor guerrero de los bancos en operaciones delicadas como Naturgy o Telefónica, por ejemplo.

Ayer se repitió hasta la saciedad que el acuerdo alcanzado es clave para la legislatura. Es cierto. Sin acuerdo, la legislatura entraba en deriva, pero con acuerdo no hay garantía de nada. No hay garantía de futuro porque el acuerdo es engañoso. La izquierda quiere prorrogar el impuesto a las energéticas. Junts, y PNV, quieren desgravaciones fiscales por inversiones y quieren ver por cuánto tiempo se prorroga y en qué condiciones. Como dijeron fuentes de Junts a LA RAZÓN, «no hemos visto el decreto y no votaremos titulares». O sea, que antes de fin de año veremos otra sesión kafkiana en el Congreso donde el límite entre el sí y el no será tan etéreo que la aprobación del impuesto estará de nuevo en el aire y con toda la atención sobre la letra pequeña. De momento se ha dado el visto bueno a la música, pero poco más. Queda lo más importante.

¿Clave para la legislatura? Todo un oxímoron. Que se superara el trámite de la reforma tributaria, que por cierto se dejó un montón de pelos en la gatera, no es sinónimo de aprobación de techo de gasto, ni sinónimo de aprobación de presupuestos. Por tanto, la legislatura sigue en el alero. Por si fuera poco el ambiente político se ha enrarecido muchos enteros tras las declaraciones de Víctor de Aldama que, a pesar de que tienen poco recorrido por la imposibilidad de ser demostradas, ponen en entredicho al Ejecutivo. Es decir, acentúan su debilidad y un gobierno débil incrementa de forma exponencial su lejanía con los socios. Y, recordemos, unos socios que están cansados de las formas del Ejecutivo. El peligroso fantasma, agitado convenientemente desde la izquierda, de que la alternativa al Gobierno progresista es solo la alianza de la derecha y la ultraderecha puede desaparecer como ha desaparecido como por arte de magia en Europa.

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