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Preocupación en la UE tras la victoria electoral de un prorruso en Rumanía

Bruselas mira con inquietud la victoria del candidato prorruso, Calin Georgescu, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales rumanas. Contra todo pronóstico, Georgescu se ha convertido en el candidato más votado con el 22,94%, por delante de la candidata conservadora, Elena Lasconi. La segunda ronda entre los dos aspirantes tendrá lugar el 8 de diciembre. El actual primer ministro, el socialdemócrata Macel Ciolacu, quedó relegado a tercera posición después de que Lasconi se impusiera por la mínima en el recuento final.

Es la primera vez desde la desmembración de la Unión Soviética que el Partido Socialdemócrata no llega a la segunda vuelta. Pero estas elecciones no solo han resultado sorprendentes por esto, sino por el pasmoso ascenso de Georgescu, casi un desconocido que ha prescindido de apariciones en televisión y medios convencionales para su campaña política. Ni siquiera ha participado en los debates televisados al no haber sido invitado.

Georgescu, que nació en 1962 en Bucarest, ha centrado toda su estrategia comunicativa en la difusión de mensajes a través de las redes sociales. Concretamente a través de Tik Tok, la preferida por los adolescentes. Ha abierto dos cuentas diferentes. La primera tenía más de 1,7 millones de «likes» (me gusta) cuando fue borrada, mientras que la segunda ha llegado a alcanzar 3,4 millones de seguidores. Estos vídeos disponibles en internet le muestran corriendo, yendo a la iglesia, montando a caballo o practicando karate.

Georgescu, casado y con tres hijos, estudió en la Universidad de Ciencias Agronómicas y Veterinarias de Bucarest, trabajó como profesor universitario, ocupó varios cargos en el Ministerio de Medio Ambiente del país e incluso representó a Rumanía en el Programa de Naciones Unidas de Medio Ambiente.

Da su salto a la política en 2020, cuando es propuesto como candidato a primer ministro por el partido Alianza para la Unión de los Rumanos, un partido nacionalista y populista. En el año 2021, itió como candidato. Aunque él niega ser prorruso, sus diferencias respecto a Moscú propiciaron que abandonara la Alianza para la Unión de los Rumanos en 2022. Esto no le impidió continuar su carrera política y presentarse a estos comicios, en los que ha sabido como nadie capitalizar el descontento de los rumanos con su clase política. Georgescu se ha mostrado crítico con la UE y la OTAN. Ha descrito la instalación del escudo antimisiles en Deveselu (Rumanía) como un «error de la diplomacia» y ha calificado a Vladimir Putin como un «hombre que ama su patria». También ha tachado a Ucrania como un «Estado inventado». En esta campaña, ha apoyado a los agricultores y promovido reducir la dependencia de las importaciones industriales y energéticas en beneficio de la producción local. «El pueblo rumano gritó esta noche paz y lo hizo muy fuerte», aseguró el vencedor de la primera vuelta.

Su sorprendente victoria (los sondeos tan solo auguraban el 5%) hace que no solo resulte incierto qué puede pasar en la segunda vuelta, sino en las legislativas del 1 de diciembre. Hasta ahora, el descontento social se había canalizado a través del voto al partido Alianza para la Unión de los Rumanos, considerado populista y que en las presidenciales ha quedado en cuarta posición. Los rumanos han acudido a las urnas en un clima de descontento generalizado por la alta inflación y déficit y la desaceleración económica. Esto hace que grandes capas de la población emigren para tener un futuro mejor.

Rumanía ha sido un aliada incondicional de Ucrania desde la invasión rusa en febrero de 2022. Pero todo podría cambiar. El cargo de presidente tiene un mandato de cinco años e importantes competencias en seguridad nacional, política exterior y nombramientos judiciales. Es el representante de Rumanía en la esfera internacional y acude a las cumbres europeas de jefes de Estado y Gobierno de la UE. Tras la elección de Donald Trump, Bruselas teme que cada vez más socios europeos cuestionen la ayuda a Ucrania. Hasta ahora, el único país que ha desafiado abiertamente el apoyo de la UE ha sido la Hungría de Viktor Orban.

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