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La inestabilidad marca el inicio del segundo mandato de Von der Leyen

Este 1 de diciembre comienza el segundo mandato de Ursula von der Leyen tras la aprobación esta pasada semana en el Parlamento Europeo del colegio de comisarios. La política alemana se enfrenta a un periodo especialmente adverso no solo por los desafíos externos (guerra de Ucrania, conflicto en Oriente Medio, contienda comercial con China y vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca, entre otros) sino por las propias dinámicas del club comunitario.

El eje franco-alemán se encuentra en serio declive y la coalición de centro formada populares, socialistas y liberales que ha pilotado el club comunitario durante décadas se resquebraja. El status quo se tambalea y muchos se preguntan si el liderazgo de Von der Leyen será suficiente para que la nave no se hunda. Las placas tectónicas europeas se mueven y se avecinan terremotos.

Los líderes del tradicional motor franco –alemán se encuentran sumidos en una gran debilidad interna que ha ido in crescendo precisamente tras las pasadas elecciones europeas del 9 de junio.

Después de que la ultraderecha de Marine Le Pen ganara los pasados comicios al hemiciclo europeo, Emmanuel Macron decidió celebrar elecciones legislativas anticipadas. Pero lejos de apuntalar su liderazgo, la segunda vuelta de estos comicios se saldó con el triunfo de la izquierda. Macron decidió ofrecer el puesto de primer ministro al conservador Michel Barnier, y desde entonces, se encuentra sumido en una difícil cohabitación que le ha restado mucho poder y le ha convertido en un presidente profundamente impopular. Pero la debilidad no es solo política sino también económica. El déficit francés se encuentra desbocado y el gobierno intenta hacer equilibrios para que el Parlamento no rechace los presupuestos. Barnier teme una moción de censura que tumbe al Ejecutivo e incluso desencadene una crisis financiera como la de la pasada década.

La prima de riesgo del país (el diferencial con la deuda alemana) ha comenzado a situarse en cifras que no se veían desde 2012, en pleno huracán de la crisis de deuda. Este jueves, la rentabilidad de los mercados al bono francés con vencimiento a diez años llegó a superar a la deuda emitida por Grecia. Francia puede convertirse en el nuevo enfermo de Europa y que esto acreciente el euroescepticismo. Como muestra, la mayoría de los eurodiputados franceses votaron en contra esta pasada semana del colegio de comisarios. De los 81 eurodiputados del país vecino, solo 19 dieron luz verde al segundo mandato de Von der Leyen. La delegación socialista francesa lo hizo en contra. París parece cada vez más alejada del proceso de integración europeo, lo que resulta especialmente preocupante en un miembro fundador y que- tras la salida de Reino Unido del bloque comunitario- es el único país con armas nucleares del club.

En Alemania la situación no es mucho mejor. La debilidad de la coalición entre socialdemócratas, liberales y verdes era palpable desde hace meses. A los buenos resultados de la ultraderecha en las elecciones europeas, se suma la victoria en el land de Turingia y el segundo puesto en Sajonia en el mes de septiembre. El canciller Olaf Scholz decidió destituir al titular de Economía, Christian Lindener, de los liberales, al considerar que había vuelto a traicionar su confianza. Tras el colapso de la coalición, el país vivirá elecciones anticipadas el próximo 23 de febrero. Al igual que en Francia, la situación económica también es preocupante. La tradicional locomotora alemana está parada en seco. No parece algo meramente coyuntural. Todo indica que el modelo alemán que ha funcionado durante décadas se enfrenta a una crisis existencial ya que sus fundamentos se han derrumbado: energía barata proveniente de Rusia, exportaciones a China, control estricto de las cuentas públicas a costo de pobres inversiones en ciertos sectores, y floreciente industria del automóvil, un auténtico orgullo nacional. Alemania debe reinventarse tras décadas en la que la Unión Europea ha perdido competitividad frente a China y EE UU.

Si ahora mismo no parece haber un liderazgo sólido entre las capitales europeas, el hemiciclo de la Eurocámara está en plena ebullición. Como muestra, este colegio de comisarios ha sido elegido con tan solo 370 votos a favor, la mayoría más exigua de toda la historia europea. Jacques Santer consiguió el 72% de los votos en 1995, Romano Prodi el 87% en 1999, la primera Comisión de Jose Manuel Durao Barroso, un 72% y un 70% la segunda, Juncker un 65% en 2019, la propia von der Leyen un 65% en 2019 que ahora se ha reducido hasta el 54% y un récord de oposición: un 41% de los eurodiputados votaron en contra.

En este segundo mandato, Von der Leyen deberá lidiar con un hemiciclo europeo más fragmentado que nunca, de geometría variable, en el que ya no podrá confiar en que una mayoría de populares, socialistas, liberales y verdes salgan en su ayuda sino que las negociaciones dependerán de cada dosier.

Aunque el grueso de populares, socialistas y liberales han votado a su favor, ha habido importantes deserciones como las de los populares españoles y los socialistas franceses y belgas. Los verdes se han partido en canal, aunque von der Leyen haya conseguido en el último momento el apoyo de la mitad del partido después de haber fichado en el tiempo de descuento al ex líder de los Verdes en la Eurocámara, Philip Lamberts.

Las dos últimas semanas han sido de alto voltaje. Lo socialistas europeos se negaban a votar a favor de Raffaele Fitto, el aspirante de Giorgia Meloni, como vicepresidente ejecutivo, y los populares amenazaron también con vetar a Teresa Ribera por su gestión de la DANA en España. Aunque populares y socialistas parecen haber fumado la pipa de la paz, el armisticio es frágil como muestra que el jefe de filas de los populares europeos, Manfred Weber, se negara a aplaudir cuando von der Leyen elogió a Ribera antes de la votación.

Se adivinan nuevas alianzas ya que parte del grupo de Conservadores y Reformistas, la fuerza en la que se encuadran los Hermanos de Italia de Giorgia Meloni, ha conseguido convertirse en un socio clave que dejará su impronta en temas como la inmigración o el cambio climático. Aunque esta fuerza política era demonizada hasta hace relativamente poco tiempo en la capital comunitaria al ser considerada de extrema derecha, ha sabido conquistar el Partido Popular Europeo debido a su oposición a Vladimir Putin y el pragmatismo de la primera ministra italiana.

No se descarta que incluso a los populares europeos y Meloni puedan unirse los Patriotas, el tercer grupo de la Eurocámara fundado por Fidesz, el partido del primer ministro húngaro Viktor Orban. Aunque puede parecer una alianza coyuntural, la coincidencia en el voto en una resolución en contra del régimen de Maduro ha hecho que en los pasillos comunitarios esta coalición se haya bautizado como la “mayoría Venezuela,” a la que se oponen con fiereza socialistas, liberales, verdes y la izquierda europea. Una polarización política nunca vista en un Parlamento Europeo en el que populares y socialistas llegaban a votar lo mismo hasta en el 90% de las ocasiones.

“Es un buen día para Europa porque la votación muestra que el centro resiste”, declaró Von der Leyen tras conseguir lo 370 votos. Pero la gran pregunta es si con resistir será suficiente.

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