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Adiós al cardenal Ayuso, el puente vaticano con el mundo musulmán

Ha sido uno de los pilares clave en el diálogo entre la Iglesia católica y el Islam más moderado. Apreciado tanto por Benedicto XVI como por Francisco. Tanto, como para llegar a ser creado cardenal. El primer purpurado comboniano de la historia en una congregación eminentemente misionera y alejada de los espacios curiales. La valía de Miguel Ángel Ayuso Guixot como arabista e islamólogo le llevó a moverse con la misma soltura durante dos décadas a pie de obra en el Valle del Nilo, entre Egipto y Sudán, para hacer presente a Jesús de Nazaret entre los musulmanes que a promover una cultura del encuentro al más alto nivel de los despachos vaticano.

Hasta hoy. Ya por la mañana, Francisco ya advirtió lo que estaba por llegar. El pontífice desvelaba que el religioso sevillano –y bético– de 72 años estaba «muy enfermo», «al final de su vida». El Papa lo compartía en estos términos en una audiencia con la delegación internacional jainista, una confesión india, una de tantas con las que Ayuso había estrechado lazos. No para caer en un sincretismo religioso, sino para establecer una alianza entre religiones con el fin de poner coto a quienes manipulan la fe para justificar la violencia en nombre de Dios.

«Todos juntos promovemos esta amistad social: no digo que todas las religiones sean iguales, porque entonces estaríamos traicionándonos a nosotros mismos y renunciando a nuestra propia fe. Desde el deber de la identidad proponemos un proyecto de apertura hacia los demás», defendía el cardenal.

Fue en 2002, cuando fue destinado a Roma y entró a formar parte del equipo educativo del Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islamística hasta convertirse en su director. A partir de ahí, los responsables de la Santa Sede le siguieron la pista y en 2012 el papa Ratzinger le desgnó secretario del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso. En mayo de 2019, Jorge Mario Bergoglio le nombró prefecto de este departamento vaticano y ese mismo año le creó cardenal. O lo que es lo mismo, le ponía al frente del timón de las relaciones con las otras confesiones como reconocimiento a todo el trabajo que había realizado hasta entonces en la trastienda.

No en vano, el principal artífice del «Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común», firmado en Abu Dabi en febrero de ese año por Francisco junto al gran imán de la universidad egipcia de Al Azhar, Ahmed al Tayyeb, principal líder religioso del islam suní. Aquel texto fue el punto de partida que le llevó al papa Francisco a escribir «Fratelli tutti», su tercera encíclica en la que el Pontífice argentino plantea su particular propuesta de un nuevo orden mundial donde las confesiones religiosas han de tener un papel determinante como constructoras de una nueva fraternidad universal.

«La encíclica quiere transmitir el contagio de la esperanza. Como decía el beato Carlos de Foucauld, hay que ser hermano de todos», defendía el que hasta la fecha ha sido uno de los colaboradores más estrechos de Francisco y uno de los españoles de referencia en el proceso de reforma en el que está inmersa el catolicismo. El cardenal Ayuso conjugaba la prudencia de la diplomacia vaticana con la cercanía y el buen humor de un sevillano, la humildad y el respeto al otro propia de un misionero comboniano con la devoción mariana de quien se sabe hermano del Baratillo.

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